SELECCIÓN, CON SALIDAS
A diferencia de otras épocas, Sampaoli le da más libertades
BARCELONA.– Corría Jorge Sampaoli por esa maqueta impoluta fabricada a escala humana llamada Singapur. El sol lo abrasaba: el termómetro marcaba 38 grados esa tarde de junio de 2017. De vuelta en el hotel, al entrar le llamó la atención la cantidad de jugadores que caminaban por el lobby cosmopolita del cinco estrellas, entre el pianista que ejecutaba sus notas y las tiendas de lujo. “¿Y ustedes, por qué no salen a la calle?”, le disparó, curioso, a Sergio Romero. El arquero, sorprendido, respondió que no estaban acostumbrados a hacerlo cuando estaban concentrados. El paso previo por Melbourne y la estadía en esa capital asiática conformaban la primera gira que comandaba el técnico, que llevaba menos de diez días en el banco de la Argentina. El encierro autoimpuesto le parecía anti natural: ¿qué les impedía salir a conocer un lugar tan diferente?, ¿qué orden no dada estaban respetando? Pasó un año, Barcelona es muy diferente a Singapur pero la motivación de Sampaoli sigue siendo la misma: ¿faltan dos semanas para el Mundial? Que los jugadores se distraigan, en vez de mirarse las caras las 24 horas. Que salgan, que paseen, que coman, que pasen horas con sus familias, con sus amigos, con sus parejas. Y que sean profesionales.
El jueves a la tarde, antes de que el plantel se ejercitara dentro del hotel en el que se aloja –sin exigirse demasiado, después de haber aterrizado esa misma mañana–, Sampaoli se paró delante y explicó cuál iba a ser la modalidad para estos días de convivencia en la ciudad de Messi: entrenamientos en uno (como ocurrirá hoy) o dos turnos (como sucedió ayer) y luego libertad de movimientos. La consigna es que todos deben estar en el Princesa Sofía a la hora del desayuno. En la primera noche, ninguno sacó los pies del lugar: de Messi para abajo, durmieron en sus habitaciones recién ocupadas, situadas a apenas dos cuadras del Camp Nou, que se ve desde las ventanas. La misma posibilidad de elegir habían tenido durante la primera semana de trabajo, en Ezeiza, cuando se puso en marcha la idea de la concentración “opcional”; en esos días algunos se quedaban a dormir en el predio y otros –la gran mayoría– se iban a sus casas y volvían a la mañana siguiente. El plan nació en una conversación que el DT y el capitán tuvieron aquí mismo, en la última visita que Sampaoli le hizo durante la temporada: coincidieron en que era mejor aprovechar el tiempo de trabajo en el campo y no extenderse en largas concentraciones, con tanto camino por delante. La hoja de la ruta que empezó en Ezeiza no se modificará demasiado durante el tiempo que dure la aventura mun- dialista. Habrá entrenamientos cortos, intensos y creativos; ejercicios de repetición con la pelota que ayuden a fijar las ideas de juego; sesiones específicas de video en el hotel, a veces incluso individuales.
Menos es más
En los tiempos modernos, y al pie de un torneo súper estresante que cae en el final de la temporada, se busca no recargar: menos es más, leen alrededor de Sampaoli. Saben que todo lo que venga tenderá a generar más aislamiento, como el que tendrán en el centro de entrenamiento ruso de Bronnitsy, donde se instalarán el domingo 10, tras la incómoda escala futbolística y también diplomática de dos días
en Jerusalén para jugar ante Israel; entonces, mejor propiciar mentes más despejadas. El propio técnico busca sus propios atajos para no tener la pelota metida en su cabeza durante todo el día. Se cae de maduro que saldrá a correr por los caminos catalanes igual que lo hizo en todas las giras anteriores con la selección: en Melbourne, Singapur, Moscú, Krasnodar y Madrid se lo vio ejercitándose en parques y paseos. Es su terapia.
Un dato que apuntan desde el cuerpo técnico, que ayuda a sostener el “ir de a poco”: solo Argentina y Perú empezaron a entrenarse con tanta anticipación, casi un mes antes del inicio de Rusia 2018. Otro detalle, que abona la idea de darles tiempo libre: España y Alemania siguen una práctica similar en este tramo de preparación (después Löw impartirá sus reglas durante el Mundial; ver aparte). Aunque esas selecciones, está a la vista, tienen un estado de forma futbolístico superior al de Argentina. Pero eso corre por otro carril, que el técnico intenta desandar con éxito en la Ciudad Deportiva Joan Gamper: que Lanzini sepa interpretar a Messi, que Lo Celso se haga dueño, que Pavón siga creciendo... Las horas compartidas con los grandes deben servir para que los jóvenes se quiten la timidez, y se conviertan así en soluciones reales y no en quienes todavía miran con admiración a la vieja guardia.
En la vida cotidiana de un plantel de esta generación quedaron en desuso las normas restrictivas que solían tomarse antes, como aquellos célebres 40 días de concentración de la selección en México ‘86 cuando, tal como había anunciado Bilardo, la Argentina fue “la primera en llegar y la última en irse”. No se trata de señalar aquello como incorrecto y lo actual como lo que está bien: simplemente, los procesos evolucionan. Muchos técnicos, no solo en Europa –lo potenció Guardiola en su Barcelona multicampeón–, suelen alentar que los jugadores duerman en sus casas las noches previas a los partidos de local.
¿Hizo lo mismo Sampaoli cuando dirigió a Chile en el Mundial pasado? No, y la diferencia tiene una razón: confía mucho más en el carácter profesional de estos jugadores que en el de los chilenos. Si pensara que alguien que está a punto de jugar un Mundial podría tener una conducta impropia, no le otorgaría este beneficio. Este sábado, después del entrenamiento matutino, los jugadores tendrán una buena oportunidad para disfrutarlo: recién volverán a practicar en la mañana del domingo. ¿Planes para un sábado a la tarde en Barcelona? Puede haber 23, uno por cada jugador argentino.