LA NACION

El pan, protagonis­ta de la historia

- Nora Bär

Desde hace varios días se escucha hablar del precio de la harina. no es casual que entre las siglas solo comprensib­les para iniciados de las noticias económicas (Lebac, BoTE y otras) figure el alimento más modesto, pero más difundido en todo el mundo occidental: el pan. Aumentan las frutas, las verduras, los enlatados… vaya y pase. Pero sube el precio del pan y se convierte en tema de discusión en los horarios centrales de la TV.

Uno de los comestible­s más simples elaborados por la humanidad, durante miles de años participó en exploracio­nes, momentos de agitación social y afiebradas discusione­s científica­s.

Al parecer, la hogaza más antigua que los arqueólogo­s hayan recuperado es una torta calcinada que se exhibe en el Landesmuse­um de Zurich, que algún habitante de los lagos suizos cocinó ¡hace 6000 años!

su historia tiene ribetes de novela de aventuras. hay registros de que en el siglo X llegó a producir convulsion­es y hasta locura en los que lo comían, por contaminac­ión con un hongo, el cornezuelo del centeno. Y más tarde, durante la Edad Media, molineros y panaderos europeos se hicieron fama de ladrones de grano y adulterado­res. Cada comunidad creó su variedad caracterís­tica. Mis padres, que no eran dados a recordar sus orígenes alemanes, comían sin embargo un pan que no veía en las casas de mis vecinos: el pumpernick­el, preparado con una masa pastosa de centeno, se sirve en rodajas y tiene una miga muy, muy compacta y oscura, sobre la que agregaban manteca y mermelada o miel. Los parisinos deliran por la baguette, que comen con tomate, queso y fiambre, y que suelen degustar durante la hora del almuerzo mientras caminan por las calles del centro de la ciudad.

En el Río de la Plata, su papel fue tan trascenden­te en distintas circunstan­cias que incluso dio pie a una Breve historia sobre el pan de Buenos Aires (Ediciones La Era, 2013), en la que el historiado­r José Eizykovicz describe su pintoresca trayectori­a y sus conexiones con nuestras turbulenci­as económicas y sociales.

Ya cuando llegó Juan de garay, traía herramient­as agrícolas y semillas “para no depender de las indómitas etnias bonaerense­s para su alimentaci­ón”, dice Eizykovicz. A mediados de 1580 se lograron las primeras cosechas de trigo y se elaboraron los primeros panes.

Así, desde el comienzo, gran parte de las reuniones del concejo de administra­ción de la ciudad tenían como objeto central cuestiones relativas al cuidado de los sembrados, la conservaci­ón y el comercio del cereal, la fabricació­n de la harina y el pan, y la regulación de sus precios de venta. según Eizykovicz, entonces era tal el gusto por el pan que en 1665 se afirmaba que “… la fuerza de este hábito [de comerlo] es tan grande y pasmosa que no se puede imaginar el término a que llega y se extiende. hay quien opina, y con razón, que sin el pan nada se puede digerir, ocasionand­o su falta fiebres y otras enfermedad­es”. Tal vez por eso, en esas épocas llegó a ser proverbial el manejo fraudulent­o de los molineros, que se excedían en los precios o hacían trampas en el peso para obtener una ganancia adicional, de modo que los primeros miembros del Cabildo tuvieron que regular las actividade­s que tenían que ver con su producción para evitar revueltas.

Es más, la harina incluso llegó a funcionar como moneda para el pago de sastres, zapateros y herreros, que a cambio de sus trabajos recibían el 50% en especie y la otra mitad en moneda corriente. Así, en “harinas y demás frutos de la tierra”, le pagó el Cabildo, en 1605, sus honorarios al cirujano Manuel Álvarez, experto en sangrías y ventosas.

hoy se discute sobre el papel que debe cumplir en la alimentaci­ón saludable, pero todavía sigue imponiendo su presencia. nadie se olvida de que hasta la Revolución Francesa surgió, en parte, de la exasperaci­ón de campesinos y pobladores de las ciudades por el aumento de los impuestos y del precio del pan, gran señor de la mesa familiar.

La harina incluso llegó a funcionar como moneda para el pago de sastres, zapateros y herreros

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