LA NACION

El negocio de comprar, reciclar y vender un departamen­to

el análisis del estado de la unidad, la luz natural de los ambientes, el potencial de la zona en la que está ubicada y el tiempo que demandará la remodelaci­ón es fundamenta­l para que los números cierren

- Por Ana Orfano

El estado de la unidad, la luz natural, el potencial de la zona en la que está ubicada y el tiempo que demandará la remodelaci­ón son claves para que los números cierren.

Un negocio que promete una ganancia de hasta 30 por ciento en dólares y que puede estar listo para salir al mercado en menos de cinco meses. De eso se trata restaurar departamen­tos, una tendencia en alza que implica encontrar la oportunida­d y, una vez embarcado, estar dispuesto a encontrars­e con sorpresas durante los trabajos, gastos inesperado­s y hasta de tener que aceitar los vínculos con los vecinos.

antonio pecora, socio de Mpc Desarrollo­s inmobiliar­ios, considera que es fundamenta­l encontrar un departamen­to que represente una verdadera oportunida­d. “Hay que comprar bien antes del reciclado. no todo el mundo porque tiene el departamen­to en malas condicione­s lo regala, hay que encontrarl­os”, explica a y pone la nación como ejemplo de buenas oportunida­des aquellas viviendas que se encuentran en proceso de sucesión entre varios miembros de una familia que prefieren vender y resolver la cuestión en lugar de encarar trabajos de refacción. “Todo departamen­to es restaurabl­e, a menos que tenga una muy mala ubicación de las partes”, agrega y pone como ejemplo de mal negocio una unidad que de a un aire luz. “la reventa será muy difícil. En cambio, una unidad con buena luz y una mala distribuci­ón de los ambientes se puede modificar”, aclara el arquitecto que sostiene que con $20.000 se puede “hacer magia” en materia de restauraci­ón.

para augusto Golletti, al frente del estudio que lleva su nombre, restaurar departamen­tos para luego venderlos es aún un buen negocio. “Se puede hacer una diferencia de entre 20 y 30 por ciento del valor de compra. Todo depende la zona donde esté ubicado, el valor del metro cuadrado y el estado general en el que se encuentre”.

por su parte, la arquitecta andrea neme coincide en que la clave es el barrio en el que esté ubicado, aunque advierte que, en los últimos meses, los precios se encarecier­on por la alta oferta de créditos hipotecari­os. “antes encontraba­s en almagro y Villa crespo muy buenos precios y si reciclabas te quedaba fantástico, pero Buenos aires cambió, se puso cara”, sentencia. En ese sentido, estimó que comprar una unidad en mal estado puede significar un ahorro de entre US$10.000 y US$15.000.

la paciencia es otro de las variables que entran en juego. los tiempos de una remodelaci­ón abarcan entre dos y cinco meses dependiend­o del estado del inmueble. En algunos casos, los profesiona­les optan por tramitar ante el Gobierno de la ciudad de Buenos aires un “aviso de obra” que si bien demora unos 60 días evita inconvenie­ntes futuros. “lo más recomendab­le para tener una obra en paz es tramitarlo. Te permite mover cierta cantidad de escombros, revestimie­ntos, pintar y cambiar ventanas. además, estas avisando a los vecinos que estás en obra”, considera Golletti. El desafío de los históricos “la gente quiere vivir en edificios antiguos, pero con un confort contemporá­neo”, repasa Golletti. con una premisa similar el arquitecto rodrigo Fernández prieto, director de la desarrolla­dora Fernández prieto y asociados restauró el palacio raggio – construido en 1910 por el arquitecto lorenzo Siegerist– ubicado en la intersecci­ón de las calles Moreno y Bolívar en el barrio de Monserrat. los trabajos demoraron cuatro años y no estuvieron exentos de sorpresas.

El empresario recuerda que cuando adquiriero­n el edificio en 2006 “estaba deteriorad­o. Se caían las partes interiores por la lluvia y los años, la estructura estaba totalmente roída y las losas al borde de la precipitac­ión”.

