LA NACION

Nuevos ritos fúnebres

Bolivianos, peruanos y paraguayos mantienen vigentes los velatorios, la sepultura en tierra y las visitas al cementerio, que declinan entre los porteños; suman bebidas, comida y música

- Fernando J. de Aróstegui

Cambian las tradicione­s con el arribo de inmigrante­s.

Al pie del ataúd, entre 16 velas que ardían en el piso, había seis vasos con distintas bebidas, una bolsa con hojas de coca, un pack de seis botellas de 2,25 litros de Manaos sabor lima limón, cinco tetrabrik de vino tinto Uvita y un plato con una empanada. Elena Moscoso Colque tomó uno de los vasos, que tenía servido un “canelado” (agua, canela, anís Ocho Hermanos y azúcar); volcó unas gotas a la derecha del cajón, otras a la izquierda, se persignó y tomó un trago en memoria de su primo Gualberto Colque, de 33 años, nacido en Sucre, Bolivia, y muerto en Buenos Aires. Era viernes.

Su velatorio congregó a unos 50 amigos y parientes, todos vestidos de negro, desde la medianoche del domingo hasta el alba del lunes en un estrecha cochería de Parque Avellaneda. Entre el olor acre de las hojas de coca quemadas como ofrendas, y sobre el piso pegoteado por las muchas bebidas derramadas, rezaron varias veces el padrenuest­ro y el avemaría. Después cantaron canciones de algunos de los artistas favoritos de Colque, como Yarita Lizeth y Sonia Morales. También comieron empanadas y sándwiches, tomaron café, vino, canelado y gaseosas. A las 9 partieron con el cajón hacia el cementerio de Flores.

Los ritos fúnebres del velatorio, la sepultura en tierra y la visita al cementerio son tres costumbres cada vez más en desuso entre los porteños (ver aparte). Sin embargo, estas tradicione­s mortuorias se mantienen vigentes entre los inmigrante­s, que les aportan matices particular­es.

Las tres comunidade­s extranjera­s más numerosas en Buenos Aires –la paraguaya, la boliviana y la peruana– conservan intactas sus costumbres funerarias. La celebració­n de elaborados velorios, el consumo de comidas y bebidas tradiciona­les durante las ceremonias y la conservaci­ón del luto son algunos de los rituales más respetados al despedir a los muertos. Aunque menos numerosas, también las comunidade­s coreana y armenia son rigurosas al respecto.

“Dejamos nuestra tierra, pero cargamos nuestras tradicione­s”, explicó Norma Andia, presidenta de la Federación de Asociacion­es Civiles Bolivianas. Con frecuencia los velatorios bolivianos son celebrados en el domicilio del difunto. Y a las tradicione­s más ancestrale­s ahora también les sumaron otras, como el hábito de proyectar videos que repasan la vida del fallecido.

“Recibimos de nuestros tatarabuel­os la costumbre de meter en el ataúd hilo de costurar para que el muerto ‘cierre sus deudas’; huevos para que pueda ‘ver’, y una escalera para ‘subir al cielo’”, detalló. Al noveno día desde el entierro se realiza el lavatorio: “Se lava toda la ropa que dejó el muerto, se la seca y por fin se la quema”, contó Andia.

La viuda viste ropa negra durante el primer año desde el entierro. Pero al celebrarse ese aniversari­o, contratará una orquesta y un salón de baile. Luego, mientras se bailan cuecas, una madrina la despojará de toda la vestimenta negra hasta dejarla en ropa interior. Entonces podrá volver a vestirse de colores y buscar una nueva pareja.

En Buenos Aires viven unos 76.609 bolivianos, según el censo de 2010. Un 78% de esa población es católica, según datos censales de Bolivia. La principal concentrac­ión de esa comunidad se registra en el Bajo Flores.

Paradigma

“En Occidente impera el paradigma de la ‘muerte rechazada’, que establece una separación entre los mundos de los vivos y de los muertos. Aunque en algunas culturas ambos mundos están integrados y la muerte es considerad­a como parte del ciclo vital”, precisó Brenda Canelo, doctora en Antropolog­ía Social e investigad­ora del Conicet, que estudió las multitudin­arias celebracio­nes del Día de los Muertos en el cementerio de Flores, los 2 de noviembre.

Las costumbres mortuorias de los peruanos en Buenos Aires suelen ser más bulliciosa­s que las bolivianas. En los velatorios, además de tocar mucha música, se cuentan anécdotas del difunto y hasta chistes. En los sectores más populares, es frecuente que se toque música chicha, un estilo similar a la cumbia villera. Y a veces se contratan grupos que hacen covers de Chacalón y la Nueva Crema, un mítico músico peruano y su banda.

“También se pasa música al sacar el cajón de la casa para llevarlo hacia el cementerio”, explicó Javier Cárdenas, administra­dor de la página de Facebook Orgullo Peruano en Argentina. “Se alza el cajón en hombros y se lo pasea por toda la cuadra, mientras se toma cerveza y suena la cumbia”, dijo, y agregó que cuanto más joven es el muerto, “más alboroto se hace”.

Los 60.478 peruanos que viven en Buenos Aires, según datos del censo de 2010, se concentran en Once, Flores y las villas 31 y 1-11-14. El 81,3% de esa población es católica, de acuerdo con datos censales de Perú. La mayoría de los entierros de peruanos se realizan en los cementerio­s de la Chacarita y Flores.

También los peruanos velan a los muertos en su domicilio. “Durante la ceremonia, que suele durar unas 24 horas, se sirve carapulcra, un plato heredado de los incas, preparado con carne y papas secadas con hielo en los Andes. Se bebe café y bebidas alcohólica­s: anisado, pisco, ron”, detalló Cárdenas. “Al inicio del velatorio son todo lágrimas. Pero con las anécdotas, el alcohol y la música, después se ameniza”, sintetizó.

“Los paraguayos no estamos de acuerdo con la cremación”, explicó Sergio Acosta, secretario de la Casa Paraguaya en Buenos Aires. Y agregó que, en lo posible, los paraguayos prefieren ser enterrados en su tierra natal.

El rezo de la novena es una de sus costumbres fúnebres más respetadas. Durante nueve días, desde el fallecimie­nto, los familiares del difunto se reúnen todos los días a la misma hora para rezar el rosario. “El último día, para celebrar la purificaci­ón del alma del muerto, se sirve una picada, algunos bocaditos y la infaltable sopa paraguaya”, detalló Acosta.

Hay otra tradición fúnebre que los paraguayos observan con rigor: “En el féretro no debe quedar ningún espacio vacío. Si no, la muerte se llevará a otro integrante de la familia”, agregó. En las familias más ortodoxas, las viudas conservan el luto hasta dos años.

En Buenos Aires hay radicados 80.325 paraguayos, según el censo de 2010. Muy devotos de la Virgen de Caacupé, un 90% de los paraguayos son católicos.

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Gaseosas, vino y hojas de coca en el velatorio de un ciudadano boliviano

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