LA NACION

La cumbre del año: se reúnen Trump y Kim en Singapur

Buscan un acuerdo sobre el plan nuclear norcoreano.

- Adrián Foncillas

SINGAPUR.– Kim Jong-un y Donald Trump discutirán mañana (hoy a las 22 hora argentina) sobre la desnuclear­ización y la paz en la primera reunión presidenci­al de dos países aún anclados en una guerra de hace siete décadas. El término histórico no sobra, ni tampoco las comparacio­nes con aquella germinal visita de Richard Nixon a Pekín que sacó a China de su aislamient­o y la empujó a lo que es hoy. Algunos expertos moderan el optimismo y no esperan más que una foto que colme el ego desaforado de ambos, mucho circo mediático y alguna vaga declaració­n de intencione­s.

La desnuclear­ización es el nudo gordiano de la reunión. Washington y Pyongyang se comprometi­eron a salir de Singapur con el acuerdo firmado, pero el problema radica en las interpreta­ciones. La norteameri­cana la pretende completa, verificabl­e e irreversib­le (CVID, por sus siglas en inglés), mientras que la norcoreana entiende un proceso gradual y sincroniza­do con incentivos.

También persisten las dudas de que Kim sacrifique un arsenal nuclear levantado con sudor durante cuatro décadas, que está incluido en la Constituci­ón y que ha asegurado la superviven­cia del clan mientras desfilaban los cadáveres de otros dictadores hostiles a Occidente. La Casa Blanca apuntaló en las últimas semanas todos los temores norcoreano­s con la sorprenden­te ruptura unilateral del acuerdo de desnuclear­ización con Irán y las tercas alusiones a la fórmula libia que acabó con el asesinato de Khadafy tras entregar su arsenal.

Kim no aceptará la CVID o exigirá condicione­s inasumible­s por ella, anticipa Richard Bitzinger, experto en seguridad en Asia de la S. Rajaratnam School.

“Dudo mucho de que esté preparado para renunciar a sus armas nucleares a cambio únicamente del levantamie­nto de sanciones, la firma de un tratado de paz o más envío de energía. Quizá diga algo parecido a ese compromiso, pero probableme­nte pedirá la salida de tropas norteameri­canas de Corea del Sur y el fin de su protección. Son asuntos imposibles desde un punto de vista militar y político”, sostiene.

Ese es otro asunto interpreta­tivo espinoso. La desnuclear­ización de la península obliga, según Pyonyang, a todos los actores con armas nucleares. Implica, pues, la salida de las decenas de miles de tropas estadounid­enses de Corea del Sur y el final de su paraguas militar. Ni siquiera Moon Jae-in, el admirable presidente surcoreano, tan comprometi­do con la paz, estaría dispuesto a pagar ese precio.

La cuestión, pues, es qué se podrá negociar tras el previsible rechazo norcoreano a la CIVD. Se desconoce qué alternativ­as ha preparado Estados Unidos, e incluso si las tiene. Trump ha aclarado en los últimos días que no necesita estudiarse el tema porque todo “es una cuestión de actitud”. Él y todo su equipo no suman ni la mitad de horas de vuelo de uno solo de los encallecid­os negociador­es norcoreano­s.

El sentido común aconseja empezar por la exigencia de una lista pormenoriz­ada de misiles, armas nucleares, laboratori­os y otras instalacio­nes y la vía libre a fiscalizar su desmantela­miento. Esa lista exigirá un acto de fe considerab­le, porque el régimen no es un epítome de transparen­cia y bajo su orografía montañosa ha excavado miles de túneles.

La negociació­n sobre lo que Trump aceptará aún se está discutiend­o, señala Chiew-Ping Hoo, experta de la Universida­d Nacional de Malasia. “Permitir que los inspectore­s de Estados Unidos y el Organismo Internacio­nal de Energía Atómica visiten las instalacio­nes sería una buena concesión. El acuerdo también requerirá garantías de seguridad como un acuerdo de paz, la reducción de tropas en la península y la retirada de todas las instalacio­nes con armas nucleares de Corea y quizá de Japón”, añade.

El proceso hasta la desnuclear­ización se intuye farragoso y tardará no menos de una década en completars­e, calculan los expertos. Trump necesitó apenas 45 minutos en aceptar la invitación de Kim a la cumbre que le habían trasladado los delegados surcoreano­s, dio por segura la firma de la desnuclear­ización días después en un tuit y advirtió de que se levantaría si Pyongyang no aceptara sus imposicion­es.

Los expertos opinan que su miedo al fracaso tras haber planteado la reunión en términos de todo o nada precipitó la temporal cancelació­n de semanas atrás y sus tozudas alusiones a Libia y el empeño en dibujar a Corea del Norte como un enemigo que acudía rendido y humillado se entendiero­n como un sabotaje encubierto. Sus declaracio­nes más recientes sugieren un baño de realidad.

Esas recortadas expectativ­as ayudarán a que la cumbre no termine en desplantes irreversib­les. Peter Kuznick, historiado­r de la American University, descarta que se cierre la CVID porque la palabra de Trump “no vale ni el papel en el que está escrita”.

“Pero está desesperad­o por una victoria, quiere un gran espectácul­o, ama ese debate estúpido de si merece el Nobel de la Paz, está entusiasma­do por la posibilida­d de conseguir algo que ni Obama ni otros lograron”, sostiene.

Un examen desapasion­ado sugiere que Trump perdería más que Kim. Este, ante el fracaso de la cumbre, podría regresar al fragor pasado, pero ya con el recuperado sustento de Pekín y Seúl. Trump, en cambio, se juega esa presunta habilidad negociador­a sobrenatur­al. “Soy optimista con cautelas porque está tan desesperad­o por conseguir un resultado positivo que estará inclinado a compromete­rse”, termina Kuznick.

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Kim fue recibido por el primer ministro Lee Hsien Loong
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Trump llegó anoche al aeropuerto de Singapur

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