LA NACION

“No participo en la vorágine del consumo y descarte continuo”

La apuesta “al menos es más” define su estilo. Reversiona tipologías clásicas, descontrac­tura líneas para acompañar distintos cuerpos y trabaja en alianza con tejedoras artesanale­s

- Julieta Grana Texto Lorena Pérez | Fotos Patricio Pidal/afv

Siempre tuvo en mente el sueño de la marca propia. Julieta Grana se recibió de diseñador a de indumentar­iaen la f ad u y siguió relacionad­a a la universida­d como ayudante de cátedra. Enseguida se fue a trabajar con Cora Groppo, pero nunca dejó de pensar en su proyecto. El momento de concretar lo llegó dos años después, en 2013, cuando logró definir y gestionar un estilo desde el mi ni malismoy pudo innovar desde lo simple. tras cinco años, es posible ver la evolución dentro del menos es más. Presenta dos coleccione­s al año y completa la temporada con cápsula s que exhiben un buen maridaje entre lo artesana le industrial; habitualme­nte hace alianza con tejedoras y además muestra su labor con los hilados en su showroom de la calle Bonpland, en Palermo. Dice que“no es la prenda la que tiene que determinar al cuerpo, sino que es el cuerpo el que moldea la pieza”.

–Alineás tu trabajo al minimalism­o, ¿cómo le das tu impronta?

–Mi trabajo parte de la observació­n de tipologías clásicas, las analizo y replanteo. Es interesant­e sensibiliz­ar o des contractur ar algunos recursos más vistos en piezas industrial­es y también busco cuestionar o rever otros dados por imposición, como las terminacio­nes en la remería y camisería. Desafiar esos límites y construcci­ones es como un nicho por explorar en el mercado local. También con el uso del color, fui aprendiend­o a trabajar con combinacio­nes más inesperada­s. Saturar la paleta, hacerla más estridente, por ejemplo. me interesa relacionar­me con la indumentar­ia de un modo instintivo y menos efímero.

–¿Qué diseñadore­s seguís o sentís que te influencia­ron?

–Me interesa el uso del color de Dries Van Noten, la mezcla entre sastrería y lo deportivo de Sacai (la marca que diseña Chitose Abe, la japonesa que trabajó para Comme des Garçons); el repertorio de Céline me parece una síntesis muy elegante e interesant­e.

–¿Qué valor tiene la elegancia hoy?

–No tiene que ver con una imagen que se proyecta, sino que va de la mano de la sustentabi­lidad y la transparen­cia en el sistema productivo. Sustentabi­lidad en todo sentido, desde el trato humano con los distintos actores de la cadena de producción, la materia prima con la que se trabaja, el modo en que se comerciali­za y hasta que el consumo sea justo. Es alejarse de la masividad y la moda rápida porque eso implica inevitable­mente explotació­n y derroche. La elegancia tiene que ver con un modo consciente de producir y de consumir, no ya solo un objeto, sino un valor, una experienci­a, la historia detrás del producto.

–¿Cómo ves a la mujer de tu época?

–La funcionali­dad es lo más importante. La indumentar­ia es el vínculo; el indumento sin el cuerpo no tiene sentido, no se puede diseñar si no se piensa en un cuerpo. Hoy la mujer es muy activa, entonces las prendas tienen que acompañar esa evolución de la mujer. Pienso en la ropa como en una segunda piel, super envolvente; me parece importante cómo se siente, qué posibilida­des le da la ropa y qué sensacione­s tiene. No quiero hacer ropa que se pueda ver y no usar, sino que se pueda lucir una y mil veces, lavarla y volver a usarla, por eso pongo especial cuidado en la calidad de los materiales. Me gusta hacer ropa no efímera, no para una o algunas temporadas; elijo fibras naturales, no poliéster, y los contrapong­o, para destacarla­s, con algún recurso superplást­ico, por ejemplo, como el engomado.

–Están cambiando los tiempos de la moda, ¿una diseñadora independie­nte puede manejar su propio calendario?

–Se puede repensar, pero las coleccione­s locales se siguen armando por temporadas, de invierno y de verano, para ordenar las propuestas a la hora de comerciali­zarlas. Estoy pensando en hacer cuatro coleccione­s anuales, también porque a muchas les gusta ver qué estás haciendo. una clienta que viene una vez al mes no puede ver toda la temporada lo mismo. Ahora trabajo en distintas cápsulas para ofrecer variedad de manera constante.

–¿Cómo?

–Es difícil porque no participo en esa vorágine del consumo y descarte continuo. Al contrario, desacelero, intento ofrecer una propuesta sensible, intuitiva y no vinculada con el fast fashion. Lo durable, lo único y lo hecho a mano no sigue el ritmo de la moda, y lo prefiero. Pienso las coleccione­s para que perduren más allá de su uso, por su calidad, porque se elige su morfología, por su funcionali­dad; estos son pilares que tengo presente a la hora de diseñar. Mi marca es como una gran colección que cada temporada se va nutriendo de piezas nuevas, por eso hablo de prendas eternas, que siguen quedando bien porque mantienen un look contemporá­neo.

–¿El usuario quiere ver o comprar cosas nuevas?

–Quiere nuevas propuestas con nuevas formas. Aunque el consumo no está en su mejor momento. Adhiero a no promoverlo, está bueno renovarse y actualizar­se, repensar el diseño y reflexiona­r sobre lo que se propone, y esto obliga a ir más lento, a una oferta de más calidad no pensada para el consumo.

–¿Tiene sentido hacer desfiles?

–Hacer un desfile es muy costoso, por eso creo que está bueno reemplazar esa herramient­a. Antes, en las semanas de la moda, había fila para entrar y ahora eso no pasa. Creo mostrar una imagen de producto genera más cosas y es otro modo de mostrar una propuesta de diseño; la experienci­a de estar cerca de la ropa, sentirla y tocarla es necesaria.

“La moda rápida implica inevitable­mente explotació­n y derroche”

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