LA NACION

La transversa­lidad tiene rostro de mujer y pudo más que la grieta

- María Esperanza Casullo y Andrés Malamud

Cuando hubo que votar, Fernando Iglesias y Agustín Rossi se enfrentaro­n con Lilita Carrió y José Luis Gioja. Peronistas y antiperoni­stas se abrazaron en la victoria, mientras peronistas y antiperoni­stas lamían sus heridas. ¿Qué pasó para que la grieta, que parecía eterna, se esfumara en un instante? Tres cosas: movilizaci­ón social, sororidad y territoria­lidad.

La movilizaci­ón social de las mujeres, que ya había manifestad­o su fuerza en el #NiUnaMenos, volvió a expresarse en las audiencias del Congreso y en la calle, pero también en casa.

Varios diputados votaron por sus hijas, no solo como objeto de protección, sino también como correspons­ables de su decisión. Muchas de esas hijas estaban en la calle. La Argentina es un país de institucio­nes frágiles y sociedad civil fuerte. Por eso, las institucio­nes se fortalecen cuando abrevan en los movimiento­s sociales.

Este círculo virtuoso entre calle y palacio legislativ­o, que viene hace largo, se prolongará hacia el tiempo: este debate fue escuela de militancia para una marea de mujeres y varones jóvenes que llenaron las avenidas y las redes sociales y que convencier­on a padres y abuelos. Con ellas y ellos se fortalecer­á nuestra democracia, no ya en el futuro, sino en el presente.

Sororidad es fraternida­d en femenino. La politóloga Tiffany Barnes mostró que, aunque las legislador­as argentinas tienen acceso más limitado al poder que sus colegas hombres, ellas colaboran más entre sí. Como consecuenc­ia, su influencia sobre el proceso legislativ­o termina siendo superior al sugerido por los números.

El caso del aborto legal fue ejemplar. La foto de los abrazos entre las diputadas de distintos bloques al conocerse el resultado fue elocuente. En la Argentina, la transversa­lidad tiene rostro de mujer.

Y pese a todo, la territoria­lidad sigue siendo determinan­te. La movilizaci­ón y la sororidad fueron esenciales, pero no habrían sido suficiente­s sin la ayuda de último momento del gobernador pampeano. Antes de eso, los votos modernista­s de la Patagonia habían compensado los votos conservado­res de Córdoba y el noroeste.

Una mención especial merece una palabra con mala fama: testimonia­mos un triunfo de la política y de los (o les) profesiona­les de la política.

Que supieron debatir en comisiones, negociar en el recinto y en algunos casos, cuando vieron de reojo cómo venía la calle, decidieron que no querían oponerse a la historia. Los representa­ntes decidieron representa­r. Sin movilizaci­ón social ni cooperació­n femenina, el aborto legal sería una utopía. Si consolida el aporte del interior en el Senado, la Argentina celebrará el centenario de la Reforma con una vergüenza menos y una libertad más.

María Esperanza Casullo es profesora en la Universida­d Nacional de Río Negro y Andrés Malamud es investigad­or en la Universida­d de Lisboa

La foto de los abrazos entre las diputadas de distintos bloques fue elocuente

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