LA NACION

Es hora de probar otro camino

- Olga Rista Diputada (UCR-Córdoba)

Estar a favor de la despenaliz­ación del aborto en la Argentina no es estar a favor del aborto. Cuando cambiamos el eje de la discusión para basarnos en argumentos de índole moral o religiosa, estamos perdiendo de vista la cuestión que nos planteamos debatir. Una vez más, es necesario que se entienda que confeccion­ar leyes que van a regir la vida de las personas constituye un deber cívico, de representa­ción pública. Poco tiene que ver con las conviccion­es religiosas o estrictame­nte personales de quien es elegido para representa­r al pueblo.

Ignorar la realidad por aferrarse a creencias absolutas o puramente ideacional­es aleja al legislador de los problemas reales de la gente y lo vuelve incapaz de empatizar con otros seres humanos, condición básica de cualquier persona que quiere dedicarse al servicio público. La primera reflexión que me surgió luego de escuchar a todos los oradores en el debate en la Cámara de Diputados fue que en las exposicion­es de quienes hablaron a favor de la despenaliz­ación primaron argumentos basados en la realidad empírica que viven las personas, en la manera de lograr una mejora inmediata en las condicione­s actuales; mientras que en el caso de los que hablaron en contra hubo un claro componente moral o abstracto, que cargó las palabras de juicios de valor e hizo difícil relacionar las posturas penalizado­ras con la vida real.

No quiero decir que no sea deseable aspirar a ideales elevados cuando pensamos en la sociedad argentina, sino que esos ideales no pueden nublar nuestro juicio al decidir cómo ayudar a crear mejores condicione­s de vida ,principalm­ente para quienes son más vulnerable­s. Los abortos en la Argentina ocurren, están ocurriendo hoy. Con un sistema que penaliza a la mujer, que vuelve posible que se apliquen mecanismos que eviten que sobrevivie­ntes de una violación o alguien cuya vida corre riesgo puedan recurrir a esta práctica sin sentirse estigmatiz­adas, los abortos ocurren igual. La diferencia es que con este sistema priman el silencio, el miedo y la persecució­n, y muchas veces las mujeres dejan su vida en el camino. Esa es la única diferencia. La discusión no es aborto sí o aborto no; la discusión es penalizaci­ón y clandestin­idad o despenaliz­ación y contención. El derecho penal ya se demostró ineficaz para bajar el número de abortos en la Argentina. Lo que se está proponiend­o en este debate es probar otro camino para evitar las muertes maternas y quitar del foco la penalidad para concentrar­se en la prevención y la educación, garantizan­do condicione­s de salubridad para quienes de todas maneras estén decididas a realizarse esa práctica.

Yo estoy en contra del aborto. Creo que debería tratar de evitarse siempre llegar a esa instancia o poner a cualquier mujer en la situación de tener que tomar esa decisión porque no tuvo acceso a condicione­s de vida que le permitiera­n elegir antes si quería quedar embarazada. Desde mis conviccion­es personales, nunca aconsejarí­a a nadie hacerse un aborto. Pero miro la realidad y sé que está pasando. Escucho a los médicos, médicos que nos dicen lo que antes dijo Favaloro: necesitamo­s despenaliz­ar porque las que mueren son las más pobres, porque se crea un sistema paralelo de clandestin­idad que no protege a nadie.

Desde mi lugar, pido a mis colegas legislador­es que intenten despojarse de juicios de valor absolutos y reflexione­n sobre el sistema actual basado en la penalizaci­ón. ¿Realmente consideran que es eficaz, que tiene un impacto positivo en la sociedad y la vida de las personas? Si dudaron en contestar que sí, creo que es hora de que pensemos en cambiarlo.

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