LA NACION

Carrió amenazó con romper Cambiemos pero luego bajó el tono y ratificó su apoyo al Gobierno

“Les hice ganar una elección y ahora me hacen esto”, la escucharon quejarse a la diputada tras la votación

- Jaime Rosemberg

El diputado Daniel Lipovetzky intentaba avanzar con la aprobación del debate en particular mientras detrás de él Elisa Carrió gritaba, sin rodeos, su bronca apenas contenida. “Se lo aviso a todo Cambiemos: la próxima vez rompo”, amenazó la líder de la CC-ARI, enojada como pocas veces, solo un rato después de aclarar que no había hablado durante la sesión “para preservar la unidad de Cambiemos”.

Algunos diputados la escucharon decir algo peor: “Les hice ganar una elección y ahora me hacen esto”, se quejó, en disparo directo hacia Balcarce 50, mientras abandonaba el recinto. Por la noche, en diálogo con la señal TN, bajó la tensión y respaldó enterament­e la continuida­d de Cambiemos.

El debate por la despenaliz­ación del aborto no fue un tema más para la socia incómoda del presidente Mauricio Macri. Su enojo, dicen quienes la rodean, comenzó desde el momento en que el Presidente planteó su discusión parlamenta­ria. “Es un tema trascenden­te para ella, no sé si hay vuelta atrás”, anticipó un miembro de Cambiemos que la conoce mucho.

Anteayer, en la reunión de coordinaci­ón, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, había prometido que “nadie presionarí­a a nadie para votar a favor o en contra”. Allí también estuvo Fernando Sánchez, mano derecha de la diputada y hoy funcionari­o de la Jefatura de Gabinete. Pero la furia de Carrió parecía estar direcciona­da hacia el Gobierno.

Durante la madrugada, había dado muestras de su hartazgo. “Este no es un debate histórico, sino trivial”, dijo a los periodista­s con evidente fastidio, y aclaró: “La decadencia cultural de la Argentina impide el debate”. Su círculo íntimo, con las diputadas Paula Oliveto, Alicia Terada y Marcela Campagnoli a la cabeza, se encargaría de explicitar en el recinto su rechazo a la ley. Solo el diputado Juan López votó de manera afirmativa, mientras los restantes nueve integrante­s de ese bloque se opusieron.

La reacción en el Gobierno al enterarse de su enojo no fue la mejor. “El ARI estuvo a la vanguardia de la política, mirá dónde está”, reflexiona­ba un funcionari­o, que no podía creer la amenaza de ruptura.

“Se trata ya de un tema psicológic­o. Si vas a debatir una ley, tenés que estar dispuesto también a perder”, la fustigaba un diputado que apoyó la despenaliz­ación. “Se cree Dios, no ayuda su postura. Yo estoy en contra y perdí, ¿voy a romper por eso?”, se preguntaba una diputada. “Si esto sale no es precisamen­te por Cambiemos”, decía uno de los impulsores de la ley.

“Es un tema fuerte para ella por sus conviccion­es. ¿Pero con quién se enoja? Acá nadie llamó a nadie. No se quiere poner en riesgo la unidad de Cambiemos”, afirmaba un funcionari­o del Gobierno. Carrió –que rezó en una capilla la noche del debate– regresó en silencio a su casa de Capilla del Señor para encontrar un poco de paz luego de tanta discusión.

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