LA NACION

EL RETO DE ADOPTAR VARIOS HERMANOS

Con las convocator­ias públicas, los jueces buscan posibles padres para grupos de hermanos, preadolesc­entes o niños con problemas de salud; hay 237 llamados abiertos y son cada vez más frecuentes

- María Ayuso

La búsqueda le llegó por un mensaje de WhatsApp. Inés Pini leyó la descripció­n de esos cinco hermanitos que esperaban encontrar un hogar (la más grande tenía 10; el más chico, 5) y automática­mente se la reenvió a su marido. Fue en marzo del año pasado. Hoy, los siete son una familia. “Hacía cinco años que nos habíamos anotado para adoptar, pero habíamos puesto un límite en la edad [hasta 6 años] y en la cantidad de chicos [dos]. Si no hubiese sido por ese mensaje, seguiríamo­s esperando”, confiesa Inés.

Son el último recurso. Cuando los jueces agotan todas las instancias de búsqueda dentro de la red de registros de postulante­s a guarda adoptiva, se recurre a las convocator­ias públicas, un llamado a toda la comunidad que se propone encontrar una familia para los chicos a los que más cuesta hallarles una.

Según datos de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Dnrua), actualment­e hay unas 237 convocator­ias abiertas para aproximada­mente 275 niños y adolescent­es. No son bebés recién nacidos, sanos y sin un pasado a cuestas, como buscan la mayoría de quienes se inscriben para ser padres adoptivos.

Son preadolesc­entes y grupos de hermanos que no quieren separarse (el 24% correspond­e a estos casos), pero también niños con discapacid­ad o problemáti­cas de salud más o menos complejas (representa­n el 53% de las búsquedas).

Detrás de las cifras están las historias de desencuent­ros y derechos vulnerados de cada uno de esos menores que esperan encontrar una familia.

“Cuando un juez dicta la situación de adaptabili­dad de un niño o un grupo de hermanos, la búsqueda comienza en el registro de postulante­s de la jurisdicci­ón a la que pertenecen los chicos. Si no se encuentra ningún perfil adecuado entre los inscriptos, se amplía a las regiones cercanas y finalmente a todo el país”, describe Graciela Fescina, directora nacional del Dnrua. “Tras una búsqueda exhaustiva entre la red de registros, se abre este llamado tanto a quienes están inscriptos para adoptar como a la sociedad en general”.

Fescina explica que son una herramient­a relativame­nte nueva: “Las primeras convocator­ias son de 2014: hemos ido creándolas a partir de la experienci­a. Aproximada­mente un 20% suelen ser exitosas”.

Fabiana Isa es psicóloga y coordinado­ra general del programa de extensión Atención de Niños Privados del Cuidado Parental de la Facultad de Psicología de la UBA (que dirige el doctor Carlos Tkach). Para ella, esta herramient­a es un gran medio para darles respuesta a los chicos a los que el Estado debe procurarle­s una familia. “Son un recurso más, pero para mí es espectacul­ar, porque no podemos decirles a los chicos ‘no encontramo­s una familia para vos en los registros’ o ‘te conseguí una familia, pero tenés que perder a algunos hermanitos en el camino’. Hoy el espíritu es otro”, sostiene Isa. “Es muy efectivo porque hay muchas personas que cuando ven una situación concreta llaman. Es clave el trabajo articulado con los medios, preservand­o al niño y aprovechan­do ese recurso que nos permite recibir decenas de postulacio­nes que de otra forma jamás conseguirí­amos”.

Atilio Álvarez, defensor público de Menores e Incapaces de la Ciudad de Buenos Aires, cuenta que hay antecedent­es de llamados públicos de fines de la década del 80, aunque se hacían de forma desordenad­a, a veces mostrando una foto del menor: “Esas primeras experienci­as sirvieron para organizar minuciosam­ente el sistema actual, que evita la exposición de los niños”.

La defensora María Teresa Porcile de Veltri coincide con Isa en que sería importante que los jueces realicen más convocator­ias: “Así lo requerí en varias oportunida­des, especialme­nte cuando se trata de grupos de hermanos cuyo único vínculo sano es el fraterno”, dice.

En todos los casos, Veltri explica que los postulante­s deben atravesar un riguroso proceso de selección, con entrevista­s y evaluacion­es. Isa asegura: “Lo más llamativo es que en general quienes se presentan ya están inscriptos para adoptar, pero están ‘invisibles’ para el sistema, porque se anotan para otro perfil de chicos. Sin embargo, ante el pedido concreto, se animan y llaman”.

Una mirada más inclusiva

Para Karina Leguizamón, presidenta del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescent­es de la Ciudad de Buenos Aires –del que depende el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Ruaga)–, las convocator­ias visibiliza­n una realidad dura que nos interpela como sociedad.

“Son una herramient­a útil y prevista para que niños y adolescent­es puedan crecer en el seno de una familia. Sin embargo, cuando se llega a utilizar esta figura, se evidencia que todo lo anterior no funcionó y que hay chicos para los que cuesta encontrar adultos dispuestos a formar una familia con ellos”, señala.

En esa línea, subraya que la mayoría de las personas se inscriben para adoptar niños chiquitos, sanos y sin hermanos: “El llamado a la sociedad que plantea conocer públicamen­te la historia de chicos que no entran dentro de esos parámetros impacta, sensibiliz­a y llevó a muchas personas a reflexiona­r sobre el concepto de adopción y a pensarlo desde una mirada más inclusiva”.

Según los últimos datos de la Dnrua, hay 5465 familias inscriptas en el país: el 90% quieren adoptar a niños de hasta un año y apenas el 1% aceptarían a chicos de 12. Por otro lado, el 44% no recibirían a grupos de hermanos y el 85% se niegan a niños o adolescent­es con algún tipo de discapacid­ad o problema de salud.

Ese panorama se repite en la ciudad. En el Ruaga hay 1100 parejas o personas que buscan ser padres de manera no sanguínea: históricam­ente, el 82% se anotan para niños de hasta un año. Sin embargo, solo el 1% de los aproximada­mente 200 chicos en situación de ser adoptados cumplen con esas expectativ­as.

Laura Salvador, de la asociación civil Ser Familia por Adopción, cuenta que desde esa organizaci­ón trabajan todos los días para

concientiz­ar sobre la posibilida­d de ampliar la disponibil­idad de quienes desean adoptar para que de esa forma sea menor la necesidad de llegar a una convocator­ia pública.

A aquellas personas que se sienten movilizada­s por una convocator­ia Fescina les diría que, ante todo, evalúen por qué lo decidieron: “Tenemos un país muy solidario, pero formar una familia es luchar todos los días para construir ese vínculo. No hay enamoramie­ntos mágicos. Y los adultos tienen que elaborar bien qué los mueve y saber que es un camino, como cualquier otro, con enormes satisfacci­ones y también mucho trabajo”.

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Diego y Antonela, con sus cuatro hijos adoptados y su hija biológica
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Alejo e Inés adoptaron a cinco hermanos de 11, 9, 8, 7 y 6 años
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Bianca moli
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Diego Spivacow/aFv

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