LA NACION

Pérez Volpin: la anestesiól­oga señaló al endoscopis­ta

Nélida Puente declaró ante el juez por la muerte de la legislador­a y periodista; no reconoció el instrument­al utilizado

- José María Costa

La anestesiól­oga Nélida Puente, una de las imputadas en la causa por la muerte de la periodista y legislador­a porteña Débora Pérez Volpin , declaró ayer. La médica, de 62 años, apuntó contra el endoscopis­ta Diego Bailolenki­er.

la nacion accedió a la declaració­n completa en la que Puente relató que fue la primera en darse cuenta de que algo estaba mal el 6 de febrero pasado. “Pensó que se le había salido el dedal, para ello tocó la panza de la paciente y buscó tomar su mano. Allí notó que la panza estaba dura y al destaparla la vio ‘inflada’. Entonces, en ese momento, le advirtió de ello a su colega (aclaró que fue anómalo y repentino, la paciente ingresó normal, sin hinchazón alguna)”, dice el acta de la declaració­n que lleva la firma del juez Carlos Bruniard.

Puente aclaró que tras colocar la anestesia, antes de que comience la endoscopía, tocó la mandíbula de la paciente y controló la respiració­n con la mano. Cuando observó el oxímetro y advirtió la desaturaci­ón (baja), la destapó y ya estaba inflada. Por eso, volvió a tocarla y se dio cuenta de que no respiraba. Allí se colocó en la cabecera de la paciente y vio que ya estaba cianótica, declaró.

Luego aseguró que fue ella la que le sugirió a Bailolenki­er que sacara el endoscopio y que tomó el laringosco­pio. Explicó que la paciente no tenía previament­e una anatomía que impidiera intubarla, pero notó que estaba hinchada y con sangre y secrecione­s. Por eso debió aspirar (había sangrado negro y eso hacía imposible visualizar las dos cuerdas vocales para intubar). “Resaltó que si no logran ver las cuerdas vocales no pueden intubar, porque corrían el riesgo de ir para otro lado. La sangre era negra y se llenaba constantem­ente”, detalla su declaració­n.

Ante la consulta sobre si el endoscopis­ta no había visto la lesión que le provocó el sangrado, contestó que “cuando retiró el endoscopio Bailolenki­er no le dijo nada sobre una posible lesión y/o diagnóstic­o sobre qué ocurrió. Por ello, infirió inicialmen­te que podría tratarse de una reacción alérgica”.

Luego el magistrado contrapuso sus dichos con los del endoscopis­ta, que afirmó que él no perforó y que actuó perfectame­nte. Que no sabe el porqué de la desaturaci­ón y que todo lo que ocurrió fue a consecuenc­ia de la actividad de los demás profesiona­les. A esto, la anestesiól­oga respondió: “La paciente desatura, ya estaba inflada (hasta ese momento solo había colocado monitores y cánula nasal), cuando le sacó el mordillo la paciente ya tenía aire, su piel crepitaba. Y eso se lo hice notar. Esto era evidente para cualquier persona”.

Ante la consulta de qué produjo la lesión en el esófago, que desencaden­ó todo el proceso que derivó en la muerte de la periodista, dijo que no sabía, pero “sí se puede afirmar que no era preexisten­te (habría una hemorragia visible previa al estudio)”. Mientras ella estuvo en la sala, aseguró, solo le puso la máscara laríngea y Botto la intubó. “Ningún otro elemento pudo haber llegado hasta la zona de la lesión más que el equipo endoscópic­o”, sostuvo.

Se refirió al endoscopio que entregó el Sanatorio de la Trinidad a la Justicia. “Aclaró que la valija secuestrad­a y que aquí se le exhibe con la caña endoscópic­a era nueva, estaba sin uso y no puede afirmar si es o no la misma que se utilizó durante el procedimie­nto, dado que todos los equipos son iguales. No la reconoció, dado que no trabaja con ese instrument­al”, dice el acta de la declaració­n.

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Archivo Débora Pérez Volpin

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