Merkel, bajo amenaza Su coalición tambalea por la crisis de los migrantes.
El ministro del Interior, miembro de la rama bávara que mantiene una alianza histórica con el partido de la canciller, le dio un ultimátum para que resuelva el problema
PARÍS.– El fantasma de una crisis política mayor planea cada vez con más insistencia en Alemania, donde la canciller Angela Merkel rechazó ayer un ultimátum para hallar en dos semanas una solución a la crisis migratoria, que le impuso el ala derecha de su propio partido.
“De lo contrario, impartiré órdenes a la policía para que cierre las fronteras a los migrantes y rechace el ingreso de todo extranjero que llegue al país en busca de refugio”, amenazó el ministro del Interior, Horst Seehofer, líder de la ultraconservadora Unión Social Cristiana (UCS), durante una reunión de su grupo en Munich.
La canciller aceptó el plazo establecido por el líder de la rama bávara de la alianza que forma desde hace 70 años con su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), pero advirtió que “no habrá ningún cierre automático de fronteras” para los solicitantes de asilo.
Tras expresar su voluntad de “seguir trabajando juntos en busca de una solución”, la canciller prometió hacer esfuerzos para obtener acuerdos bilaterales y europeos sobre la cuestión antes de la cumbre la Unión Europea (UE) del 28 y 29 de junio. Pero insistió: “No actuaremos en forma unilateral, sin concertación y perjudicando a terceros”.
Tras una semana de polémicas sobre la cuestión de la inmigración entre la canciller y su ministro, nadie descarta el riesgo de implosión de la frágil coalición que gobierna el país desde hace tres meses. Cada vez es más difícil para Merkel satisfacer a la derecha dura bávara (CSU) de Seehofer, a su propia centroderecha (CDU) y a los socialdemócratas (SPD).
Convencida de la que la UE juega su destino en la cuestión migratoria, Merkel quiere evitar un efecto dominó, que sería fatal. A su juicio, lo que quiere Seehofer equivaldría a dejar todo el peso sobre los hombros de Italia y Grecia, los dos países de desembarco.
La presión de Seehofer no solo se explica por su ideología, también responde a una exigencia electoral. La CSU se prepara para unas difíciles elecciones regionales en Baviera en octubre próximo, frente a la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), que tiene cada vez más adeptos. La formación xenófoba sigue aprovechando la onda de shock provocada por la llegada de más de un millón de solicitantes de asilo en 2015 y 2016, aun cuando ese número se redujo considerablemente desde 2017.
La crisis migratoria contribuyó al aumento de la extrema derecha en toda Europa. En Italia y Austria entró al gobierno. En Alemania, en las elecciones legislativas de octubre pasado, la AfD se convirtió en la tercera fuerza política del país con 5,9 millones de votos (12,64% del electorado) y logró enviar 94 diputados al Bundestag (Parlamento).
Las encuestas dan la razón a Seehofer. El último sondeo divulgado por el servicio público audiovisual ARD indica que 86% de la opinión pública es partidaria de las deportaciones forzosas y 62% está de acuerdo en rechazar a los refugiados directamente en la frontera.
Las próximas dos semanas serán decisivas para la canciller, pues es poco probable que pueda hallar una solución satisfactoria para sus aliados de la CSU y para Italia, que reclama una repartición más equilibrada de los solicitantes de refugio en Europa.
“Hacen falta soluciones europeas. De lo contrario, las iniciativas bilaterales marcarán el final de Schengen”, es decir, de la libre circulación dentro de Europa, declaró anoche Giuseppe Conti, después de reunirse con Merkel en Berlín (ver aparte). Hace una semana, su país comenzó a cerrar sus puertos a los buques de las oNG que rescatan a migrantes en el Mediterráneo.
Merkel también se reunirá hoy en Meseberg, unos 65 kilómetros al norte de Berlín, con el presidente francés, Emmanuel Macron, y con el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker. El dúo franco-alemán quiere creer en una “decisión colegial y europea” en torno de la cuestión migratoria.
El objetivo sería hallar un acuerdo suficientemente razonable como para que cada uno acepte recibir su parte de exiliados en su territorio. Pero los obstáculos son numerosos: además de Italia, Polonia y Hungría, ya rechazaron toda posibilidad de abrir sus fronteras.
Donald Trump intentó ayer atizar el conflicto gubernamental que debilita a Merkel realizando una caprichosa comparación entre las crisis de los refugiados en Estados Unidos y en Alemania en uno de sus tuits (ver aparte).
Hoy, en Meseberg, Macron y Juncker harán lo posible para ayudar a la canciller a evitar que el eventual estallido de su coalición de gobierno no solo obligue a llamar a elecciones anticipadas en Alemania –con un nuevo avance de la extrema derecha–, sino que termine provocando un auténtico terremoto europeo.