LA NACION

Urdangarin entró a un penal de mujeres para empezar a cumplir su condena

El cuñado del rey ingresó en una cárcel de Ávila tras recibir cinco años por fraude

- Silvia Pisani CORRESPONS­AL EN ESPAÑA

MADRID.– Ya está tras las rejas. El cuñado del rey Felipe VI, el exduque Iñaki Urdangarin, tuvo una peculiar opción para entrar en la cárcel y cumplir la pena de cinco años y diez meses de prisión por fraude al Estado.

Eligió un presidio de mujeres, cerca de Ávila, donde él pasó a ser el único varón entre las 200 mujeres que allí se encuentran ingresadas.

Se trata de la cárcel de Brieva, un penal instalado en un pequeño pueblo, a solo diez kilómetros de Ávila. Es un sitio de la máxima discreción: un poblado de apenas cincuenta personas, sin comercios y con un solo bar. El nuevo golpe para la corona española tomó a sus cabezas lejos de España. El rey Felipe y su mujer, la reina Letizia, se encuentran de gira en Estados Unidos. Ayer, mientras su cuñado entraba en la cárcel, el monarca escuchaba jazz en Nueva Orleans.

Brieva, en tanto, ardía de curiosidad. “Esto hoy [por ayer] es una locura”, dijo Fernando Alfayate, que, con su padre, es el dueño del único establecim­iento del poblado donde le dieron la “bienvenida” al nuevo preso.

Bar La Miel se llama el lugar y ayer trabajaron a destajo para atender a las decenas de periodista­s que llegaron a la usualmente tranquila localidad.

Los dos camareros son, hasta ahora, una de las principale­s fuentes para comentar lo que ocurre en el nuevo domicilio del duque.

Si bien es una cárcel de mujeres, Brieva tiene un único módulo para hombres que alguna vez fue usado en el pasado. Hacía cuatro años, sin embargo, que permanecía vacío. Desde ayer Urdangarin es su único ocupante, algo que resulta llamativo y es objeto de controvers­ia en España.

por esas casualidad­es de la vida, alguien de la familia real ya conoce el sitio. Se trata de la reina Letizia. Años atrás, cuando era periodista, llegó hasta allí para cubrir el ingreso en prisión de Luis Roldán, el exdirigent­e del partido Socialista Obrero Español (pSOE) procesado por corrupción en el llamado caso GAL.

“pero no creo que la volvamos a ver por aquí”, dijeron en el pueblo, en referencia a la decisión del rey Felipe VI de cortar todo vínculo público con la familia de su hermana, cristina, para evitar más desgaste institucio­nal a la corona.

Urdangarin, el otrora “yerno de oro” del exrey Juan carlos, fue condenado a cinco años y diez meses de prisión por un caso de corrupción y defraudaci­ón al Estado que también llevó a su mujer, la infanta cristina, al banquillo de los acusados.

La hermana del rey, sin embargo, fue absuelta de los mayores cargos que cayeron sobre su marido, si bien se le impuso una multa de 130.000 euros por responsabi­lidad civil.

Es la primera vez que un miembro de la familia del rey entra en prisión en la historia de la España moderna. La Zarzuela, la sede institucio­nal de la familia Borbón, mantuvo silencio sobre lo ocurrido.

“Respeto absoluto por las decisiones de la Justicia” fue su latiguillo.

El miércoles pasado, el Tribunal Supremo confirmó la sentencia a Urdangarin, a quien se le dio un plazo de cinco días para entrar en la cárcel. Ese lapso se cumplía en la tarde de ayer y el exduque de palma aceptó el mandato apenas horas antes de que se agotara.

El sistema español concede a los condenados la posibilida­d de elegir una cárcel para cumplir su condena. Luego es el Servicio penitencia­rio el que tiene la última palabra. La elección de Urdangarin podría ser revisada.

Se entiende que eligió esa cárcel por la discreción del lugar y porque dispone a solo pocos kilómetros de un aeropuerto al que podría llegar su mujer para visitarlo.

Se estima que la infanta cristina y los cuatro hijos del matrimonio seguirán viviendo en Ginebra, Suiza, donde fijaron residencia, lejos de las cámaras.

Según se informó, Urdangarin pasó previament­e al ingreso por los controles de rigor, que incluyen una revisión médica.

Varios abogados coincidier­on en que tendría que cumplir al menos un cuarto de su pena –unos 17 meses de cárcel– antes de que pudiera acceder a algunos de los beneficios penitencia­rios que suelen otorgarse por buena conducta.

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