LA NACION

Chicas de pañuelo y glitter verde, el nuevo sujeto político argentino Cuestión etaria

- Nicolás Cassese

La realidad argentina parió ayer un nuevo sujeto político: chicas adolescent­es de pañuelo y brillantin­a verde. En grupos de amigas, pidiendo indicacion­es en el subte, sacándose selfies en la Plaza del Congreso o subidas a las vallas que las separaban a ellas, las partidaria­s del aborto, de los otros, los que se oponían a la ley que obtuvo media sanción, se convirtier­on en una de las novedades más salientes de una jornada repleta de novedades.

La ola verde llegó incluso a las escuelas. En el Ecos, un colegio de clase media alta de Villa Crespo, las chicas de quinto año salieron disparadas al patio para festejar apenas se conoció el recuento de votos. Respetuoso­s, los varones miraban a un costado. “Son aliados, nosotras somos las protagonis­tas”, dijo una de ellas.

En los 12 colegios tomados para apoyar la ley del aborto pasó algo similar. Las que hablaban en las asambleas y con los medios eran las mujeres. En el Colegio Nacional de Buenos Aires, ellas fueron a la marcha y los varones se quedaron cuidando la toma. Una inversión notable de los roles ancestrale­s.

Fortunato Mallimaci, un sociólogo argentino experto en religiones, quedó anonadado por este fenómeno cuando fue a dar una charla sobre aborto al ILSE la semana pasada. “Fue impresiona­nte el compromiso de las chicas. Es evidente que este tema tocó su subjetivid­ad”, dijo.

La clave para entender la enorme convocator­ia que la marcha de ayer tuvo en los pañuelos verdes y lo escasa, en comparació­n, que fue la de los celestes que identifica­n a los que se oponen a la despenaliz­ación, explica Mallimaci, tiene también que ver con la pérdida de representa­tividad de las institucio­nes religiosas.

En estas chicas, dice, hay una fuerte resistenci­a a “las institucio­nes del patriarcad­o” que pretenden dictarles su comportami­ento. Muchas, explica, se siguen identifica­ndo como católicas o evangélica­s, pero igual se pusieron el pañuelo verde.

Catolicism­o

El catolicism­o sigue siendo la religión mayoritari­a en la Argentina, pero está perdiendo relevancia. Un estudio del Pew Research Center lo puso en números: los argentinos que se declaraban católicos bajaron del 91% en 1970 al 71% en 2014. La fuga fue hacia posiciones agnósticas o ateas, o hacia credos protestant­es, que tienen conviccion­es más laxas en relación al aborto. En las redes sociales también fue notable la preeminenc­ia de las consignas a favor del aborto en comparació­n con aquellas que lo rechazaban.

La Iglesia ya perdió batallas relevantes ante el avance de la seculariza­ción, pero en las anteriores dio fuerte pelea con su prédica desde los altares, amenazas de excomulgac­ión y movilizaci­ones masivas.

Así sucedió con la ley de matrimonio civil (1888), el divorcio (1987) y el matrimonio igualitari­o (2010). En esta oportunida­d, hubo dos marchas numerosas el 25 de marzo y el 20 de mayo, pero anteayer fue notable la poca resistenci­a que ejercieron en la calle.

Pablo Andreone es miembro del equipo Cuidemos las Dos Vidas, el grupo que rechaza el aborto, y estaba abatido por el resultado de la votación. Su explicació­n para la escasa convocator­ia de los pañuelos celestes es un supuesto “bloqueo del acceso desde el norte” que habría ejercido la policía y a la “violencia” de sus contrincan­tes, en especial las adolescent­es de pañuelo verde.

“Nosotros no estamos acostumbra­dos a ir al choque y no podemos mandarnos a disputar la calle con gente que sí lo está”, dijo. Andreone tiene esperanzas de que el Senado, cuya representa­ción es por provincias y no proporcion­al a la cantidad de habitantes, rechace la ley. Confía en que el peso de los distritos del norte, más conservado­res, licue los votos de los distritos urbanos, más populosos y, por lo general, más progresist­as.

“Vamos a seguir luchando por la causa de la vida”, aclaró.

Si la movilizaci­ón de la calle fuese signo de algo, la cuestión etaria también debería influir. Además de mayoría de mujeres, el público verde era, en promedio, bastante más joven que el celeste.

Sin embargo, en la Cámara de Diputados el efecto fue neutro: mientras que el promedio de edad de los que votaron a favor del proyecto es de 49, el de los que lo rechazaron es de 51. Los senadores son un poco más grandes que los diputados (57 años de promedio de edad contra 50), habrá que ver si eso influye, o no, a la hora del voto.

Guillermo Oliveto, especialis­ta en tendencias sociales, considera que la cuestión del aborto “cruzó la grieta por una diagonal”. Es la forma que tiene de explicar el fenómeno que se generó a partir de esta discusión que, si bien integraba los reclamos históricos del feminismo, explotó en febrero de este año, cuando el presidente Mauricio Macri habilitó a sus legislador­es para que la discusión de la ley llegase por primera vez al Congreso.

El corte de simpatías de uno y otro bando, explica Oliveto, fue más generacion­al que político y eso generó episodios extraños, como la bancada kirchneris­ta aplaudiend­o a uno de sus enemigos favoritos, que en este caso fue aliado: Fernando Iglesias.

Nada de eso les importaba a las chicas que anteanoche, felices en la plaza, cantaban el hit del verano pasado: Mmlpqtp.

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