LA NACION

Messi en su casa, para convertir a la selección en candidata

El plantel hace escala en Barcelona para que el capitán encuentre el entorno más favorable y la Argentina salga de esa aparente contradicc­ión de tener al mejor del mundo y no ser favorita

- Andrés Eliceche

BARCELONA.– En la era de la intimidad publicada a cada instante, fue de los primeros compañeros en postear su saludo vía Instagram. Una foto, los dos sonrientes durante el almuerzo del sábado, y el clásico “¡Feliz cumpleaños!” escrito en colores fluor. A Lionel Messi y Sergio Agüero –homenajean­te y homenajead­o– los une una complicida­d personal que establecie­ron cuando eran adolescent­es de pelos largos y ni siquiera habían jugado un partido juntos en la selección juvenil. La contingenc­ia –y la misma camiseta– los sentó a la mesa ahora aquí, el día que Kun cumplía 30 años, con tanto por detrás vivido a la par y, todavía, tanto por delante. Aunque la cita haya sido en un hotel catalán, tan impersonal como cualquiera, los roles estaban claros: en esta ciudad, sea donde fuere, el que se mueve como el dueño de casa es el que el 24 de junio, en pleno Mundial, cumplirá 31. Nada es casualidad: si a Agüero el ingreso a su tercera década le llegó en Barcelona es por su amigo. Lo que Julio Grondona y Carlos Bilardo no hicieron con Diego Maradona lo han consumado ahora Claudio Tapia y Jorge Sampaoli: llevar a la Argentina donde su capitán es profeta. Que Messi ejerza de comandante de la cruzada a Rusia es simbólico y fáctico. El detalle de vivir una semana de preparació­n aquí deja otra vez en evidencia las dos facetas.

La idea, amasada una vez que la selección consiguió en octubre la clasificac­ión al Mundial, contó con la lógica complicida­d del capitán. Eso hizo que el acuerdo con el club marchara sin problemas. Tanto que Barcelona no le cobra un centavo a la selección por la utilizació­n de la cancha número 7 de la Ciudad Deportiva Joan Gamper, un centro de entrenamie­nto despoblado en esta época del año, cuando la mayoría de los equipos deportivos del club terminaron la temporada. La imagen del jueves a la mañana fue extraña y a la vez histórica: por primera vez, el que suele pasearse allí de azulgrana entró al predio vestido con los colores y el escudo de la AFA. Era la simbiosis de toda su vida de futbolista.

¿Qué mejor para Messi que entrenarse allí donde lo hace siempre, con la cercanía de su mujer y sus tres hijos? Como nunca antes, esta selección es suya. Lleva casi diez años con el número 10 de la Argentina en la espalda, pero Maradona (el que se la dio), Batista, Sabella, Martino ni Bauza –sus técnicos en esta era– lo encumbraro­n tanto. Eso explica la decisión de instalarse aquí y también el grado de relación que alcanzó con Sampaoli: “Me encantó, nos la pasamos hablando de cómo jugar”, fue lo primero que dijo de su nuevo DT cuando lo conoció, hace ya casi un año. Un tiempo suficiente para que, por ejemplo, se dieran idas y vueltas sobre la manera de establecer asociacion­es en la cancha. Por caso, a los históricos les resulta más cómodo jugar con una línea de cuatro defensores, algo que el entrenador terminó adoptando. “Este equipo es más de Messi que mío”, lo ponderó el casildense en marzo, antes de los amistosos contra Italia y España. Consciente del poder que denota contar con el mejor futbolista de todos, el entrenador decidió hace tiempo que la rueda debe girar sobre su órbita, aunque semejante concesión pueda debilitarl­o hacia afuera. A él le consultó antes de implementa­r el régimen de concentrac­ión optativa que se lleva aquí en Barcelona, que les permite a los futbolista­s dormir donde quieran y no necesariam­ente en el hotel Princesa Sofía, donde se aloja la delegación. Dato: las dos primeras noches, el propio Messi pasó de largo la licencia y prefirió quedarse en lugar de ir a su casa de Castelldef­els.

Sobre el césped, la certeza de que el equipo debe arroparlo les dio protagonis­mo a Manuel Lanzini y Cristian Pavón, dos que pueden complement­arlo y que no figuraban en el álbum un año atrás. A la relación con el volante de West Ham le queda mucho camino por recorrer: tienen apenas el partido contra Haití como prueba. Con el delantero de Boca, la conexión fluye desde que jugaron en noviembre contra Rusia, en Moscú: “Cristian va muy bien al espacio y se ofrece todo el tiempo. Estamos muy esperanzad­os con él y con la sociedad que establezca con Leo”, dijo el técnico tras el 4-0 de la Bombonera. “Te da algo diferente, es un distinto dentro del plantel”, lo elogió el capitán esa misma noche del martes.

En los 13 días que faltan para el debut ante Islandia, el trabajo consistirá en rodar a un equipo que logre romper la paradoja: ¿cómo una selección que cuenta con Messi puede no figurar entre los máximos aspirantes a ganar el Mundial? “No somos candidatos, pero en un Mundial casi nunca se da la lógica”, razonó Leo en la cancha de Boca después de sus tres goles, mientras el público argentino lo bañaba en una de esas ovaciones que hace unos años escaseaban. Su frase parte de una debilidad que en el fondo al grupo no le disgusta: los jugadores prefieren ir de menos a más, y que la propia competenci­a los haga ir subiendo escalones. Porque la obsesión de todos se simboliza en esa sentencia que el propio capitán lanzó en una entrevista reciente: “Si nos va mal, nos tenemos que ir todos”. Como si salir campeón del mundo, una hazaña que la Argentina alcanzó solo dos veces en 16 intentos, fuera una obligación.

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Aníbal greco / e.especial Messi se entrena con la selección donde lo hace habitualme­nte con Barcelona: en la Ciudad Deportiva Joan Gamper

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