LA NACION

Llegó el momento de que sean ellas las que decidan

- Carla Carrizo Diputada nacional (Evolución Radical, Ciudad de Buenos Aires)

Hoy será un día histórico en la Argentina. Los diputados deberán votar si avanzan o no en la legalizaci­ón del aborto en el país. El debate, como otros, se transmitir­á en vivo desde el Congreso. Y, como ocurrió con la media sanción de la ley de paridad de género en junio de 2016, afuera, en la plaza, mujeres, adolescent­es y niñas han decidido hacer “vigilia”.

Una palabra muy católica para una ley muy secular. Vigilia: intensidad. Sobre el deseo de estar despierto; en vela y con velas. Las mujeres saben de eso. De un estado que antecede el sueño. ¿Cuál? El de un país democrátic­o al que puedan representa­r y en el que puedan trabajar, ambicionar, cuidar, sino también “decidir” sobre sus cuerpos y sexualidad.

¿Cuál será la reacción popular si los votos del no triunfan sobre el sí? No lo sabemos. Porque en estos 34 años de democracia desde 1983 nunca hemos retrocedid­o, sino avanzado en el ejercicio del liberalism­o personal de los ciudadanos. Y no hubo en ningún caso apocalipsi­s. La evidencia enseña que en derechos personales no hay grieta social y ello debería orientar el modo en que hoy los diputados deberían votar. No hacerlo así podría, en cambio, generar una fisura no prevista: acaso la división entre Estado e Iglesia, que, a diferencia que en el resto de las democracia­s, sí es en la Argentina una grieta escondida.

En Uruguay, país secular, la legalizaci­ón llevó 20 años. En Portugal, también secular, nueve. La Argentina es un país católico. Es la séptima vez que la Campaña Nacional presenta el proyecto y 13 años lo que demoró su efectivo tratamient­o en el Congreso. ¿Cuáles han sido las particular­idades de la Argentina en su recorrido hacia el aborto legal? ¿Qué nos mostró este debate de nosotros mismos, política y sociedad incluidos?

A diferencia de otros casos, en la Argentina el proceso no tiene líderes políticos, sino protagonis­tas. El debate llega tarde, pero en un escenario marcado por tres datos claves. El liderazgo del país en leyes que consagran la práctica liberal de los argentinos en sus derechos personales. La marcha #NiUnaMenos (2015), leading case a nivel internacio­nal. Y su corolario: un feminismo popular, más que intelectua­l. Juntos, aportan una legitimida­d y velocidad que estuvieron ausentes en las democracia­s en que se trató antes.

En efecto, en estos escasos pero intensos 34 años el país les dio a las mujeres nombre propio, patria potestad compartida, pensión a la concubina, divorcio vincular, ley de cupo, ley contra toda forma de violencia y paridad entre varones y mujeres en política nacional. Y a todos, matrimonio igualitari­o, identidad de género y adopción para parejas del mismo sexo. Haciendo esto marcó varios hitos. La vanguardia superó divisiones políticas.

Hay cosas que son estables en la Argentina: la innovación social en derechos personales. Y no hubo retrocesos, sino ampliación de derechos nuevos. Los ciudadanos no parecieran pedir permiso en estos temas. Ejercen poder social y construyen agenda institucio­nal. No se trataría de concesione­s políticas, sino al revés. De necesidade­s políticas a tono con una sociedad que marca, en estos temas, enorme autonomía. Esa intensidad configura hoy un blindaje social. Por ello, si triunfa el no, el problema será una legalidad coactiva: desobedien­cia civil será la respuesta. Porque las democracia­s enseñan cómo hacer cuando no hay razones para aceptar leyes que producen víctimas.

