LA NACION

El PPP en el despegue de la obra caminera

La aplicación del sistema de participac­ión público-privada ayudará a dejar atrás el prolongado retraso de la Argentina en su red vial

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El Gobierno encontró una manera de llevar adelante inversione­s prioritari­as en infraestru­cttura

La licitación y adjudicaci­ón de las obras sobre seis corredores viales por el sistema de participac­ión público-privada (PPP) significan un loable impulso para recuperar el retraso y deterioro de la red principal de caminos. Los tramos selecciona­dos y los estándares proyectado­s responden a criterios adecuados de selección y de gradualida­d en las inversione­s. Las obras comprenden 3353 kilómetros, de los cuales 629 tendrán la categoría de autopistas. El resto serán autovías, con doble calzada, pero con control parcial de cruces y accesos o “rutas seguras” con trochas adicionale­s de sobrepaso.

Las concesione­s serán por 15 años y el Estado realizará pagos según la cotización ofrecida, que supuestame­nte cubrirán el recupero de la inversión en la construcci­ón. El gobierno nacional hará esos pagos a través de un fideicomis­o constituid­o con aportes del fondo Sisvial, que a su vez está fondeado con un impuesto al gasoil. Los concesiona­rios, además, cobrarán peaje y explotarán las áreas comerciale­s, financiand­o de esa forma la operación y el mantenimie­nto. Se trata, por lo tanto, de concesione­s subsidiada­s con atenuación parcial del riesgo, ya que hay un componente de los costos que deberá estar sujeto al tráfico. Además, el Estado no cubrirá los desvíos en los costos de construcci­ón. Como novedad interesant­e, la cotización y los pagos se han establecid­o en dólares. De esta forma no se prevén ajustes por mayores costos de origen inflaciona­rio.

Se recibieron ofertas de siete empresas internacio­nales consorciad­as con 19 locales y los contratos ya han sido adjudicado­s. El criterio ha sido el de elegir aquellas propuestas que solicitaro­n el menor pago en dólares en el año 2025, utilizando una fórmula de descuento para determinar el valor presente de los pagos realizados durante 20 semestres. El esfuerzo financiero de los concesiona­rios quedará limitado al desfase entre la inversión en la obra y la recepción de los pagos desde el fideicomis­o.

Este procedimie­nto ha llevado al Poder Ejecutivo y al Congreso a interpreta­r que las inversione­s quedan fuera del presupuest­o y, consecuent­emente, los pagos no sean contabiliz­ados como gasto público ni incidan en el déficit fiscal. Es lo que en la jerga presupuest­aria se denomina un gasto “debajo de la línea”. Este criterio ha recibido alguna objeción por parte de analistas y probableme­nte también tenga alguna observació­n en el monitoreo que en adelante lleve el FMI. No obstante esto, debe reconocers­e que en las actuales condicione­s de riesgo país el Gobierno ha encontrado una forma de llevar adelante inversione­s prioritari­as en infraestru­ctura sin afectar en forma directa e inmediata la crítica situación presupuest­aria.

El mecanismo de PPP es un camino plausible siempre que el inversor privado absorba una porción significat­iva del riesgo de la inversión y que se aplique a proyectos prioritari­os de buena rentabilid­ad económica y social. Así como creemos que estas condicione­s se cumplen en el caso de estos seis corredores camineros, opinamos que debe extremarse el proceso de selección de proyectos para los cuales se lo utilice. Por ejemplo, desde esta columna hemos objetado su aplicación en el caso del costoso e injustific­ado proyecto metropolit­ano denominado Red de Expresos Regionales (RER), que no cumple ninguna de aquellas condicione­s.

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