Stephen Malkmus cuelga su traje ambiguo
Para un artista que a lo largo de toda su carrera ha trabajado prudentemente alejado del espíritu de época y de las expectativas comerciales, Sparkle Hard es toda una novedad. sin perder encanto ni ingenio, stephen Malkmus acaba de editar con The jicks –la banda con la que trabaja desde 2001– un disco que conecta con la actualidad a través de una lírica más directa y contundente que nunca.
en este disco aparecen menciones a Facebook (“rattler”), una autocrítica en sintonía con los reclamos del feminismo (“Middle America”), dardos contra el imperio de la fama y el dinero (“Future suite”) y señalamientos a la violencia policial en los estados unidos, localizada casi siempre en la comunidad negra. el discurso de Malkmus suena un poco simplista, sí. Pero la intención se adivina honesta. es que hablamos, justo es decirlo, de un artista que en lugar de vivir de los laureles de Pavement, una banda clave en la historia del rock alternativo americano, ha elegido en todo momento caminos que parecen responder a sus deseos. en Sparkle Hard hay mucha información y muy variada. Queda claro, después de siete discos con The jicks, que casi nunca las canciones de este músico californiano siguen una lógica arquetípica. Pero también es cierto que en buena parte de ellas, las melodías que suelen asomar difusas de a poco se van encaminando hasta volverse adhesivas. Y esta vez eso sucede en la mayor parte del repertorio: once temas que cubren un espectro bien amplio de referencias, desde el rock cósmico y la psicodelia de la costa oeste hasta el pop progresivo, pasando por el country (en la preciosa “refute”, donde Kim Gordon se anima a abordar, con un humor que hasta hace poco no tenía, una historia parecida a la de su divorcio de Thurston Moore, que terminó con sonic Youth). ninguno de los discos que Malkmus grabó después de la disolución de Pavement es descartable, pero en algunos podía detectarse cierta autoindulgencia. Aquí, en cambio, las cosas ya arrancan muy bien, con un piano que recuerda al que hizo brillar rick Wakeman en Hunky Dory
(1971, david Bowie) en el track de apertura, “Cast off”, que pronto se entrega a la distorsión y de nuevo regresa a la calma, en una sugerente combinación.
Las guitarras de todo el álbum les deben mucho a las de Television, los ritmos espasmódicos, que abundan, nos llevan al universo de XTC, y las cuerdas que adornan “solid silk” al del Philly sound de los 70 (isaac Hayes, Barry White, The o’jays). “Bike Lane”, el tema donde Malkmus rememora agriamente la muerte de Freddy Grass, suena como el donovan más anfetamínico. La cantidad de colores de
Sparkle Horse (hay incluso experimentos con el Auto-Tune) podría revelar cierta dispersión. sin embargo, hay una notoria unidad en el disco, apoyada en el vitalismo que transmite su música y en una nitidez discursiva que contradice el hábito de cultivar la ambigüedad que siempre lo ha caracterizado. en lugar de presentar de nuevo sus canciones como rompecabezas llenos de pistas falsas y alusiones veladas, ahora las transformó en piezas de cuidada orfebrería, pero mucho más sencillas y terrenales. en un simpático corto documental lanzado en simultáneo con el disco y dirigido por Brook Linder, Malkmus, instalado hace años en Portland, juega al tenis, monta a caballo y revela en grageas el humor con el que encaró Sparkle Hard: un ánimo lúdico y relajado pero no exento de rigor. La energía que transmite a los 52 años es la misma que cuando empezó en la década del 90, cuando todavía no sabía que se convertiría en un (anti) héroe indestructible de la cultura alternativa.