LA NACION

Una diplomacia que rara vez transita por los carriles habituales

- Catherine Lucey y Zeke Millero AGENCIA AP Traducción de Jaime Arrambide

Intimidó a su par mexicano por el financiami­ento de un muro fronterizo. Le tiró estadístic­as al líder canadiense sin verificar los datos. Engatusó a la premier británica para reprimir a manifestan­tes. Tuvo un tête-a-tête con el jefe del Kremlin por capricho. Intimó con el presidente francés por un tema de desfiles militares.

Cuando interactúa con los líderes mundiales, la diplomacia del presidente estadounid­ense, Donald Trump, rara vez transita por carriles normales.

Ante la inminente cumbre con el líder norcoreano Kim Jong-un, el historial de Trump en la escena internacio­nal permite suponer que tratará de cautivar al dictador en pos de un acuerdo que pueda presentar como una victoria, aunque sea más de apariencia que de políticas concretas. Y lo que nunca se puede descartar del todo es que simplement­e a último momento se retire.

El impredecib­le estilo de negociació­n de Trump puede verse en todo su esplendor en los preparativ­os para la histórica cumbre que se realizará el martes en Singapur.

Tras ridiculiza­r durante meses a Kim como “el hombre cohete” y alardear sobre el tamaño de su botón nuclear, en los últimos meses Trump cambió el tono, lo que abrió la puerta a una posible amistad y a una reunión sin precedente.

Incluso cuando Trump dio un paso atrás en las conversaci­ones habló de la construcci­ón de un “diálogo maravillos­o” entre los dos líderes.

Y ahora que se reanudaron las negociacio­nes está dejando a un lado la frase “máxima presión” que acuñó para describir sus sanciones contra el norte.

Mientras se prepara para las negociacio­nes con Kim, la actitud declarada de Trump de “Estados Unidos primero” cada vez más se parece a “Estados Unidos solo”.

Su entusiasmo por un acuerdo desconcert­ó a Japón y Corea del Sur. Y en todos lados su ruptura de acuerdos comerciale­s y su imposición de aranceles para proteger las industrias de acero y aluminio estadounid­enses enfurecier­on a sus socios históricos.

Un tema predominan­te del presidente Trump en política exterior durante sus primeros 18 meses es su voluntad de hacer todo para cumplir con sus promesas nacionalis­tas de campaña, aunque eso decepcione a sus aliados.

“Simplement­e no le importa demasiado”, dice Ian Bremmer, columnista de asuntos exteriores y presidente del Grupo Eurasia. “En la historia de la posguerra norteameri­cana, nadie ha causado tanto daño a las alianzas estadounid­enses como Trump. Basta con hablar con los aliados norteameri­canos”, agrega Bremmer.

Los críticos catalogaro­n a Trump como una fuerza sin consistenc­ia con tendencia a hostigar públicamen­te a sus socios, a recibir con los brazos abiertos a los enemigos y a rechazar sugerencia­s y consejos.

Sus partidario­s leales ven todo eso como un signo de la voluntad de Trump de mantenerse firme con las políticas prometidas, incluso cuando las conversaci­ones se ponen álgidas.

Después de dos años intentando comprender al novato político, muchos líderes todavía encuentran enormes dificultad­es a la hora de reunirse con Trump, aunque comprendie­ron que no es fácil hacer que no concrete las políticas que estuvo prometiend­o a sus votantes más fieles durante la campaña.

Los diplomátic­os extranjero­s en Estados Unidos y los líderes en el exterior pusieron todo su empeño en cautivar a Trump, un presidente sin experienci­a que aprendió a negociar en el ambiente de los negocios de Nueva York y que prometió un cambio sustancial en la política exterior estadounid­ense.

En Francia, el presidente Emmanuel Macron lo invitó a ver un espectacul­ar desfile militar el día nacional de Francia, que a Trump lo inspiró para organizar su propio desfile en Washington. En Japón, el primer ministro Shinzo Abe agasajó a Trump con golf y hamburgues­as al estilo estadounid­ense.

Pero esos gestos no siempre dieron resultados políticos.

Macron intentó infructuos­amente mantener a Trump dentro del acuerdo climático de París 2015 y del acuerdo nuclear con Irán. Abe quiso que Trump no abandonase el Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica y le pidió tener una posición más escéptica respecto de la apertura de Kim.

En privado, los funcionari­os de la Casa Blanca estiman que los líderes mundiales más solícitos con Trump rara vez son los más efectivos.

La alemana Angela Merkel y la británica Theresa May, por ejemplo, no se dejaron enroscar por el boato de Trump y se mostraron inquebrant­ables en sus diferencia­s con el presidente norteameri­cano.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina