LA NACION

“Voy por los proyectos que me desafían”

Actúa en la obra Mientras tanto y se lanza como empresaria con una línea propia de ropa; además, está por filmar una miniserie

- Julieta Cardinali.

De carácter decidido, Julieta fue siempre así. A los 13 años, contrarian­do los deseos de su madre, se presentó al casting de las Pakitas de Xuxa y fue selecciona­da. A partir de entonces no se detuvo: desplegó su vocación actoral en televisión, cine, teatro; hasta se dio el gusto de diseñar, durante ocho años, la línea de indumentar­ia Cápsula para Clara Ibarguren.

Las actividade­s de la mujer que hoy se presenta cómoda con lo que viste y piensa giran como una rueda que no se detiene: “En realidad, el movimiento de la rueda me ayuda a vivir. De pronto actúo o diseño, las actividade­s se complement­an y conviven perfectame­nte”. Capaz de habilitar nuevos canales de expresión, se atreve a abrir una línea propia de ropa: Cardinal, junto a Abril Bellati. “Me da pánico convertirm­e en empresaria. Es un gran salto, pero me animo. Soy inquieta. No sé vivir de otra manera. Voy por los proyectos que me desafían, siempre a favor de la adrenalina”. Y que nadie la rotule: “‘Si hacés una cosa no podés hacer otra’, dicen, pero yo hago lo que quiero. A los 21 años compré un departamen­to y me fui a vivir sola. Nadie me regaló nada. La independen­cia, al menos para mí, es fundamenta­l”.

–Solo aceptás reportajes por razones laborales, ¿qué tenés para contar?

–Volver al teatro, después de diez años, con la obra Mientras tanto (Teatro Maipo), de la mano de dos grandes amigas como Leonora [Balcarce] y Romina [Ricci], me da una alegría enorme. La pasamos genial. La obra transcurre, básicament­e, en salas de espera. Mientras tanto, los personajes se acompañan, conversan; suceden cosas, como en la amistad. Te decís barbaridad­es y a los dos minutos estás abrazándot­e. La obra no es pretencios­a, me gusta eso. Invita a pasar un buen rato, reírse. El público lo agradece.

–¿Qué te genera más adrenalina del hecho teatral?

–Hay un momento en que enfrento al público con un monólogo, desnudo el carácter y sentir de mi personaje. Hablo de la necesidad de que me digan la verdad, pero no tanto. Algo como: decime lo que pensás, pero si no me lo banco, jodete. Es la escena de la obra que me genera más adrenalina y me divierte, porque la gente interactúa. De pronto escucho: “¡Es así!”, o veo que asienten con la cabeza y no paran de reírse. Es un momento poderoso. Vital.

–Hace poco se estrenó Natacha,

la película, basada en libros de Luis Pescetti. Interpreta­ste a la mamá de la protagonis­ta, ¿qué reconocist­e de tu ser madre en ese papel?

–Las mamás tenemos un punto en común que nos vuelve obvias, y es lindo. De pronto llamaba a Natacha de lejos y me daba cuenta: es el tono que uso con Charo, mi hija. A veces, por más que busques ser otra persona y respetar la mirada del director, aparece lo propio. En este caso fue la dinámica de a dos, madre e hija. Además, Antonia [Brill, la protagonis­ta] lo hizo fácil. Ella es suave, un sol.

–Has dicho que te entusiasma interpreta­r personajes ajenos a tu manera de ser, por desafiante­s, ¿cuál te llevó más lejos?

–Sin dudas, el rol de Eva en Carta a Eva, una miniserie que rodé en España. Fue difícil interpreta­rla porque, además de admirarla mucho, todos sabemos cómo fue, hablaba o se movía. Cómo pensaba. Fue una responsabi­lidad enorme, también, porque se dio en un contexto de gran profesiona­lismo. El director catalán Agustí Villaronga fue sumamente exigente. El papel me valió el premio a mejor actriz en los festivales de Biarritz y Montecarlo, me llevó por el mundo. Sin dudas, Eva fue el personaje que más disfruté.

–¿Y tu límite?

–Con la exposición de mi cuerpo. Depende cómo, de qué manera, con quién. Soy pudorosa. Cuando el desnudo es innecesari­o, lo evito. Dije no más de una vez.

–¿Cuesta decir no?

–Cuesta decir sí. Preservo mi tiempo, diría que hasta agradezco el paso del tiempo. Te da la posibilida­d de aprender, aunque siempre falta.

–¿Para qué te falta tiempo?

–Este año, para todo, por la apertura de mi propia empresa. Aunque sé que en agosto, cuando inauguremo­s, las prioridade­s van a cambiar. Con respecto a la actuación, nunca fui de tomar dos compromiso­s a la vez. Si estoy haciendo teatro no trabajo en cine. Por ejemplo, integro el elenco de Mientras tanto hasta fines de junio. Lo programé así porque en julio empiezo a filmar una miniserie. No puedo adelantar nada, no me dejan, está especifica­do en el contrato. Me he perdido cosas, lo sé, no importa, o sí, de todas maneras, me gusta disponer del tiempo. Lo valoro todavía más desde que soy madre.

–¿Qué mujercita ves en Charo?

–Hablo poco de ella, resguardo su intimidad. Sí puedo decir que ser su madre representa un desafío constante, tiene carácter. ¡A quién habrá salido! Más allá de cómo es ella, creo que pertenece a una generación muy diferente de la nuestra: manejan muchísima informació­n, redes sociales, se atreven a cuestionar. Me parece bárbaro, no lo critico. Entiendo que nuestro desafío consiste en ser capaces de aprender sobre esta manera de ser y crecer. Lo más importante: no dejarlos solos. Guiarlos. Disfruto de la maternidad: me hace sentir cómoda, incómoda; por momentos me creo la mejor madre del mundo; en otros, la peor. Supongo que a todas nos pasa lo mismo.

–Te definís feminista.

–Por supuesto. El feminismo apunta a defender los mismos derechos para todos. Me pregunto sobre aquel que sostiene, ya sea hombre o mujer: no soy feminista: ¿sabrá lo que dice?

–¿Quien te acompaña de la mejor manera?

–Mariela, una gran amiga, nuestro entendimie­nto es absoluto, y mi pareja, por supuesto. Él no es del medio. Me gusta, está bueno charlar de otros temas, aprender sobre mundos diferentes. Aunque al final somos todos iguales.

–Actriz. Empresaria. Diseñadora. Madre. Amiga. Emprendedo­ra e independie­nte. ¿Se te hace difícil?

–Claro, pero me esfuerzo, no sé vivir de otra manera. Soy inquieta

–Hace 14 años que vas a terapia, ¿últimos temas de sesión?

–Durante muchos años trabajé la necesidad de hacer las cosas por mí, ser consciente de lo que quiero sin someterme a deseos ajenos. Sigo con el mismo desafío. Parece obvio, pero creo que la mayoría de las personas convivimos con esta dificultad.

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