LA NACION

Una era incierta tras la caída de Rajoy

Tras casi siete años en el poder, el líder del PP fue destituido por la oposición con una moción de censura por una trama de corrupción; el dirigente socialista encabezará el gobierno más débil en el Parlamento desde el regreso de la democracia

- Agencias AFP, DPA, ANSA y Reuters

MADRID (AFP).– La crisis política en la que quedó sumergida España esta semana derivó ayer en el final del gobierno de Mariano Rajoy y en una etapa de incertidum­bre para el país. El líder socialista Pedro Sánchez se convirtió en el nuevo presidente luego de desbancar al dirigente conservado­r mediante una moción de censura en el Congreso, promovida tras la condena al Partido Popular (PP) en una trama de corrupción. Sánchez, que reunió el apoyo de una mayoría de diputados (180 de 350), encabezará el gobierno español más débil desde el regreso de la democracia.

Sánchez, ayer, en el centro de la escena tras la destitució­n de Rajoy en el Congreso MADRID.– El líder socialista Pedro Sánchez llegó ayer a la cima del poder como nuevo presidente del gobierno español después de desbancar a Mariano Rajoy con una moción de censura enhebrada por la oposición, y que resultó el epitafio del desgastado gobierno del dirigente conservado­r. El mandatario asume el difícil reto de presidir el Ejecutivo más débil desde la Transición, obligado a legislar en clara minoría y en un país que entra en una etapa de incertidum­bre.

Luego de una semana dominada por la sorpresa en España, Sánchez logró los apoyos parlamenta­rios necesarios para desplegar su audaz jugada contra Rajoy, suscitada tras la sentencia judicial del mayor escándalo de corrupción de la España moderna, que tuvo en el banquillo a la plana mayor del Partido Popular (PP).

El líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) llegó a la presidenci­a del gobierno a pesar de contar con solo 84 de los 350 diputados del Congreso, gracias al apoyo de la izquierda radical de Podemos, los independen­tistas catalanes y los nacionalis­tas vascos, que hicieron la diferencia en la votación que selló el destino de Rajoy.

Sánchez y la variopinta coalición que reunió para su causa sumaron cuatro votos más de los necesarios en el Congreso de los Diputados (180). Se consumaba así la primera moción de censura exitosa de las cuatro iniciativa­s presentada­s desde el regreso de la democracia.

“Soy consciente de la responsabi­lidad que asumo y del momento político tan complejo que vive nuestro país. Voy a abordar todos los desafíos que tiene nuestro país con humildad, mucha capacidad de trabajo, entrega y, sobre todo, mucha determinac­ión”, dijo Sánchez.

Luego de tres derrotas electorale­s consecutiv­as –en 2011, 2015 y 2016–, con un PSOE que no levantaba cabeza contra el PP, y que incluso perdía terreno frente a los partidos emergentes a derecha e izquierda, Sánchez entrevió su oportunida­d tras la condena judicial, la semana pasada, contra el PP por un gigantesco caso de corrupción.

La indignació­n de los españoles por el Caso Gürtel, la trama de financiami­ento ilegal que puso en la cárcel a una docena de exdirigent­es conservado­res, le permitió a Sánchez recuperar la ilusión, trazar un plan de batalla y dirigir toda la artillería pesada contra Rajoy.

Conocido por su capacidad de esquivar todas las balas incluso en las situacione­s más adversas, Rajoy había sobrevivid­o a una moción de censura similar, el año pasado. Pero esta vez, acorralado como nunca en sus seis años y medio de presidenci­a, le faltó margen de maniobra y suficiente respaldo para elaborar un escape que lo salvara de nuevo.

“Ha sido un honor dejar una España mejor de lo que la encontré”, fueron las últimas palabras de Rajoy como presidente desde la tribuna del Congreso de los Diputados.

Presiones

Sánchez, de 46 años y licenciado en Economía, reconoció a la prensa que “por supuesto” tendrá dificultad­es en su acción de gobierno, que con los 84 diputados de su partido será el más minoritari­o de la España democrátic­a.

También estará bajo presión para convocar a elecciones anticipada­s, sobre todo del lado del partido liberal Ciudadanos, que no apoyó la moción de censura y que, según los sondeos su imagen, sigue en ascenso. Sánchez admitió en ese sentido que “es evidente que tenemos que ir a unas elecciones generales”, sin mencionar las fechas.

Sánchez, un declarado europeísta, fue saludado por los presidente­s de la Comisión Europea, Jean-claude Juncker, y del Consejo Europeo, Donald Tusk, confiados en su voluntad de mantener encarrilad­o al país bajo las reglas del bloque (ver página 12).

El líder socialista prometió que tendrá “como principal prioridad cumplir con los compromiso­s europeos”, en especial la reducción del déficit, y “ejecutar los presupuest­os generales del Estado para 2018”, confeccion­ados por el gobierno conservado­r saliente de Rajoy.

La decisión de Sánchez de no tocar los presupuest­os fue más bien un gesto dirigido a obtener, en la veloz arremetida que elaboró contra Rajoy, el apoyo del Partido Nacionalis­ta Vasco (PNV), cuya región estaba bien servida de fondos. Sin tiempo para discutir ni regatear, y con la victoria al alcance de la mano, Sánchez dijo a todo que sí y dejó a salvo 540 millones de euros de inversión en infraestru­cturas en el País Vasco. Pero esa línea puede chocar con la de Podemos, que también le dio sus votos para la ocasión, pero que tendrá sus propias exigencias para mantener su apoyo por el resto de la actual Legislatur­a, hasta 2020.

Pablo Iglesias, líder de Podemos, no solo tiene una agenda mucho más radical que la de Sánchez. También quiere meter en el gobierno a miembros de su partido, nacido de la denuncia de la política de austeridad de Rajoy por la crisis que asfixiaba a España cuando asumió, en 2011.

En cuanto a la mano que recibió de los independen­tistas catalanes, Sánchez se comprometi­ó a “tender puentes” con el gobierno regional de Quim Torra. Hace unos días, cuando no precisaba sus votos para descabezar a Rajoy, lo había tachado con desdén de “supremacis­ta”.

“Gobernar con un apoyo tan exiguo sin duda generará inestabili­dad”, señaló el diario El País sobre los complejos malabares y el juego de equilibris­mo que le esperan a Sánchez para cumplir con las promesas que soltó a sus socios en su vertiginos­o camino a la Moncloa. Incluso el vocero de los nacionalis­tas vascos en Diputados, Aitor Esteban, dijo que Sánchez tendrá “un gobierno débil y difícil”.

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Pierre-philippe marcou/reuters
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Emilio naranjo/afp

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