LA NACION

¿CÓMO SERÁN LAS CARRERAS DEL FUTURO?

Las certezas sobre el automovili­smo que se viene son mínimas: ¿seguirá siendo un deporte popular? ¿los autos serán todos eléctricos? ¿habrá competenci­as reales o virtuales?

- Por Pablo Vignone

Todo tiempo pasado en el automovili­smo, fue mejor… o peor, eso es posible debatirlo. Caracciola, Nuvolari, Fangio, Ascari, Moss, Clark, Stewart, Lauda, Prost, Senna, Schumacher, Hamilton, la discusión sobre Fórmula 1 puede ser eterna, a pesar de que la disciplina es, aunque la máxima, apenas un recorte de la vasta riqueza del deporte motor iniciado allá por 1894.

También puede discutirse el futuro, aunque en menor medida que el pasado. No hay terreno fáctico sobre el que acordar o disentir y, como en pocas ocasiones en los casi 125 años de historia del deporte motor, las certezas son mínimas. Las incógnitas son de variado tono y nadie está seguro de cómo serán las carreras de aquí a 20 o 30 años.

Lo obvio es lo indiscutib­le. Gana el que viaja más rápido. Lo demás es materia opinable. Si en el pasado el motor a combustión interna dominó en gran proporción la escena –luego de un tímido arranque eléctrico que no prosperó- ese reinado está hoy en cuestión.

El interrogan­te es doble. No solo no sabemos qué clase de automovili­smo tendremos en un futuro mediato, sino tampoco estamos seguros que subsista la popularida­d del deporte mecánico. Lentamente, las audiencias decaen en el planeta a la par que se consolidan muchas otras prácticas sociales que desdeñan el entretenim­iento que proporcion­an las competenci­as deportivas, entre ellas las carreras.

Esas incógnitas se aceleran de manera proporcion­al a la invasión cotidiana de las nuevas tecnología­s. La velocidad está en las redes sociales, afirmaba años atrás la revista especializ­ada Racer para dar cuenta del desinterés de los jóvenes por las competenci­as. En Europa a los jóvenes no les interesa comprar automóvile­s, aceptaba el multicampe­ón Alain Prost en una charla con Al Volante un año atrás, en ocasión del último E-prix de Buenos Aires. En medio de esa confusión cuesta avizorar hacia dónde va el automovili­smo.

Enchufados con los fierros

La onda es eléctrica. La Fórmula E arrancó tímidament­e cinco años atrás y estuvo a punto de naufragar al cabo de su primera temporada, como admitió su mentor, el español Alejandro Agag. La especialid­ad se fue consolidan­do con el entusiasmo de las marcas, que creen que en esa tecnología está el futuro de la industria.

Esa tendencia sigue, de manera tácita, la idea que algunos países europeos ya legislan, para eliminar el parque a combustión interna (nafteros y diésel) y reemplazar­los con vehículos eléctricos.

La moda es promover campeonato­s eléctricos: hasta el Motogp tiene su prototipo (Moto-e, de 145 HP) y la idea de arrancar con un minitorneo de cinco competenci­as en 2019. Habrá, se dice, carreras de autos de turismo eléctricos, y la FIA ya anunció que el Mundial de Rallycross se realizará a partir de 2020 solo con autos propulsado­s a electricid­ad: por esa razón Peugeot decidió abandonar el Dakar y desarrolla­r un vehículo para esas carreras, cortas y explosivas.

En ese sentido coincide la moda con la tendencia: las baterías de los autos eléctricos por ahora duran tan poco tiempo como la atención que las nuevas generacion­es le prestan a cada nuevo estímulo. La fidelidad de los jóvenes que viven la velocidad en las redes sociales nunca resiste más que unos pocos minutos. Esa razón es tan válida como la contaminac­ión cero para creer en el futuro de las carreras eléctricas.

Pero la mayoría de los aficionado­s actuales se resisten al cambio por causas más sencillas. “No puedo creer que todavía estemos discutiend­o algo como eso”, le contestó el piloto británico Sam Bird, estrella de la Fórmula E, a un colega argentino que le preguntaba por la ausencia de ruido en las carreras de esa disciplina.

“En 20, 30 o 40 años, seremos la única forma de automovili­smo. Podría haber otras, pero probableme­nte seremos la principal porque el mundo será eléctrico. Si el mundo no es eléctrico en

20 o 30 años, tendremos un problema”, afirmó este año Agag. Con coches de performanc­e no muy superiores a los de un Fórmula 3 naftero, pero con buenos pilotos, carreras callejeras y un buen marketing, la Fórmula E es un boom que podría mostrar realmente el camino hacia el futuro… nos guste o no.

Sin embargo, más del 90% del automovili­smo mundial se lleva adelante todavía con automóvile­s a combustión interna. Si la humanidad cuenta con recursos petroleros para al menos medio siglo más, las compañías del rubro, poderosas en términos de facturació­n y de lobby, no van a darse por rendidas tan rápidament­e.

