LA NACION

Para Macri, un hito y mucho por hacer

- Claudio Jacquelin

Un pronóstico que tenía entidad de verdad revelada hasta hace poco más de un mes fue desmentido rotundamen­te por la realidad a las 10 de la mañana de ayer. La legalizaci­ón del aborto logró la aprobación de la Cámara de Diputados, a pesar de la coexistenc­ia temporal de dos factores que justificab­an la previsión contraria: un papa argentino y un gobierno de “derecha”.

Viene de tapa

Mucho más que una curiosidad, la media sanción lograda de manera ajustada pero rotunda, después de más de un día de intenso debate, refleja el carácter particular­mente dinámico de la sociedad argentina y su capacidad para impactar e influir sobre la dirigencia política y torcer lo que parece inmodifica­ble.

Lo ocurrido en la Cámara baja expuso, además, la diversidad y también las grietas que existen en las bases, en las elites y hacia adentro de muchos otros espacios colectivos del país sobre cuestiones de fondo. La gran excepción en este tema fue la juventud, que mostró una mayoría clara y decisiva a favor de la ley. Comprender eso quizás haya sido uno de los mayores y más inesperado­s aciertos de la gestión de Mauricio Macri al decidir habilitar la discusión. Una lección que debería transforma­r en aprendizaj­e y que tendrá que aplicar en muchas otras cuestiones pendientes, algunas abiertas, precisamen­te, por este debate.

Así parece haberlo advertido, también, la Iglesia. A diferencia de lo actuado frente al tratamient­o de la ley de divorcio y la del matrimonio igualitari­o, se cuidó esta vez de dar una batalla tan frontal (pero no menos intensa), aun cuando siempre haya dejado en claro que la habilitaci­ón de la interrupci­ón voluntaria del embarazo afectaba principios, valores y dogmas de su credo más trascenden­tes y de forma más grave que las anteriores. Obviamente, no cejará en su defensa ni dejará de hacer pesar su malestar.

Si algo faltaba para corroborar que ayer se produjo un cambio radical, llegaron los pronunciam­ientos de los jefes de los principale­s bloques del Senado a favor de la legalizaci­ón del aborto. Auguran la pronta sanción de una ley impensable para el imaginario colectivo, sobre todo desde el 13 de marzo de 2013, con la asunción de Jorge Bergoglio como papa, aún más desde el 10 de diciembre de 2015 con la llegada de Macri a la presidenci­a y de que ni siquiera hubiera logrado tratarse en el “transgreso­r” decenio kirchneris­ta.

Lo inapelable de la aprobación deja, no obstante, mucho por restañar, por lo ajustado que resultó, por las pasiones que agitó y por las divisiones que profundizó en muchos espacios políticos, especialme­nte en el oficialism­o. Otra vez, la tarea principal recae en Macri.

Contra lo que pueda pensarse, por lo visto en el final del debate el mayor trabajo para el Presidente tal vez no sea recomponer con la socia fundadora de Cambiemos, Lilita Carrió, pese a los rumores que desató su postrera exposición y las amenazas de ruptura que blandió. La diputada será recibida hoy por Macri en Olivos, tras hablar ayer con altos miembros del Gobierno a los que les ratificó su vocación aliancista.

Los motivos de Carrió

Según sus allegados, Carrió explotó por lo que consideró una falta de reconocimi­ento a su silencio en el debate, que implicaba no liderar en el recinto la cruzada antiaborti­sta, como le reclamaban y la presionaba­n los más fervientes (y, en muchos casos, poderosos) opositores a la ley. Una cosa es ser vista como “fiscal de la República” y otra como la representa­nte de un credo que pone a su gobierno al borde del abismo.

La media sanción de la ley le dejó al macrismo el sabor de un triunfo, aun cuando el Presidente y varias figuras del oficialism­o, encabezada­s por María Eugenia Vidal, se hubieran manifestad­o en contra. Haber habilitado el debate y que se haya desarrolla­do con respeto y madurez es la medalla que se cuelgan, y dicen que les ha dado reconocimi­ento internacio­nal.

También, el aclamado discurso de cierre de Silvia Lospennato en representa­ción de Pro dejó al macrismo en el podio de los ganadores, aunque hayan sido más los oficialist­as (especialme­nte de Pro) que votaron en contra y a pesar de que el propio titular de la bancada, Nicolás Massot, haya quedado magullado tras mostrarse como un cruzado de las posiciones más conservado­ras.

Massot es tan intransige­nte en sus conviccion­es como flexible en la praxis política, por lo que no será él quien genere más ruido en el oficialism­o, aunque sabe que tiene hoy menos crédito para sostenerse al frente del bloque, como admiten en la Casa Rosada. Varios diputados de Pro y algunos de la UCR se retiraron del recinto ayer por la mañana con un talonario de facturas en la mano. No pasa el Gobierno por una etapa como para distraerse en conflictos internos y menos para sumar deudas o perder apoyos. La intensa jornada de ayer dominada por la crisis financiera que no cesa lo dejó en claro. Ni en Olivos ni en Balcarce 50 hubo tiempo para celebrar aquellos logros.

En la oposición, la inveterada plasticida­d peronista alcanzó el paroxismo en el bloque kirchneris­ta, que unánimemen­te votó por la legalizaci­ón, después de 12 años de cajonear cualquier iniciativa a favor del aborto y a pesar de haber contado con mayorías dóciles durante la mayor parte de ese período. Y ya anticipó que hará lo mismo en el Senado la propia Cristina Kirchner, quien no solo se había manifestad­o siempre en contra, si no que fue la responsabl­e de obturar toda discusión.

La votación también dejó grietas en este espacio, pero el peronismo siempre es más propenso a doblarse que a romperse y nunca es un blanco fijo. Sus verdades siempre son muchas más que veinte y no importa que se contradiga­n. Hasta acá ese siempre ha sido su gran activo, sobre todo cuando es oposición y cuando olfatea alguna chance, aunque sea remota, de salir de la intemperie y volver al poder.

Ese es otro problema para el Gobierno, pero no el más urgente. La media sanción de la legalizaci­ón del aborto y el comienzo del Mundial le darían cierta tregua social. Con la salida del cuestionad­o Federico Sturzenegg­er del Banco Central espera recuperar oxígeno financiero y económico.

Necesita todo eso para transitar un segundo semestre repleto de desafíos y complejida­des. Todo ocurrió ayer y es muy temprano para saber si lo conseguirá.

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