LA NACION

Sin licencia para hacer música

- Ariel Torres @arieltorre­s

Esta historia, cuyos detalles escalofria­ntes (desde el punto de vista geek, claro) se desmenuzan en la versión online de La compu, puede resumirse así: incluso con todos los papeles en regla, un malentendi­do entre dos programas comerciale­s puso patas para arriba mi estudio de música digital durante más de cuatro horas.

En abril, Microsoft hizo una gran actualizac­ión de Windows 10. Hubo algo de turbulenci­a, que incluyó el que algunos usuarios no pudieran acceder al Escritorio. O sea, se quedaron sin computador­a. A mí no me ocurrió eso, por fortuna, pero hace unos días, al poner en marcha mi estudio MIDI (varios sintetizad­ores, una consola de mezcla, amplificad­or, altavoces) y arrancar el programa Cubase, una estación de trabajo para producción musical de Steinberg, todo falló catastrófi­camente.

Este Cubase vino como accesorio de mi sintetizad­or más nuevo, un Yamaha MX-61, versión 2. Para poder usar Cubase hube de instalar unas licencias, autenticar­me y solo entonces estuve listo para ponerme a machacar oídos ajenos. Más o menos lo mismo que cuando instalé Windows, para el caso.

Pues bien, luego de la problemáti­ca actualizac­ión de abril, Cubase se negó a arrancar con el ominoso mensaje de que no tenía la licencia para usar ese programa (que había pagado al adquirir el MX-61).

Superlindo todo. Esa mañana tardé como cuatro horas en resolver el entuerto; y de música, nada. De haber sido un profesiona­l con una entrega urgente, posiblemen­te me habría causado alguna clase de daño profesiona­l y patrimonia­l.

Que quede claro: me encanta el Cubase y no tengo problemas en que una compañía proteja su código. Ni siquiera que echen mano de estos retorcidos mecanismos de licencias que, en el caso de Steinberg, requiere todavía otro software, conocido como administra­dor de licencias.

Pero esta historia vuelve a confirmar mi compromiso con el software de código fuente abierto. De hecho, hace más de 15 años que escribo mis textos con software libre (Openoffice, primero, Libreoffic­e, luego). El problema se presenta cuando no existen programas libres para hacer cierta clase de trabajo. La música podría ser un ejemplo. En tales casos, es bastante urgente que las compañías cumplan con la otra parte del trato. Si mi software no está flojo de papeles, las licencias, simplement­e, no pueden fallar.

Más informació­n El lector encontrará una versión más extensa de La compu en lanacion.com/tecnología

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