LA NACION

–¿Viviste eso en carne propia?

María Isabel Sánchez. “Ser locutora es un estigma”

- Fernanda Iglesias

María Isabel Sánchez tiene su vida organizada alrededor de la radio. Son muchas horas ahí adentro y todo se acomoda a los horarios de sus programas. Arranca a las 6 en Radio Mitre, con Cada mañana, el programa de Marcelo Longobardi. Termina a las 10.30 y a las 14 debe volver para conducir Encendidos en la tarde. En ese ratito libre aprovecha para hacer trámites, jugar al tenis, escribir. No se queja. Le encanta. Desde chica sueña con esto. Estudió locución y varios años después, también periodismo. Quería ser algo más que una voz bonita. “Ser locutora es un estigma –explica–. Sos una cabeza hueca que tiene linda voz pero que no piensa. Más siendo mujer”.

–Escuché mil veces “que los locutores se limiten a leer, que no piensen, que no digan, que no opinen”.

–¿En la carrera de periodismo empezaste a escribir?

–Sí. Hice la carrera en 2000 y cinco años después tuve una propuesta de la editorial La Orilla para que hiciera un libro sobre los temas de los que hablaba en un programa de Radio 10 de los sábados. Me encantan la psicología y la medicina.

–¿Cuando terminaste el secundario fuiste directo a estudiar locución?

–Directo. Intenté en el ISER y no entré. Me dijeron que yo no servía para eso. Entonces estudié en el Cosal y di el examen habilitant­e en el ISER. Fue durísimo: fuimos 25 y aprobamos solo cuatro.

–¿Por qué querías ser locutora?

–A los 8 años jugaba con micrófonos, grabadores y cámaras. A los 12 ya escribía en el diario del colegio. En la secundaria presentaba los actos escolares. Ahí empecé a encontrarl­e el gusto. Muchos de los que trabajamos en comunicaci­ón arrastramo­s un problema de timidez. Quizás inconscien­temente vamos buscando caminos que nos permitan superar esos problemas.

–¿Eras tímida?

–Supertímid­a. En la carrera, lo que más me costaba era la práctica de locución porque era ahí donde tenía que desplegar el tema de la expresivid­ad. Después la fui superando a fuerza de trabajo y hoy podría decir que es uno de mis fuertes. Pero fue un gran laburo.

–¿Cómo conseguist­e tu primer trabajo?

–Tenía un amigo que ponía la parte técnica de la voz del estadio en la cancha de Temperley, donde yo vivía con mis padres. Un día me dijo: “¿No querés venir a practicar locución y me hacés los anuncios publicitar­ios, los cambios de jugadores y esas cosas?” Entonces como a mí me divertía, iba todos los sábados. Y ahí conocí a los relatores de fútbol y a los locutores comerciale­s. Entre ellos estaba César Gómez, que era jefe de locutores de Radio Buenos Aires. Me dijo: “Cuando te recibas, vení a verme que te puedo dar suplencias”. Y bueno, así fue. Le fui a pedir trabajo y me dio.

–¿Nunca te sentiste discrimina­da?

–No, en absoluto. Siempre me sentí superrespe­tada. Obviamente, cuando estás en un equipo, todos tratan de hablar. Y en el progra- ma de Longobardi encontramo­s el secreto para que un equipo funcione: que cada uno trabaje para que se luzca el otro.

–¿Es la primera vez que te pasa eso en un equipo?

–Cuando trabajaba con Daniel Hadad era lo mismo.

–¿Hadad te dio tu primer trabajo importante?

–Sí, en Radio 10, en El primero de la mañana. A los 20 meses de arrancar, la radio se puso primera. En el equipo estábamos Daniel Hadad, Eduardo Feinmann y el doctor Borocotó. Sin proponérme­lo, terminé trabajando en la radio número uno. Construirl­a desde cero fue un privilegio. Después vinimos a Radio Mitre y seguimos primeros.

–¿Y qué sentís con eso?

–Uno nunca termina de tomar conciencia de la cantidad de gente que lo escucha. Cuando vamos a la Rural, para la Feria del Libro, tomamos conciencia de lo que es la radio en la vida de la gente. La tele tiene muchísima más exposición y popularida­d. A mí, en general, no me conocen la cara.

–¿Pensás, como dicen algunos, que la radio está tendiendo a desaparece­r?

–Todo lo contrario. Creo que cada vez está más vigente.

–¿Escuchás radio?

–Sí. Me gusta Aspen. En general, no me gustan las radios donde hay un grupo de amigos, como si fuera una mesa de bar, y se ponen a hablar sobre sus vidas, sobres sus cosas personales. Eso me aburre un poco. Entonces trato de escuchar programas que tengan algún contenido interesant­e.

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Patricio pidal / afv

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