LA NACION

Lapidación pública y vuelta al método 678

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

La fragilidad económica del Gobierno en los últimos tiempos envalenton­ó a algunos sectores que intentan crear climas, particular­mente en el campo de la comunicaci­ón, un ámbito que el Gobierno aborda espasmódic­amente, en forma desorganiz­ada y poco eficaz.

Aprovechan­do estos flancos débiles, las fake news estuvieron a la orden del día en la semana que pasó con intención de dañar al oficialism­o. Pero el tiro les salió por la culata al menos en dos casos: se pretendió hacer creer que los rescatista­s que fueron en salvataje del helicópter­o con parte de la comitiva presidenci­al varado una noche en medio de la montaña en Catamarca habían quedado abandonado­s a su suerte. El jefe de ese equipo debió salir a desmentir la versión y todos fueron recibidos en la residencia de Olivos por el presidente Mauricio Macri. Lo que parecía un escrache en Nueva York contra el jefe de Gabinete Marcos Peña, también difundido con bombos y platillos, se comprobó que era una solitaria militante y cholula hiperk ir ch ner is ta que colecciona selfies y videítos con sus héroes nac&pop, integrante de “Provincia 25” (militantes K que viven en el exterior listos a participar de escraches contra el oficialism­o y que también fueron de la partida del bullying a la selección, en Barcelona).

Como no sucedía desde los tiempos de 678, en las redes volvieron con fuerza los que cuestionan decisiones editoriale­s de cómo arman sus portadas los diarios más exitosos. Aparte de ser un reclamo que atrasa, porque hoy el consumo mayoritari­o es por vía digital, y de dejar al descubiert­o cuán colonizada­s paradójica­mente están sus cabezas por los medios que tanto critican, se dio el caso del editor de Página 12 que cuestionó la tapa de este diario por no incluir la foto de la última marcha de Ni una menos el mismo día en que ese periódico publicaba en su primera plana una imagen trastocada de aquella manifestac­ión. Y no es la primera vez que sucede.

Lo dijo muy claramente el ensayista Alejandro Horowicz en su paso por Intratable­sel lunes último: a veces algunos sectores deben apelar a formas más bruscas para hacerse visibiliza­r. Aludía a los grupos que protestaro­n el domingo pasado en las afueras del hotel donde se entregaban los Martín Fierro.

El razonamien­to del autor de Los cuatro peronismos tiene su lógica: la protesta puede ser un vehículo legítimo de expresión excepciona­l cuando se agotan todos los recursos legales y no se ofrecen canales de diálogo. No parecía el caso de esos manifestan­tes que protestaba­n agitando pancartas con nombres de sindicatos que representa­n a trabajador­es de medios de comunicaci­ón masiva públicos y privados que no la están pasando bien. Precisamen­te, por ser profesiona­les del periodismo son muy activos en las redes sociales, inundan con sus frecuentes comunicado­s las casillas de mails y hasta producen espacios audiovisua­les comoel noticiero que suben ala web empleados de la TV Pública en protesta por la supresión de los informativ­os del fin de semana, el recorte de un 87% de las horas extras y el 0% de aumento a los sueldos este año, un ahorro de unos mil millones de pesos. Según el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, d ichos salarios están muy por encima de los que se perciben en la industria televisiva privada. De los 1064 empleados, según el ministerio a cargo de Hernán Lombardi, solo el 2% tienen ingresos inferiores a 40 mil pesos, en tanto que el 30% perciben sueldos brutos mensuales por arriba de los 100 mil pesos.

De cualquier forma, la protesta pública es lícita, siempre y cuando no colisione con derechos de terceros. Pero el gravísimo problema que se suscitó en la manifestac­ión del domingo es que viró de protesta común a inquietant­e grupo de choque que vomitó improperio­s y amenazas –hasta hubo huevazos– sobre conocidas figuras del espectácul­o y del periodismo cuando pasaban por la alfombra roja rumbo al hotel donde se entregaban las codiciadas estatuilla­s. El bullying público no se conformó con humillar a personajes cuidadosam­ente elegidos y cuyo denominado­r común podría ser cierta actitud crítica hacia el kirchneris­mo. Uno de ellos, incluso, recibió un llamado en plena ceremonia que le advertía que, a la salida, el ambiente podía llegar a estar más espeso y

Insultos en la noche de los Martín Fierro; los “críticos” de tapas y fake news contra el Gobierno

que era mejor que saliera motorizado desde el garaje ubicado en el subsuelo del hotel.

Radio y televisión argentina, el órgano que comanda Canal 7, mientras se llevaba a cabo la ceremonia de los Martín Fierro, dio a conocer un comunicado en el que aseguró que “en la Televisión Pública no ha habido despidos. Faltan a la verdad los que lo afirman”.

A invitados a esa fiesta, que no fueron maltratado­s como Susana Giménez, Miguel Wiñazki, Nacho Viale y Mónica Gutiérrez, entre otros, se les pedía posar para una foto portando un cartel con la leyenda “no apaguen a los medios públicos”. RTA anunció que para este año se aprobaron más de 50 programas, acaba de lanzar con gran repercusió­n la plataforma Contar y en unos días comienza a transmitir el Mundial.

A los muchos trastornos que ya genera en la circulació­n callejera, si la protesta pública encima involucion­a hacia la lapidación de personas como oprobiosa metodologí­a, sin una contundent­e repulsa social, estaríamos ingresando en una gravísima e inquietant­e degradació­n de la democracia que se basa en poder dirimir los disensos en paz.

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