LA NACION

“En la Argentina no hay justicia para los pobres”

Hace 18 años que intenta revincular­se con su hija, dada en adopción a pesar de que él quería criarla; obtuvo un fallo favorable de la CIDH, pero su suerte es esquiva en los tribunales locales

- Texto Gabriel Di Nicola | Foto Santiago Cichero AFV

Cuando habla de ella su rostro se ilumina. Pero cuando recuerda su lucha, que ya lleva 18 años, se quiebra y no puede contener las lágrimas. Leonardo Fornerón, policía de Entre Ríos, de 45 años, lucha por recuperar el vínculo con su hija, que fue entregada en adopción, sin su consentimi­ento, a un matrimonio de Buenos Aires un día después de su nacimiento, en junio de 2000.

Su caso llegó a la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), que le dio la razón y condenó al Estado argentino no solo a hacer posible el restableci­miento del vínculo entre padre e hija, sino también a investigar penalmente a todos los partícipes de la adopción espuria y a tipificar como delito la venta de bebés. Pero ahora los tribunales nacionales volvieron a darle una mala noticia: un tribunal revocó los procesamie­ntos de primera instancia que pesaban sobre la madre biológica, los padres adoptivos y otras siete personas (funcionari­os judiciales de Entre Ríos, abogados y una psicóloga, entre otros) por el delito de sustracció­n de menor de 10 años.

Fornerón no se da por vencido. Sus abogados, Margarita Nicoliche, Susana Terenzi y Santiago Bertinat Gonnet, ya preparan el recurso que presentará­n para que intervenga la Cámara Federal de Casación Penal.

–¿Qué sensación tuvo cuando se enteró de que la Sala VII de la CámaraNaci­onaldeApel­acioneshab­ía revocado los procesamie­ntos por el caso de su hija?

–Me hace pensar que en la Argentina no hay justicia para los pobres, que solo hay justicia para un sector de la sociedad.

–¿Qué pensó cuando el fiscal Ignacio Mahiques pidió las indagatori­as de la madre biológica, del matrimonio que recibió a su hija y de los funcionari­os de Entre Ríos que participar­on en la guarda y adopción, y cuando después el juez Marcos Fernández dictó los procesamie­ntos?

–Fue la primera vez que alguien investigó lo que había sucedido en el año 2000. Antes nadie había investigad­o. Sentí esperanzas de tener un poco de justicia por los derechos de mi hija y los míos.

Aquella buena noticia del procesamie­nto de primera instancia se transformó en un nuevo revés cuando los camaristas Mauro Divito y Julio Marcelo Lucini revocaron esa resolución.

“La resolución del tribunal de alzada es arbitraria y basada solo en afirmacion­es dogmáticas”, afirmó a la nacion el abogado Bertinat Gonnet.

El juez Fernández había procesado a la madre biológica, identifica­da como D.E.E.; al matrimonio adoptivo integrado por B. y Z., y a Raúl del Valle, que hace 17 años, cuando nació la beba, era juez en lo Civil y Comercial de la ciudad entrerrian­a de Victoria. El magistrado también procesó por el mismo delito a los funcionari­os judiciales que en junio de 2000 cumplían las funciones de defensores de pobres y menores, Julio Guaita y Marcelo Balbi; a la perito psicóloga Daniela Kairuz; al abogado que en su momento representó a los adoptantes, Salvador Espona, y a dos hombres que hicieron las veces de intermedia­rios entre las partes.

“Tanto aquellos imputados que participar­on en el primer tramo del delito, es decir, en la entrega de la menor [sustracció­n], como los que, con sus aportes, lograron que la menor continuase ilícitamen­te en poder del matrimonio ‘adoptivo’ [retención] tenían pleno conocimien­to y voluntad de apartar a la menor de la esfera de custodia del padre biológico”, había sostenido el juez de primera instancia.

Pero los camaristas Divito y Lucini entendiero­n que se trató de una entrega voluntaria por parte de la madre biológica. “Sobre la base de la apuntada entrega voluntaria, entiendo que las personas que en la ocasión recibieron a [la niña] porque pretendían adoptarla –como finalmente lo hicieron, luego de la tramitació­n del proceso civil correspond­iente– tampoco la sustrajero­n ni participar­on en una sustracció­n típica”, suscribier­on en el fallo.

Fornerón, que tiene otros cuatro hijos de entre 2 y 12 años, no se rindió. Desde que supo que su hija había sido entregada por la madre biológica intentó recuperarl­a para criarla.

Él y aquella mujer vivían en Rosario del Tala, Entre Ríos. La relación terminó antes de que se enterara de que iba a ser padre. Aunque siempre dijo que quería hacerse cargo de la beba, no pudo conocerla porque la madre biológica, que dio a luz el 16 de junio de 2000 en Victoria, la entregó 24 horas después del parto.

El caso, impulsado por Fornerón, llegó hasta la CIDH, que en 2012 sentenció que el Estado argentino había violado los derechos esenciales de padre e hija a convivir en familia, además de negar el derecho a la identidad de la menor. Por eso, obligó a garantizar un proceso que culminara en la revinculac­ión entre el policía y la hoy adolescent­e.

Fornerón y su hija, que por cuestiones legales solo se identifica como XX, se ven una vez al mes, entre 40 minutos y una hora. El encuentro, que se hace en un local de comidas rápidas –en las primeras citas tenía a los padres adoptantes sentados a otra mesa, muy cerca de ellos– y dura lo que decida la adolescent­e, no se les hace fácil. “Ella habla solo dos o tres palabras”, cuenta el policía entrerrian­o a la nacion.

En 2011, Fornerón declaró ante la CIDH. Su testimonio, dicen quienes lo presenciar­on, fue conmovedor. No pudo frenar las lágrimas cuando hablaba de su hija. Afirmó que el juez del caso entrerrian­o [Del Valle] le había dicho que no le daría la tenencia de su hija porque era pobre y el matrimonio que ya tenía a la niña en guarda para su adopción tenía una buena posición económica.

–¿Recibió presiones para que desistiera de su intención de criar y revincular­se con su hija?

–Sí, al principio, cuando me enteré de que era mi hija. Vinieron a Rosario del Tala y me ofrecieron lo que yo quisiera para que les dejase a mi hija con ellos. Les respondí que yo solo la quería a ella.

–¿Qué siente cuando la ve?

–Siento un gran amor por mi hija. Orgullo por ver cómo creció, pero también tristeza de no haber sido parte de ese crecimient­o.

Fornerón, a pesar del revés judicial y de las trabas, no piensa bajar los brazos. Promete que continuará con su lucha. Sin pausa.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina