Exacto retrato de Ingrid Bergman, con un despliegue inusual
buena. dramaturgia: Marina Munilla, Gerardo Grillea. dirección: Gerardo ★★★ Grillea. intérpretes: Marina Munilla, Patricia Giovetti, Roberto Mauri, Gabriela Granda, Mariano Gómez Kotiuk, Matías Rodríguez Davila, Azul Badino Buono, Rubén Otero, Mirella Calentino. escenografía: Claudio Hanczyc. maquillaje: Adriana Alamos. voz en off: Pablo Gandolfo. edición de videos: Álvaro Martínez Rota. asistencia de dirección: Yamille Martínez. sala: No Avestruz (Humboldt 1857). funciones: Sábados, a las 20. duración: 90 minutos.
Lo primero que impacta de La furia del volcán es su deliberada intromisión al mundo “real” de ingrid Bergman. es que no es de lo más frecuente para el teatro alternativo meterse en la vida íntima de a quienes se homenajea. Al contrario, suelen sucederse revisiones, reescrituras de estas vidas tan emblemáticas para humanizarlas un poco más o para echar luz sobre algunos sucesos que la historia no tuvo en cuenta. Aquí, Marina Munilla y Gerardo Grillea estudiaron y mucho la historia puertas para adentro de una de las divas más importantes del cine para narrar en la obra –que él dirige y ella protagoniza– la tormentosa vida de ingrid. Ahora bien, qué es cierto y qué no, no lo sabremos. es un recorte que los dos autores han hecho para construir esta propuesta que se ancla casi exclusivamente en los dramas domésticos y amorosos de la actriz. es tal vez esta faceta más privada la que atrae al público a ver la obra, verla en sus miserias. es que comienza la tercera temporada, cosecha premios (el año pasado Munilla ganó el premio ACe revelación por este personaje) y sigue llenando la sala.
es cierto, el estudio de los años más tormentosos de la actriz, esos en los que viajó de Hollywood a italia para encontrarse con roberto rossellini luego de quedar subyugada por el grado de verdad de Roma, ciudad abierta, obra que inició uno de los períodos más importantes del cine,
el neorrealismo italiano, resultan atractivos, sobre todo por el hecho casi impensado de verla abatida y maltratada, no querida, despreciada. dejando atrás su estrellato pero también a su marido (casada en ese entonces con Petter Lindström) y a su pequeña hija Pía, situación que la condenó dentro de la sociedad norteamericana hasta el punto de considerarla persona non grata, la Bergman de Munilla se expone con sus debilidades. una Bergman al desnudo podría decirse de esta pieza: en su faceta de mala madre, de mujer un tanto desequilibrada y desesperada por conseguir la fama, en la profunda soledad en la que se encuentra luego de una premiación y unos cuantos pasajes de su vida así, desdichada.
Munilla busca una actuación con el mayor parecido posible con Bergman: en sus gestos, su manera de caminar, hasta la cadencia de sus palabras. ¿será esa la mejor forma de desentrañar a la actriz y acceder a su mundo íntimo? el numeroso elenco y la búsqueda de un despliegue escenográfico pomposo, incluso con varios cambios de espacios, coloca a la obra más cerca del teatro comercial en sus búsquedas que al teatro off. Cosa para nada frecuente. una forma diferente de acercarse a la diva, de atraer otro tipo de público y, por qué no, de repasar un período del cine –desde una óptica especifica, claro está– tan importante.