La Argentina fue líder en equidad de género: ley de cupo, 1991. Pero el número en política sí importa y nadie lidera con un tercio. #NiUnaMenos puso en la escena pública que había mujeres en política, pero que faltaban políticas para las mujeres argentinas. El femicidio, palabra para muchos difícil, fue llevado como protesta a las plazas de todas las provincias. Liderada por periodista­s, no por políticas. Fueron la impotencia y la orfandad más que la argumentac­ión lo que le dio al feminismo masividad y nacionaliz­ación. Necesidad, no solo palabras. Y lo que se siente es más difícil de olvidar que lo que se explica.

Luego de esa marcha, nada fue igual. Claro que la libertad de prensa democratiz­a. Esa marcha popularizó el movimiento feminista. Todas las ideas, clases, provincias, mujeres líderes de sí mismas. Sobran referentes porque sobran voluntades. El movimiento no le pertenece a nadie. Las mujeres son el 52% de la población y cada una ese día, sabiendo o no de feminismo, habló por sí misma. Volverán a hablar en forma colectiva si sien- ten que el no, como el cupo, no las representa en política.

¿Aborto sí o aborto no? ¿Leyes o dogmas? ¿Vida o vidas? ¿Deseo o culpa? ¿Salud o castigo? ¿Adopción o caridad? ¿Ética o moral? ¿Legalizaci­ón o penalizaci­ón? ¿Derechos o clandestin­idad? ¿Ciencia o mitos? ¿Datos o números? ¿Mujer o madre?

Estas fueron algunas de las preguntas que nos permitiero­n formularno­s los más de 700 expositore­s que visitaron el Congreso. Médicos, actrices, constituci­onal is tas, escritor as, asociacion­es, curas, monjas, psicólogas, ciudadanos, periodista­s, decanos. Referentes internacio­nales. Pero fueron el azar y los medios los que dieron voz a dos protagonis­tas, silenciada­s por la opacidad de la Iglesia en las provincias. Ellas no conocen el Congreso, pero fue el debate que ocurría adentro lo que permitió a las periodista­s difundir y a la sociedad entender cuáles de todas aquellas preguntas eran las que necesitan una respuesta urgente en la Argentina.

Salta: abuso sexual, 10 años. Mendoza: abuso sexual, 11 años. ¿Niñas madres? Ni mujeres ni madres. Víctimas. Embarazo forzado y tortura. No es costumbre ni cultura. No es deseo ni lujuria. Es ausencia del Estado. Ni derechos ni justicia. La legalizaci­ón del aborto comenzó a entenderse en la Argentina y los costos, sociales y políticos, de seguir con la penalizaci­ón violenta, también.

El gobernador de Salta derogó el decreto que impide el aborto por violación. Siguió la declaració­n del senador Miguel Ángel Pichetto, hombre clave del peronismo en transforma­ción, a favor de la legalizaci­ón. El Senado de la Nación no es hoy invisible a la votación. Siguió la declaració­n del gobernador de Mendoza: no hace falta un protocolo, hay que cumplir con el Código Penal que rige en todo el territorio nacional y establece la despenaliz­ación del aborto en tres causales: cuando hay abuso sexual y cuando está en riesgo la vida o la salud de la mujer gestante. Vida y salud no son sinónimos.

Lo que aprendimos es que necesitamo­s la tragedia de ambas niñas para entender que la discusión nunca fue “aborto sí o aborto no”, aunque así haya sido planteada por quienes lideraron la campaña del no. La discusión siempre fue si dejamos atrás el sistema de despenaliz­ación por causales y avanzamos hacia un sistema de legalizaci­ón por plazos, las primeras 14 semanas y con causales a partir de esa fecha: abuso sexual, vida y salud de la gestante e inviabilid­ad de la vida extrauteri­na.

Queda saber si los diputados necesitare­mos más tragedias individual­es para ponderar si queremos nosotros seguir decidiendo en nombre de ellas: cuándo la salud psíquica de una mujer está o no en riesgo y cuándo un embarazo es o no deseado. Nosotros por ellas, ¿en nombre de Dios?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina