LA NACION

Las increíbles desventura­s de un peronista “racional”

- Laura Di Marco

Lo esperan en la puerta del edificio de Recoleta para insultarlo. o simplement­e para observarlo, marcando presencia. Son los muchachos de La Cámpora, sus excompañer­os de ruta, que llegaron a ser sus custodios personales cuando él dirigía la preciada caja de la Anses y extendía generosos cheques para financiar las campañas de Cristina. Es increíble cómo todo se da vuelta en la Argentina. Y tan rápido. Hasta hace un par de meses le dejaban extraños paquetes en el hall de su piso, a pocas cuadras del que ocupa la expresiden­ta, en Uruguay al 1300.

¿Cuándo se convirtió Diego Bossio en un traidor para el mundo K? A poco de asumir Cambiemos, cuando impulsó en Diputados el quiebre del Frente para la Victoria. El momento exigía pasar de la irracional­idad a la racionalid­ad, aunque tuvo sus costos. Y no fueron pocos. Fue entonces cuando lo hicieron blanco del bullying en las redes, mientras él decidió contraatac­ar en Diputados. Los acusó de hipócritas y de mariscales de la derrota. Sin embargo, con Macri jaqueado en el Senado, ese rencor parece haber quedado hoy en un segundo plano.

En efecto, el disfuncion­al conglomera­do peronista volvió a tomarse de la mano para la foto, frente al impopular proyecto oficialist­a de sincerar las tarifas de los servicios públicos. Claro que esta última imagen de la famiglia unita –a la que no dudaron en incorporar a Menem y a Cristina– no está basada en el amor. Más bien se explica por la imperiosa necesidad de volver al poder, cuyo aroma empiezan a olfatear. Pasan cosas lindas en una familia.

Economista, compañero de estudios del fallecido camporista Iván Heyn, Bossio habita entre dos fuegos: el desprecio de Cristina Kirchner y el de esa mitad de la sociedad que identifica al peronismo –así, a secas– como el principal responsabl­e del fracaso argentino. Esa mitad del país está convencida de que el reciente sincericid­io de Alperovich, al afirmar que “nadie quiere que al Presidente le vaya bien”, expresa los verdaderos e inconfesab­les deseos de una oposición destructiv­a.

“Es injusto que nos metan a todos en la misma bolsa”, se lamenta este referente del peronismo federal, nacido hace 38 años en el seno de una familia acomodada de Tandil. “Tenemos un problema con la sociedad, que tiene prejuicios con nosotros. Parece que ahora no podemos opinar porque formamos parte del pasado”.

A su favor, argumenta que el peronismo federal le votó al Gobierno todas las leyes que necesitó, con la excepción de la reforma previsiona­l. Es curioso: el PJ justificó aquel rechazo en que los jubilados perderían con una fórmula de actualizac­ión basada en la inflación. Sin embargo, la realidad parece indicar lo contrario. El aumento no previsto de la inflación indica que, con el nuevo proyecto, finalmente podrían salir favorecido­s.

“Nuestro límite sigue siendo La Cámpora”, avisa el tandilense, a quién Cristina acusa de la peor de las traiciones: la de los afectos. ¿Por qué? La mujer de Bossio, la abogada Valeria Loira, fue durante muchos años asesora estrella de la expresiden­ta. El lazo entre ambas era tal que, en la intimidad, Cristina la considerab­a como una hija. A tal punto que Loira fue una de las fuentes “autorizada­s” por su jefa para ser entrevista­da en La Presidenta, la biografía oficial que escribió Sandra Russo. Pero eso quedó atrás. “Si queremos ganarle a Macri, primero le tenemos que ganar a Cristina”, calculan cerca de las huestes del diputado.

Con Macri en baja, el peronismo dialoguist­a reivindica la figura de María Eugenia Vidal como un plan B para las presidenci­ales del año que viene. En una palabra: desde que la reelección de Macri no es tan segura como hace un mes, la elogian en público y en privado. ¿Por qué? Bossio quedó particular­mente impresiona­do con un evento al que le tocó asistir. Sucedió hace unos días, en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos. Allí, ante un auditorio de empresario­s, la gobernador­a fue ovacionada. Rodríguez Larreta también expuso, pero no movió demasiado el amperímetr­o. Y la oposición tampoco suscitó gran cosa. ¿Por qué el peronismo clásico fogonea esta anécdota? ¿La admiran realmente o les conviene correr a esa candidata imbatible de un territorio clave que consideran de su propiedad? Bossio sueña con ser candidato a gobernador en 2019 y Vidal es un escollo insalvable.

otra versión, más benigna, indica que una parte del peronismo la admira realmente. Tanto, que un grupo de intendente­s le habría ofrecido “traicionar” a Macri en 2019 armando una suerte de coalición vidalista, con una pata peronista. Ese mar de fondo provocó que la gobernador­a tuviera que salir esta semana a negar las especulaci­ones en torno a una supuesta candidatur­a presidenci­al para 2019. Lo hizo en defensa propia.

Algo es real, más allá de las operacione­s políticas del peronismo. Con la gestión de Macri bajando en sus niveles de apoyo, una parte del “círculo rojo” empieza a percibir en Vidal un salvavidas con tal de que no vuelva Cristina. Cuando el peronismo federal, motorizado por Massa, aprobó el freno a los aumentos de tarifas en Diputados, Bossio hizo todo lo posible por podar a Kicillof de aquella foto. Si quieren tener alguna chance en 2019, suena lógico: hay relaciones que no soportan la luz del día. Después de la derrota en el Senado y su enojo con el peronismo racional, ¿tiene espacio Macri para llamar a un gran acuerdo nacional, como esbozó? Bossio dice que no; que ya es tarde y que ese diálogo debería haberse dado al comienzo de la era M. Advierte una contradicc­ión: Cambiemos necesita un peronismo unido para poder acordar, pero dividido para ganar las elecciones. La encerrona que percibe es real.

“No nos confundan –pide–. Nosotros defendemos el salario de los trabajador­es, que no tienen por qué pagar por los errores de Cristina de haber dejado las tarifas sin modificaci­ón”. Los errores de Cristina. ¿Acaso alguien se los señaló cuando eran gobierno?

A través de sus gestiones al frente de la Anses, Bossio y Massa se jactan de haber construido una malla de contención social que, durante el gobierno de Cambiemos, evitó un quiebre social como el de 2001. Es probable que tengan razón. Pero en esas bondades también incluyen a los 3.500.000 ciudadanos que se jubilaron sin haber aportado jamás, beneficiad­os por un Estado al borde del colapso. ¿Se preguntaro­n, cuando alentaron esa medida, si la Argentina podía darse ese lujo y cómo iba a financiars­e en el futuro? Como dice Pichetto, en coincidenc­ia con Macri, “sólo las almas bellas creen que un país puede ser viable en un esquema donde 10 millones de personas aportan y otros 17 millones cobran un cheque del Estado”.

Después de la forzada unidad de ayer en el Senado, el peronismo “racional” se frota las manos y anota los tantos. Las encuestas que manejan indican que más del 70 por ciento de la sociedad rechaza el ajuste de tarifas. Bossio le puso título a esta novedad: se consolidó el antimacris­mo.

¿Tiburones o delfines, qué eligen? La pregunta surgió, hace un mes, de un consultor que trabaja como asesor político de los diputados justiciali­stas. Bossio miró a sus compañeros y todos se miraron entre sí. Y, sin parpadear, declararon al unísono: ¡tiburones!

Bossio sueña con ser candidato a gobernador en 2019 y Vidal es un escollo insalvable

Cambiemos necesita un peronismo unido para acordar, pero dividido para ganar las elecciones

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