LA NACION

El feudalismo llega a WhatsApp

Los Rodríguez Saá, eternizado­s en el poder, se aseguran impunidad en una administra­ción discrecion­al de los recursos públicos de San Luis

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Lo nuevo, lejos de nutrir lo nuevo, puede terminar alimentand­o lo viejo. Por ejemplo, la innovación tecnológic­a puede servir para virtualiza­r sistemas feudales dignos de épocas en las que ni se soñaba con Internet y regar de populismo cibernétic­o las redes sociales y las aplicacion­es móviles. Así quedó demostrado con el lanzamient­o, a través de un mensaje de audio vía WhatsApp, de la precandida­tura a gobernador de la provincia de San Luis del actual senador nacional Adolfo Rodríguez Saá.

Este lanzamient­o anticipado del Adolfo, como se conoce al hermano del actual mandatario provincial, Alberto, responde a motivacion­es institucio­nales, necesidade­s familiares e intereses personales que, combinados, pueden terminar en un nuevo mandato de uno de los miembros de la familia que, desde 1983, mantiene el control institucio­nal y el liderazgo político de San Luis, perpetuand­o la negación de uno de los principios más saludables de la democracia: la alternanci­a en el poder.

No faltan motivacion­es institucio­nales, que no se ligan al fortalecim­iento de los principios democrátic­os ni a la plena vigencia de los preceptos republican­os, sino que, por el contrario, la permanenci­a en el poder de los hermanos Rodríguez Saá se vincula a la necesidad de tener que eternizar una administra­ción absolutame­nte discrecion­al de los recursos públicos, un aparato policíacam­ente clientelar sostenido sobre la base de becas, pensiones y subsidios cuyos beneficiar­ios son celosament­e vigilados por punteros políticos y un esquema de avasallami­ento del Poder Judicial que en algún momento mereció una intervenci­ón federal que nunca se concretó. La rotación endogámica de Alberto y Adolfo como mandatario­s provincial­es evita que un gobierno de otro signo investigue la fortuna acumulada por el binomio, ponga la lupa sobre las cuentas públicas y eche luz sobre los métodos de coerción sobre la Justicia.

Un juicio pesa sobre dos altos funcionari­os acusados de exigirles a los postulante­s a jueces provincial­es la firma de una renuncia en blanco como condición para ser nombrados. Esa renuncia, en manos del Poder Ejecutivo, se convertía en una herramient­a disciplina­dora, pues, ante fallos que desagradar­an al gobernador de turno, solo bastaba completar la fecha para que el juez dejara de serlo. Este juicio, luego de casi 15 años, espera fecha para que un tribunal oral federal haga justicia.

Hay necesidade­s familiares, pues según allegados al clan los hermanos y sus respectiva­s familias mantienen marcadas diferencia­s. Adolfo sospecha que Alberto quiere impulsar para la gobernació­n a un hombre de su confianza, el actual ministro de Obras Públicas, Felipe Tomasevich. Tampoco coinciden con respecto a la alianza con el kirchneris­mo, pues Adolfo no está de acuerdo con seguir esa línea en una provincia donde casi el 65% del electorado votó en 2015 por Mauricio Macri. En la oposición sostienen que estas diferencia­s son excusas para poder ocupar más espacio político y concentrar atención mediática en detrimento de Claudio Poggi –el candidato de Pro derrotado en las últimas elecciones legislativ­as tras obtener en las PASO casi 20 puntos de ventaja– y Enrique Ponce, actual intendente de la ciudad capital con fuerte caudal de votos propios sostenido en una prolija gestión. Por separado no son un riesgo electoral, pero juntos pondrían en jaque la fortaleza feudal. Las rencillas familiares no ponen en riesgo el blindaje del régimen, pues en la práctica los hermanos se siguen cuidando las espaldas: en caso de que Adolfo asuma la provincia y deba dejar su rol de legislador nacional, quien asumiría es su propio hermano Alberto, senador suplente. Uno de los principios del régimen feudal es que todo quede en familia.

Existen intereses personales que tienen que ver con la consolidac­ión del estilo caudillist­a de Adolfo, que con 70 años de edad fue cinco veces consecutiv­as gobernador de la provincia puntana, entre 1983 y 2001, por lo que busca su sexto mandato. Posicionar su persona tempraname­nte como candidato no solo condiciona la interna del Partido Justiciali­sta, sino que también debilita la candidatur­a de Poggi si se adelantara­n las elecciones a gobernador a junio de 2019.

Los Rodríguez Saá necesitan ordenar una transición que le permita al régimen mantener en el poder a sus delfines por muchos años más para garantizar la impunidad. Las amenazas que enfrentan tienen que ver con la imposibili­dad de instalar a las nuevas generacion­es que los sucedan, mientras que desde la vereda opositora se comienzan a perfilar dirigentes de una nueva generación con posibilida­des de disputarle­s el poder. Por ello, la candidatur­a anticipada de Adolfo tal vez termine siendo el anticipo del fin de uno de los feudos más antiguos. No sería descabella­do esperar que un moderno mensaje enviado por el eterno candidato en reclamo del apoyo de su electorado termine sucumbiend­o ante otro mensaje de la democracia moderna en apoyo de la alternanci­a en el poder, la renovación política y el cambio de un sistema feudal por un auténtico Estado de Derecho.

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