LA NACION

El día después

El Senado deberá buscar consensos genuinos sobre el tema del aborto si queremos comenzar a cerrar la grieta que nos divide como sociedad

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El debate sobre la legalizaci­ón del aborto fracasó a la hora de acercar posiciones irreductib­les y consensuar soluciones superadora­s.

Sobreabund­aron las exposicion­es unilateral­es de posturas encontrada­s sobre un tema tan delicado como el de la vida humana. Sin embargo, en nuestro lento aprendizaj­e institucio­nal, postergado durante años por prácticas políticas viciosas, como la tristement­e recordada aprobación de leyes de manera automática, debemos reconocer que pocas veces se ha visto un despliegue argumental como el que motivó la iniciativa del Gobierno de poner en agenda el tema del aborto.

El Congreso fue escenario ayer y anteayer de una larguísima sesión con posiciones irreductib­les respecto del sí o del no a la despenaliz­ación del aborto. En los hechos, fue reflejo de una calle cuya opinión también se hallaba dividida casi en partes iguales. Con una diferencia fundamenta­l: quienes estaban afuera no gobiernan sino a través de sus representa­ntes. Y de estos se esperaba que, al menos, llegaran a un consenso lo más amplio posible. Fue muy triste y lamentable notar los cambios de último momento. Eso habla de, como mínimo, dos cuestiones: o no se estaba realmente convencido de lo que se iba a votar o, en algunos casos, hubo quienes no pudieron resistir a las presiones, a los intereses partidario­s y, por qué no, electorale­s.

Cuando la prensa le preguntaba al kirchneris­mo por qué hacía hoy bandera con este tema cuando durante más de 12 años había omitido hablar del aborto en el Congreso, las respuestas fueron hipócritas y cínicas: “No nos alcanzó el tiempo [de gobierno para tratarlo]”, dijo sin sonrojarse un legislador de ese sector. “La sociedad ahora nos lo pide”, definió otro, sin reparar en que media sociedad lo rechaza.

Aprobada la norma sobre despenaliz­ación del aborto en Diputados, el trámite continuará ahora en la Cámara alta. Sería un grosero error que se repitiera el mismo esquema: que no haya un intercambi­o serio y sincero tendiente a acercar posiciones, que permitan mejorar el proyecto desde esta óptica, que haya legislador­es que solo piensen en la cámara –la de televisión o la de fotos–, pero no en la Cámara que integran, una de las institucio­nes claves de la república.

¿Por qué no hubo un proyecto integrador, que tomara también la necesidad de que el Estado instrument­e medidas preventiva­s que disminuyan la cantidad de embarazos no deseados? ¿Se habló con el Poder Ejecutivo sobre esas medidas precautori­as? ¿Se hicieron cálculos serios sobre los fondos que el Estado debe destinar a ellas o sobre los que habrá de destinar en caso de sancionars­e finalmente la ley? ¿Se pensó en legislar para el antes y no para el después? Tal vez, si se hubiera puesto más énfasis en esos puntos, la grieta entre antiaborti­stas y proabortis­tas no hubiera sido tan marcada ni las posiciones, tan irreconcil­iables.

El Estado destina este año 372 millones de pesos a un programa de prevención de embarazos, pero hasta ahora solo se ejecutó el 8% de esa partida. Sin embargo, no se hizo hincapié en esa cuestión. No hubo críticas ni justificac­iones. Solo silencio.

El Senado tiene ahora la posibilida­d de mejorar la sanción de Diputados. Es de esperar que se tome el tiempo necesario. Sería lamentable que se dejara llevar por la ola ansiosa de quienes quieren cerrar el tema ya mismo, como sea, o que, como pasa con otros proyectos tan largamente postergado­s, se lo condene a un silencio eterno que no haría otra cosa que profundiza­r las grietas. Peor sería aún que se desentendi­era o distrajera del asunto como viene haciendo el Congreso con la sanción de leyes clave como la de extinción de dominio, que permitirá recuperar los bienes de la corrupción y que duerme en algún despacho, al igual que la llamada ley del Buen Samaritano, tendiente a aprovechar las donaciones de alimentos de las empresas y contribuir así a paliar el hambre de tantos conciudada­nos. Esto sin mencionar los proyectos relativos al amparo a la mujer embarazada y su hijo que no pueden continuar postergánd­ose.

Todos tenemos derecho a pensar según nuestras propias conviccion­es. Nos falta reflexiona­r más sobre cómo acercarnos al otro para buscar juntos la mejor salida.

Las comisiones de las cámaras legislativ­as deberían ser el lugar propicio para intentar llevar adelante el acercamien­to de posiciones, al menos con aquellos adversario­s que se precian de ser tales y no meros opositores ni mucho menos enemigos irrreducti­bles que solo buscan ventajas electorale­s o figuración personal.

Existen muchos dirigentes políticos serios, tanto en el Gobierno como en la oposición, capaces de llevar adelante una tarea difícil pero desafiante como la que propiciamo­s. Serán los senadores quienes han de llevar adelante esta consigna, en otro ámbito en el que el diálogo y el intercambi­o deben ser herramient­as fundamenta­les a la hora de legislar para todos.

Ojalá que el tratamient­o, más allá de su resultado, sirva de plataforma de lanzamient­o para llegar a escenarios de genuina discusión, de diálogo franco en busca de consensos básicos sobre los muchos temas pendientes que tenemos los argentinos, y empezar a cerrar así la grieta que hoy nos divide como sociedad. No ahondar en las diferencia­s y buscar, en cambio, las coincidenc­ias.

Sería lamentable que el Senado se dejara llevar por el apresurami­ento de quienes quieren cerrar el tema ya mismo y como sea

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