99% LA DISCIPLINA DEL ÉXITO
Fue elegida ocho veces la mejor jugadora de hockey del mundo; seis veces ganadora del Champions Trophy y medallista olímpica, aquí devela cómo llegó a la cima del deporte, a puro esfuerzo y exigencia, y por qué esa cumbre también puede convertirse en un i
Luciana Aymar cuenta cómo hizo cumbre en el deporte de elite
No demos vueltas: fue elegida ocho veces la mejor jugadora del mundo, entre 2001 y 2013; la Federación Internacional de Hockey la designó en 2008 la mejor jugadora de la historia; ganó seis veces el Champions Trophy, fue varias veces medallista olímpica y bicampeona del mundo en 2002 y 2010. ¿Cómo no sumarla a la lista de los mejores deportistas argentinos de la historia, junto a figuras como Guillermo Vilas, Diego Maradona o Emanuel Ginóbili?
Luciana Aymar lleva jeans, remera y un blazer rojo shoking. La conversación tiene lugar en el set de grabación de 99%, la disciplina del éxito.
–Empecemos con el entrenamiento. P ¿Cómo era un día normal? –El silbato sonaba a las 8 de la R
mañana. En la cancha. –¿A qué hora te levantabas? P –6.30. R –¿Desayuno? P
–Cuando estaba en Buenos R Aires, desayunaba tranquila. La noche anterior me preparaba la ropa para todo el día, porque los días eran muy extensos. Necesitaba disciplina: a las 8, hockey en la cancha, dos horas; después, gimnasio. Y kinesiología, con los baños de hielo, tres minutitos. Después, a almorzar a mi casa, o con las chicas. –¿Había una dieta especial? P
–Teníamos una nutricionista. R Los lunes nos pesaban, y cada una tenía una dieta particular, dependiendo de qué precisaba. Yo necesitaba aumentar masa muscular, tomaba licuados proteicos durante los entrenamientos. Cada una sabía qué debía comer de proteínas, hidratos, verduras. También dependía de la actividad que iba a tener a la tarde. –Volvamos al día. P
–Por lo general, me dormía una R siesta. Una hora. Me desmayaba. Mi casa era otro consultorio de kinesiología, tenía todos los apara- tos; incluso, si necesitaba desinflar alguna rodilla, me dormía con los magnetos. ¡Era como un robot! Y si bien no comía tanto, sí era muy metódica con las cuatro comidas. Después salía para la segunda parte del entrenamiento. –¿Y qué te tocaba? P
–Podía ser partido con los juniors, R o sea, con varones. Fue algo habitual desde 1998. Argentina empezó esa metodología y después la copiaron otros equipos: Holanda, Australia. Te da una dinámica diferente. –¿A qué hora volvías a tu casa? P
–20.30. R –¿Qué días? P
–Todos. Bueno, domingos no. Y R el sábado cada una tenía su partido en el club. Entrenábamos lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, todos los días, a la mañana; el martes cada una entrenaba con su club.
–¿Se incrementaba el entrenamiento P ante un torneo como el Champions Trophy?
R –Dos meses antes de alguna competencia la doble carga era alta. –¿Cuándo vislumbraste que el P
hockey te podía llevar lejos?
R –No sé si sentía una pasión por el hockey, sí sentía pasión por vestir la camiseta argentina. Veía a los deportistas –a Diego, a Gaby Sabatini, a Manu Ginóbili– y quería destacarme. Tenía otras cualidades: hacía tenis y hockey. Elegí hockey porque era un deporte de conjunto. P –¿Entrenabas después de hora?
R –Sí, si no podía ir al club, entrenaba con varones. Con Banco Provincia o con GEBA, eran casi como mis compañeros.
P –Vos, a los 16 o 17 años, estando todavía en Rosario, empezaste a viajar a Buenos Aires. R –Sí, 16 años… P –¿Cómo era eso? R –No era fácil. Salía los domingos, me venía a buscar un taxi 2.40 de la madrugada, y el colectivo salía a las 4. Llegábamos 7.30, comíamos algo rápido y a las 8 arrancábamos. Si llegaba a las 8.15, cerraban la puerta y no me dejaban pasar. P –¿Te quedabas en Buenos Aires de…?
R –De lunes a jueves. P –¿A los…? R–16. –Largaste el colegio… P R –No, no. No era todas las semanas. Terminé el colegio sin dificultad. Tenía faltazos, pero después rendía las materias. Al principio no viajaba todas las semanas; cuando terminé el colegio, vivía en Buenos Aires. –¿La preparación psicológica? P R –El seleccionado contaba con ayuda. El alto rendimiento necesita contención psicológica, estamos expuestos a muchas presiones. Una no lo puede manejar, estando en la cancha, siendo tan joven. Tener tantas responsabilidades, jugar un Mundial con tanta gente, vestir la camiseta de un equipo que tanto ha ganado, es mucho. –¿Te aislabas antes de ciertos P partidos?
R –Sí, necesitaba eso. Escuchaba mi música, preparaba mi ropa, pensaba en la formación del equipo, si alguna compañera necesitaba algo. Pensaba qué iba a transmitir en la ronda. –¿Qué implica la capitanía? P
–Es muy distinto ser capitán R en un deporte semiamateur que en uno profesional. En el hockey, con las cosas que hemos pasado, deberías dedicarte a pensar solo en el juego y disfrutarlo, pero te estás preocupando de si tienen dónde alojarse, si tienen el vuelo, si cobraron su beca, si tienen ropa para entrenar, si quieren cambiar al kinesiólogo o al entrenador. –Completame lo de tus compañeras… P
–Las preparaba dependiendo el R equipo con el que nos enfrentábamos. Había también comunicación con el entrenador, nos fijábamos en cómo se esforzaba el equipo, qué jugadora estaba mejor que otras. El capitán, al menos en las Leonas, debe preocuparse por muchas cosas.
–Vos decías que tal o cual P partido había sido difícil, por ejemplo, el debut ante Sudáfrica en los Juegos Olímpicos de Londres… En perspectiva, ¿cuál fue el más difícil?
–En Londres estábamos con R nervios y la presión de la gente era muy alta, todos esperaban que las Leonas buscaran la medalla de oro. Fuimos con algunas bajas. Había cosas complicadas dentro del equipo. Yo tuve el regalo mágico de ser abanderada, y más allá de todo, como siempre, las Leonas terminaron llegando a la final olímpica más por la garra y los valores que por el juego en sí.