LA NACION

Una decisión controvert­ida que vulnera derechos

- Luciana Vázquez

Las tomas de colegios para manifestar el apoyo a la legalizaci­ón del aborto es un ejemplo claro de una contradicc­ión problemáti­ca. Hay un país capaz de avanzar con energía edificante hacia la conquista de derechos humanos del futuro y hacia la consagraci­ón histórica de derechos pendientes desde el siglo XX en América Latina. Y hay otro país que, a cada paso constructi­vo que da en pos de esos derechos nuevos, se lleva puestos derechos fundaciona­les de la vida en democracia. En realidad, es el mismo país y se llama Argentina.

La conciencia profunda que la adolescenc­ia viene desplegand­o en temas de género es inversamen­te proporcion­al a su conciencia acerca de algunos de los derechos fundadores de la democracia. Se trata, en este punto, del derecho a la educación y a la libertad de expresión.

Vale una aclaración: no estoy de acuerdo con las tomas de escuelas bajo ninguna circunstan­cia, tampoco para defender un derecho urgente, pero estoy a favor del aborto legal, seguro y gratuito.

Pero resulta muy cuestionab­le que la contundenc­ia con que parte de la sociedad defiende ese derecho de las mujeres opaque el ejercicio del derecho a la educación de todos los adolescent­es y a la libre expresión de la adolescenc­ia que piensa distinto. Las tomas de escuelas ponen en jaque esos dos derechos. Y lo hacen en varios sentidos.

Primero, porque la escuela, y especialme­nte la escuela pública, debe ser el lugar donde chicos y chicas encuentren un ambiente seguro para expresar sus desencuent­ros existencia­les, su perplejida­d ante el mundo, sin sentirse juzgados ni avasallado­s por la posición de las mayorías. Dentro del espacio de la escuela, cada adolescent­e y sus visiones valen lo mismo. Dentro de la escuela, no es el juego de mayorías y minorías el que encauza las creencias supuestame­nte equivocada­s de la adolescenc­ia. Es la tarea formativa de los educadores la que debería hacerse cargo de esa responsabi­lidad. Cuando hay toma, no hay adultos educando. Cuando hay toma, no hay educación.

El riesgo es condenar a los adolescent­es que piensan distinto a la reclusión en la soledad de sus conciencia­s en pleno patio escolar, donde deberían estar brillando y siendo escuchados. Para muchos, no resulta fácil plantarse ante las minorías más intensas de sus escuelas, que se presentan como mayorías surgidas de asambleas demasiado imperfecta­s.

Segundo, porque no hay derechos más importante­s que otros ni más justos ni más legítimos que otros. No hay “derechos de izquierda” por un lado y “derechos de derecha” por el otro. La militancia activa en defensa de un derecho, en este caso el del aborto legal, no puede basarse en el avasallami­ento del derecho a la educación o del derecho a la libre expresión de quienes piensan distinto. Cuando se toma una escuela, parte de la adolescenc­ia se queda sin voz.

No es menor que eso suceda con el argumento de que la urgencia del derecho al aborto manda sobre cualquier otro debate. La democracia es un juego delicado que se basa en la fe en sus reglas, es decir, en el respeto de los derechos y las obligacion­es, los urgentes y los de siempre.

Como en el ajedrez, sin reglas no hay juego democrátic­o. La defensa de una democracia plena implica una conciencia clara acerca de los derechos que están en pugna y de los dilemas que eso acarrea. Es contradict­orio militar por la protección del derecho de las mujeres al aborto vulnerando abiertamen­te otros derechos.

Es hora de que la caja de herramient­as de la democracia con que la adolescenc­ia reclama por sus derechos deje de incluir las “tomas”. En democracia, se puede. Buena parte de la militancia feminista del #NiUnaMenos viene dando ejemplos de cómo se pueden correr los límites de lo posible sin arrinconar derechos.

Aquí llega la tercera cuestión. Que, precisamen­te, la libre manifestac­ión de las personas puede darse en la plaza, donde las ideas opuestas compiten de igual a igual por la atención de la opinión pública sin jaquear ningún otro derecho.

Finalmente, que la democracia argentina, que tan duramente conquistam­os, es una democracia representa­tiva. Unas 30.000 firmas de estudiante­s en apoyo del aborto no reemplazan la representa­tividad parlamenta­ria. Y no solo porque son pocas con relación a los casi 4 millones de alumnos secundario­s y cerca de 2 millones de estudiante­s universita­rios. También porque en nuestro país la representa­ción ciudadana más legítima, la que surge de las elecciones, es indirecta. Y eso es algo que también la adolescenc­ia debe comprender cabalmente.

No importa cuántos manifestan­tes ocupen las calles. Ni cuántos colegios sean tomados. Ni cuántas firmas se reúnan. La decisión está en el Congreso. Ahí vale la lógica de mayorías y minorías. Si la votación no beneficia las posiciones que consideram­os justas, es el juego de largo aliento de la alternanci­a de mayorías y minorías parlamenta­rias el que dirimirá la cuestión en el futuro y no la presión fáctica de colegios o universida­des tomados. Queda pendiente un debate acerca de cómo dejar atrás las tomas y dar con alternativ­as de mayor calidad democrátic­a.

Cuando los adolescent­es toman escuelas, se quedan solos. Los adultos los dejamos solos. Y nos privamos de construir con ellos más conciencia democrátic­a. La que tiene que ver con la libertad de los géneros y también la que tiene que ver con las reglas de la democracia que garantizan, precisamen­te, el ejercicio pleno de los derechos. De todos los derechos.

No hay derechos más importante­s ni más legítimos que otros

No importa cuántos colegios sean tomados. La decisión está en el Congreso

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina