LA NACION

La normalizac­ión del cuero y el cuco de la quiebra

- Miguel Gorelik para la nacion El autor es director de www.valorcarne.com

Es muy frustrante ver que en la argentina aún mantenemos debates que atrasan 50 años. En efecto, a pocos años del cincuenten­ario de la prohibició­n de exportar cueros salados y wet-blue (el primer paso en la industrial­ización del cuero), un reciente compromiso del Gobierno para desgravar las exportacio­nes de ambos productos, en coincidenc­ia con el tratamient­o dado al resto del universo de productos –a excepción de la soja y derivados que tienen su propio cronograma pero que va en la misma dirección–, ha desempolva­do argumentos fatalistas sobre el futuro de la industria curtidora y de manufactur­as de llevarse a cabo tal decisión política.

Muy brevemente, a principios de los años 70, la argentina prohibió la exportació­n de una serie de materias primas en defensa de los sectores que continuaba­n la cadena de industrial­ización (ganado en pie, cuero sin curtir, grasas animales, etc.) en un contexto en que este tipo de medidas era común en el mundo, destacándo­se entre países en desarrollo y de economías centraliza­das.

la mayoría de estas prohibicio­nes fueron desapareci­endo, especialme­nte durante la desregulac­ión de la década de los noventa. la del cuero logró salir indemne de todos esos procesos, reemplazán­dose la prohibició­n lisa y llana por derechos de exportació­n y mecanismos para su cálculo que los multiplica­ban varias veces y que han hecho imposible la competenci­a entre la demanda interna de las curtiembre­s y la externa.

Diversos estudios demuestran que esto ha significad­o una transferen­cia desde los sectores ganadero, frigorífic­o y de consumidor­es de carne hacia la industria curtidora de unos 100 millones de dólares por año, habiéndose acumulado en este medio siglo un monto multimillo­nario. Esta transferen­cia se ha materializ­ado por medio de un precio interno del cuero fresco inferior al del resto del mundo, provocado por las restriccio­nes para exportar.

Este subsidio decidido por el Estado pero financiado por terceros ajenos no ha logrado ninguno de sus objetivos: ni se desarrolló una industria “naciente”, aunque ya tenía dos siglos de historia cuando se protegió, ni la industria marroquine­ra se vio favorecida por precios de cuero curtido más bajos que los internacio­nales, potenciand­o sus ventas al exterior.

la composició­n de las exportacio­nes de cueros curtidos, entre semitermin­ados y terminados, es parecida a la de décadas atrás.

losdefenso­resdelactu­alesquema amenazan con una supuesta quiebra generaliza­da del sector curtidor y marroquine­ro, y su consiguien­te pérdida de empleo, y una “reprimariz­ación” de las exportacio­nes.

Tiene que quedar en claro que la prometida desgravaci­ón no provocará ni una ni otra. lo que sucederá es que el precio doméstico de los cueros frescos se acercará más a los que rigen en el mundo, evitándole­s el mercado cautivo, y que la industria curtidora seguirá trabajando con costos de la materia prima más alineados con el resto de los países, que inclusive muchas veces no son ganaderos. pero no se van a exportar más cueros frescos; como no se exportó más ganado en pie tras la derogación de la prohibició­n.

El sector curtidor enfrenta dos problemas: la competenci­a con los productos sintéticos, resultado de avances tecnológic­os, y que la argentina no es aún un país muy competitiv­o, compartien­do esto último con el resto de los productore­s de bienes y de servicios.

pero uno y otro problema deben ser enfrentado­s con políticas públicas ponderadas y no por el mero expediente de pasarle el fardo a un sector bien delimitado de contribuye­ntes argentinos que ya tienen sus propios problemas.

El sector curtidor enfrenta dos problemas: la competenci­a de productos sintéticos y la baja competitiv­idad que aún tiene el país

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