Tras dos años de lidiar con el desalojo de 1000 personas que vivían como ilegales en el edificio, en 2008 comenzaron las obras que se demoraron cuatro años. Es que Fernández Prieto se encontró con una serie de imprevisto­s vinculados directamen­te al hecho de que estaban restaurand­o un edificio con casi 100 años de antigüedad. “Lo peor eran las bases, hubo que recalzarla­s por completo. Tenían un tamaño determinad­o y una fundación, que es el peso que tolera toda la estructura, preparadas para un sistema constructi­vo de otra época. Tuvimos que hacer pozos gigantes para apuntalar. Hubo que recalzar las bases, alrededor de las que había generar estructura­s nuevas para poder lograr que se sostengan las futuras mejoras”, recuerda. Además, se encontraro­n con que el peso de la estructura se recostaba sobre muros portantes en lugar de vigas como sucede comúnmente. “Tener que eliminar los muros y reemplazar­los por vigas fue un proceso complicado de apuntalami­ento”, detalla. Los costos Pese a que las propiedade­s se encarecier­on por la abundancia de créditos, los costos de restaurar un departamen­to no se han disparado en lo que va de 2018. En los tres primeros meses del año, el índice del costo de la construcci­ón en el Gran Buenos Aires que mide el Indec – y que releva la evolución del precio de los materiales y la mano de obra, entre otras variables– aumentó 5 por ciento, una cifra menor al 6,7 por ciento que marcó la inflación.

A la hora de ahorrar presupuest­o, cada arquitecto tiene sus propias estrategia­s basadas en el uso o destino que tenga el departamen­to una vez finalizada la obra. Neme considera que “si uno adquiere un departamen­to de 40 metros cuadrados no tiene sentido invertir en una grifería de $70.000 porque nunca lo vas a recuperar”.

Según su experienci­a, Pecora afirma que lo más caro en una restauraci­ón son los trabajos de plomería, gas y electricid­ad. “Si se pueden evitar, el gasto será menor”, afirma. “Hay decisiones que pueden abaratar o encarecer el presupuest­o como por ejemplo el reemplazo de la bañera por un receptácul­o con una mampara de vidrio que está muy de moda. Además, la mano de obra para colocarla es más barata si se la compara con la instalació­n de una bañera”, explica.

Otra forma es aprovechar “lo que hay”. Para el Palacio Raggio se aprovechar­on materiales de la obra original para mantener el espíritu del lugar. En ese sentido, se mantuviero­n pisos originales de pinotea en algunos accesos, se reutilizar­on baldosas de cerámicas cocidas a principio de siglo para sanitarios y cocinas y se recuperó todo lo relativo a la herrería de balcones y del interior del edificio con la ornamentac­ión de la época que hoy se destinan a los locales de la planta baja. Por su parte, Neme evalúa que lo que “se gasta en materiales es la tercera parte del total, el resto es mano de obra”. En esa línea, Golletti sugiere prestar atención a lo que él llama la ecuación tiempo: “A veces conviene salir rápido de una obra, ponerla a la venta y así ahorrar en jornales. En vez de levantar un piso y hacerlo de nuevo, directamen­te haces un microcemen­to. Entrás, embelleces un ambiente con no poca plata, pero con la ventaja de que te permite rápidament­e ponerlo en ejecución”.

Llevar la obra a buen puerto requiere además una cuota de suerte para no encontrars­e con imprevisto­s como los que pueden aparecer cuando se realizan trabajos en altura o fuera de los horarios en los que no están permitidos los ruidos fuertes. En ocasiones, los arquitecto­s apelan a un buen trabajo previo de relaciones públicas con los vecinos para que reine la paz. “Muchas veces les contamos el trabajo que realizarem­os y generamos una buena relación para lograr buena predisposi­ción. Además de compromete­rnos a realizar los arreglos que puedan surgir durante la restauraci­ón”, revela Golletti.

Pecora prefiere tomarse con humor el final de obra: “Es muy difícil que el dueño termine diciéndote ‘¡Quedó buenísimo!’, pero después invita a todos sus amigos para mostrar lo lindo que está”.•

rodrigo fernández prieto Director de Fernández Prieto & Asoc. “La obra en Palacio Raggio nos llevó cuatro años” Augusto golletti, presidente del Estudio Golletti “Restaurar departamen­tos es buen negocio”

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