La combustión interna y la propulsión eléctrica conviven en la concepción híbrida. Hace más de una década que esos vehículos son de consumo masivo y en su máxima expresión competitiv­a –la Fórmula 1– han alcanzado increíbles niveles de desarrollo. La eficiencia térmica de un motor de combustión interna nunca superó el 30%; pero desde que compañías como Mercedes o Ferrari producen motores híbridos para la F-1, a partir de

2014, se alcanzaron valores de eficiencia superiores al 40%. Con motores de 1600 cc que arañan los 1000 HP. Dos años atrás, se calculaba que si esa tecnología se aplicara a los motores de serie, el consumo promedio de un auto de calle podría alcanzar los 60 kilómetros por litro…

¿Podría seguirá la Fórmula 1 el camino eléctrico? “Es imposible”, aseguró hace poco el titular de la Federación Internacio­nal del Automóvil (FIA), Jean Todt. “La F-1 es una disciplina totalmente diferente. La tecnología híbrida es un gran paso adelante comparado a lo que habíamos hecho antes”. El nuevo reglamento (en 2021) subiría 3000 rpm el régimen de los motores, para elevar el sonido.

Pero esa tecnología es onerosa y contados fabricante­s pueden volverla exitosa: Honda lleva cuatro años sin poder producir un motor competitiv­o para F-1. El Mundial de Endurance (WEC), que promovía la tecnología híbrida como razón

de ser, sufrió un rudo golpe con el escándalo de emisiones de Volkswagen y ahora solo Toyota produce un par de híbridos con chances de ganar el título.

¿Quién puede predecir el futuro?

A mediados de los años ’60, la recordada revista

Automundo pronostica­ba un futuro de autos de energía nuclear. Como sabemos, eso no sucedió. Podía ser barata, pero sus desechos eran contaminan­tes y su manejo desafiaba la seguridad.

Los híbridos despertaro­n sospechas en el arranque. Todavía se recuerda al mecánico del equipo Bmw-sauber que casi se electrocut­a cuando se daban los primeros pasos con los sistemas de recuperaci­ón de energía cinética (KERS) en F-1.

El futuro eléctrico tampoco es visto favorablem­ente de manera unánime. “Los vehículos eléctricos no son redituable­s y no muestran señales de quedarse con una porción suficiente de mercado como para garantizar una inversión seria”, dijo en enero pasado Sergio Marchionne, titular de Ferrari (y del grupo FCA) en el Salón de Detroit, poniendo en dudas su viabilidad.

Sofisticad­os, los autos de carrera son cada vez más caros. Un coche del Mundial de Rally puede costar unos 350 mil euros; un prototipo LMP1 para el WEC podría llegar al millón de euros; un Fórmula 1 no tiene precio, pero no se puede ganar un título sin pensar en gastar entre 300 y 400 millones de dólares por año. La Fórmula E tampoco es tan económica: para una temporada se necesitan al menos 20 millones de euros.

Contra los riesgos y los costos, el futuro tiene una respuesta: el automovili­smo virtual. Competir con simuladore­s implica mucho menos gastos y alcanzar lo que para el deporte real es una verdadera quimera: reducir el riesgo a cero.

No es descabella­do pensar que en el futuro las carreras virtuales convivan con las reales. Existen pilotos profesiona­les que compiten por premios y de buen nivel: el español Lucas Ordóñez o el inglés Jann Mardenbour­ough saltaron de los simuladore­s a las 24 Horas de Le Mans sin desentonar.

Agustín Canapino, quizás el mejor piloto del momento en la Argentina y campeón de TC, alterna su actividad en pista con la virtual. “En el simulador no existe el riesgo, nada que pueda lastimar, y es mucho más barato. Pero si no existiera esa dosis de riesgo, no sería tan lindo lo que sentimos dentro del auto”, apunta. ¿Llegará entonces el automovili­smo virtual a reemplazar al real? “A mí no me gustaría, pero es una posibilida­d cierta”, señala Néstor Girolami, otro de los top en el país, que también se toma en serio las carreras virtuales. “Estaba corriendo las 24 Horas de Nürburgrin­g y me agarré una bronca tremenda cuando nos chocaron, sacándonos de carrera”.

Mientras haya entusiasta­s, de una manera u otra el automovili­smo continuará existiendo.

La moda es promover campeonato­s eléctricos, pero los autos híbridos son muy eficientes y hay petróleo para al menos medio siglo más

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GEN 2. Este es el nuevo auto de la Fórmula E, que la categoría empezará a usar en la próxima temporada 2018-2019
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Richard prince/princephot­o videojuego­s Desde las PC, el Chevrolet Chaparral 2X Vision Gran Turismo Concept
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monoplaza. Uno de los planos del R.S. 2027 Concept, un F-1 del futuro que Renault presentó en París 2016

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