LA NACION

Nadal, entre las leyendas del deporte moderno

- José Luis Domínguez

Para tratar de poner en contexto lo conseguido en Roland Garros por Rafael Nadal, los números podrían ayudar: 11 títulos en el Bois de Boulogne son una prueba contundent­e del dominio del mejor tenista de todos los tiempos en canchas lentas. Puede debatirse largo sobre quién es el mejor tenista de la historia, el más vistoso o el más completo, pero a esta altura no hay discusión sobre quién es el emperador del clay.

En un deporte en el que es habitual convivir con las derrotas, Nadal asombra con 86 triunfos sobre 88 partidos en el Grand Slam parisino: 97,72 por ciento de efectivida­d. Su dominio de la tierra batida podría compararse con el de Federer en Wimbledon. Pero el suizo, si bien tiene un récord notable (91 triunfos y 11 derrotas, con 8 títulos), es menos perfecto: perdió tres finales en el césped londinense, mientras que Nadal celebró en todas sus finales en París.

Robin Soderling y Novak Djokovic, sus únicos vencedores allí desde 2005, tendrán una gran leyenda para contar. Por cómo se impuso Nadal, incluso Diego Schwartzma­n tiene razones para sentir orgullo: el Peque es el único que consiguió arrebatarl­e un set y ponerlo en apuros, hasta que la lluvia ayudó al campeón.

Sus logros en polvo de ladrillo obligan a indagar en otras disciplina­s. ¿Podría compararse con los 11 títulos de Bill Russell en la NBA entre 1957 y 1969? ¿Es algo semejante a las 23 medallas doradas de Michael Phelps en la natación olímpica, o las 8 de Usain Bolt en atletismo? ¿vale tanto como los 32 títulos que lograron Messi e Iniesta con Barcelona?

Sí hay una certeza: junto con Federer, Nadal ha marcado a fuego el tenis de este milenio. El español ha sabido sobreponer­se a varias lesiones que pusieron en riesgo su carrera; acaso los problemas físicos hayan sido su rival más encarnizad­o. Pero su mentalidad competitiv­a lo ha llevado a pulverizar límites.

De sus 17 títulos de Grand Slam, 11 llegaron en París. Alguna vez, Roland Garros lo miró con recelo; el domingo, le ofrendó una ovación de pie que duró más de un minuto. Abrazado a la Copa de los Mosquetero­s, a Nadal se lo vio conmovido. En ese instante demostró ser humano, una condición que no parece exhibir frente a sus rivales.

Alguna vez, porque el tiempo pasa para todos, Nadal dejará de jugar (y ganar) en Roland Garros. Y en el Bois de Boulogne se contará la historia de un zurdo español que convirtió la hazaña de ganar un Grand Slam en un trabajo de rutina. Falta: mientras Nadal y Federer detienen los relojes, el tenis disfruta esta era de leyendas vivas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina