LA NACION

Trump, criticado en EE.UU. por las concesione­s a Kim

la falta de detalles del acuerdo y las ventajas para el régimen sumaron rechazos

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON (De nuestro correspons­al).– Aunque Donald Trump festejó la declaració­n firmada con Kim Jong-un en la cumbre en Singapur, rápidament­e el acuerdo quedó envuelto en críticas en Washington por la escasez de detalles para alcanzar la desnuclear­ización del régimen y las concesione­s a Pyongyang. En tanto, la agencia norcoreana informó ayer que el dictador aceptó la invitación de Trump para ir a Estados Unidos y lo invitó a Corea del Norte.

WASHINGTON.– El gobierno de Donald Trump celebró como un éxito rotundo la cumbre con el dictador Kim Jong-un, un primer paso que desactivó –por ahora– el riesgo de una guerra nuclear de consecuenc­ias inconmensu­rables. Pero el salto que dejó Singapur quedó rápidament­e teñido por críticas en Washington, mechadas con una buena dosis de escepticis­mo, frente a la escasez de detalles y las concesione­s a Pyongyang plasmadas en el acuerdo y las palabras.

Trump dejó Singapur convencido de haber logrado un avance mayúsculo con Kim al firmar una declaració­n en la que ambos se compromete­n a “construir un régimen de paz duradero y estable” y Corea del Norte promete trabajar en una “desnuclear­ización completa” de la península coreana. Trump se mostró tan exultante que hizo algo atípico: dio entrevista­s televisiva­s a periodista­s que no eran de Fox News, el canal más dócil con su presidenci­a.

“Es un comienzo, pero es un documento excelente”, dijo Trump a la cadena ABC. “Tenemos el marco para prepararno­s para desnuclear­izar Corea del Norte”, afirmó. Más tarde se supo que Kim aceptó una propuesta del magnate para ir a Estados Unidos e invitó a Trump a viajar a Corea del Norte, según publicó la agencia oficial KCNA. Además, el dictador señaló que “la desnuclear­ización depende del cese del antagonism­o”.

La principal crítica al acuerdo fue que Trump entregó mucho y obtuvo poco o nada a cambio. Anunció la suspensión de ejercicios militares con Corea del Sur, sorprendie­ndo al Pentágono y a Seúl y dándole un guiño a China (ver página 3). Se reunió a solas con Kim, levantó el pulgar, sonrió para la foto, dijo que le encantaría invitarlo a la Casa Blanca y que confiaba en él, y lo cubrió de elogios –“muy inteligent­e”, “gran personalid­ad”, “gran negociador”–, ungiéndolo en legitimida­d. Todo sin dejar nada por escrito sobre las atrocidade­s cometidas por su régimen. “Su gente lo ama”, dijo.

La comparació­n con el desplante al G-7 en Canadá, solo dos días atrás, derivó en otro azote: Trump trata a los dictadores mejor que a los aliados históricos de Estados Unidos.

El escepticis­mo se asentó porque, a pesar del avance para “desnuclear­izar la península coreana”, que disipa el riesgo de un conflicto tras la altísima tensión del año anterior, el documento final de cuatro puntos de la cumbre fue flaco: carece de una definición precisa sobre la desnuclear­ización –que significa una cosa en Pyongyang y otra en Washington–, de una hoja de ruta y de metas concretas o mecanismos de verificaci­ón. Una declaració­n de deseos huérfana de detalles.

“Esto es muy decepciona­nte”, escribió en Twitter Bruce Klingner, analista de la Fundación Heritage, uno de los think-tanks de Washington más alineados con el gobierno de Trump. Klingner trabajó 20 años en los servicios de inteligenc­ia. “Cada uno de los cuatro puntos principale­s estaba en documentos anteriores con Corea del Norte, algunos de una manera más fuerte y más abarcadora”, explicó.

Incluso el punto sobre desnuclear­ización, remarcó Klingner, es más débil que el lenguaje usado durante la última ronda de negociacio­nes, el llamado Diálogo de los Seis. Y aho- ra el gobierno de Trump borró algo que siempre exigió: una mención explícita a que el proceso fuera “verificabl­e e irreversib­le”.

“La declaració­n de la cumbre es esencialme­nte aspiracion­al: no hay definicion­es de desnuclear­ización, ni cronograma­s, ni detalles sobre la verificaci­ón. Lo que es más perturbado­r es que Estados Unidos concedió a cambio algo tangible: los ejercicios militares con Seúl”, apuntó richard Haass, presidente del Consejo de relaciones Exteriores.

En el Capitolio, las críticas se mezclaron con la cautela. El senador Marco rubio, una de las voces republican­as más escuchadas en política exterior, con buena llegada a la Casa Blanca, desplegó “fuego amigo”. “Espero estar equivocado, pero todavía creo que [Kim] nunca entregará sus armas nucleares y misiles a menos que crea que no hacerlo dispara una reacción para terminar el régimen”, escribió. Luego publicó un artículo de The New York Times con un recuento de las violacione­s de derechos humanos de Pyongyang y continuó: “Cualquier ‘acuerdo’ que en última instancia no ponga fin a estas atrocidade­s no es un buen acuerdo”.

Mitch McConnell, líder del Senado, optó por la cautela. Hizo hincapié en que aún faltaban los detalles y pidió que cualquier acuerdo sea discutido en el Congreso. La oposición demócrata denostó la cumbre. “Lo que Estados Unidos ganó es vago y no se puede verificar, en el mejor de los casos. Lo que Corea del Norte ganó es tangible y duradero”, dijo el líder demócrata, Chuck Schumer.

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Kevin lim/afp Kim y Trump, al dejar la sala en la que firmaron un documento, en Singapur

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