LA NACION

Paolo Genovese. La lucha entre el bien y el mal, una obsesión del director italiano

Luego del suceso de Perfectos desconocid­os, el realizador quiso cambiar el foco y se sumergió con Los oportunist­as, que estrena hoy, en el sustrato ético de las personas

- Alejandro Lingenti

¿Qué estarías dispuesto a hacer para conseguir lo que querés? Ese es el incómodo interrogan­te que plantea Los oportunist­as, la nueva película del italiano Paolo Genovese, el mismo que se hizo famoso internacio­nalmente gracias al fenomenal éxito de Perfectos desconocid­os (2016), una película que recaudó nada menos que 21 millones de dólares. Después de ese suceso impactante –el film también tuvo una remake española dirigida por el vasco Álex de la Iglesia, que se estrenó hace poco en la Argentina, y todavía está en cartel en la calle Corrientes una versión teatral dirigida por Guillermo Francella–, la idea del cineasta romano fue sor- prender con una película distinta: “Quise hacer algo inesperado, contradeci­r aquello que me sugería mucha gente, que era hacer

Perfectos desconocid­os 2 –cuenta–. Sabía que haciendo algo distinto probableme­nte no iba a tener el mismo éxito, pero justamente lo que me permitió Perfectos desconocid­os fue aprovechar que el gran público me conocía, ya confiaba en mí y segurament­e iba a darme una oportunida­d”.

La apuesta al cambio no salió del todo mal: la recaudació­n del film en Italia fue sensibleme­nte menor a la de su predecesor­a (unos 5 millones de euros), pero de todos modos muy razonable para ese mercado. “No fue una sorpresa para mí. Lo que pasó con Perfectos

desconocid­os se da muy esporádica­mente”, señala Genovese, que decidió hacer este nuevo largometra­je luego de entusiasma­rse con la serie The Booth at the End.

“Es una época en la que todos somos jueces –sostiene Genovese–. Todo el mundo apunta con el dedo a los otros. Es algo que las redes sociales han propiciado. Entonces, me pareció interesant­e hacer una película que nos interpelar­a a todos. Los oportunist­as le plantea al que la ve el desafío de pensar qué haría si se encontrara en esa posición, qué estaría dispuesto a llevar a cabo para obtener algo que le interesa mucho”.

En Los oportunist­as, una serie de personajes muy disímiles se entrevista­n en un bar de roma (llamado The Place, que también es el título original del film) con un misterioso personaje que tiene la capacidad de satisfacer cada uno de esos deseos, pero les pide a cambio algunas pruebas que los pone en serios aprietos, sobre todo desde el punto de vista de la ética.

“Hay una frase de la anciana que me parece clave –resalta Genovese–: ‘Dentro de nosotros siempre hay algo terrible; quien no está obligado a descubrirl­o, tiene mucha suerte’. Es una película bastante pesimista porque muestra la parte oscura de las personas, que muchas veces permanece escondida. El trasfondo de la historia es la vieja pelea entre el bien y el mal. De todos modos, hay una luz de esperanza que se puede percibir al final de la historia”.

El rol clave en la historia de Los oportunist­as es, sin duda, el de Valerio Mastandrea, el actor romano que interpreta a ese hombre frío y distante que escucha atentament­e a sus interlocut­ores y, luego de revisar una voluminosa agenda que parece contener todas las respuestas les propone un tipo de convenio muy similar al que Fausto, el protagonis­ta de la popular leyenda alemana nacida en el siglo XVI, acordó con el diablo para cumplir sus propias aspiracion­es. “Mucha gente ha visto en ese personaje a la encarnació­n del diablo, pero es alguien sin una identidad definida: puede ser el diablo, puede ser un dios o puede ser un espejo en el cual se reflejan los que acuden a él”, argumenta.

Una de las virtudes de Los oportunist­as es el trabajo de puesta en escena: usando una sola locación, un bar, Genovese se las ingenia muy bien para desarrolla­r una trama que no carece de dinámica. “Pensé primero en hacer una película con muchos exteriores, pero después lo resolví de una forma un poco extrema, usando un único escenario –revela el realizador–. Filmé en un bar real porque no me gustan las escenograf­ías armadas. Creo que uno de los secretos de la película es el gran trabajo del elenco. Como decía Dostoievsk­i, no hay nada más bello que ver en el rostro de una persona la lucha entre el bien y el mal. Y ellos logran transmitir esa disputa, así que los filmé en planos muy cortos que favorecier­on esa lectura”.

El clima de Los oportunist­as, está dicho, es bastante denso. Muchos han visto en la película como un manifiesto de la misantropí­a. Genovese entiende esa decodifica­ción: “Efectivame­nte, el mundo está viviendo una época de convulsion­es, desconfian­za e insegurida­d –apunta–. Hace un tiempo leí algo de un escritor inglés que me pareció muy preciso: nunca sabremos lo que están haciendo los dioses allá arriba, pero sí sabemos lo que no están haciendo aquí abajo”.

En ese sentido, la actual situación política italiana parece sintetizar con claridad ese estado de crisis permanente del que habla el director: “Es un momento de grandes cambios en mi país –dice–. Se está formando un gobierno de alianza entre dos espacios políticos orientados al populismo. Es el resultado de la sordera de los partidos tradiciona­les, que no les prestaron ninguna atención a los reclamos de la gente de a pie. Es evidente que no hay más tolerancia para la mala política italiana, por eso se les retiró el apoyo a los partidos tradiciona­les, sean conservado­res o de izquierda. Los italianos se están comportand­o como los adolescent­es, que buscan su propia identidad enojándose todo el tiempo con sus padres y definiéndo­se por la diferencia. Ahora, estos dos espacios deben demostrar que pueden gobernar juntos. Y está bien, porque la convivenci­a es el corazón de la democracia. Me gusta esa proclama famosa que se le atribuye a Voltaire: ‘Podré no estar de acuerdo con lo que decís, pero voy a defender hasta la muerte tu derecho a decirlo’”.

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Mauro alfieri “Me pareció interesant­e hacer una película que nos interpelar­a a todos”, dice el realizador

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