LA NACION

Hora de debatir sobre las fake news

- María Carla Piccolomin­i

En un mundo donde todo cambia de manera vertiginos­a, vivimos un fenómeno que no es nuevo, pero que con el avance y el desarrollo de las grandes plataforma­s tecnológic­as alcanzó una magnitud que ya es imposible de obviar.

Las fake news, o noticias falsas, existieron siempre. Sin embargo, lo que antes apenas se presentaba de manera pasiva ante el lector hoy se da en el proceso inverso. Esa informació­n penetra directamen­te y sin aviso en los dispositiv­os móviles de cada persona y nos expone a la circulació­n de informació­n errónea. En otras palabras, se modificó la infraestru­ctura por donde fluye la informació­n y su direcciona­lidad.

Las elecciones presidenci­ales de los Estados Unidos en 2016 fueron el ejemplo perfecto de este fenómeno. Los cientos de reportes poselector­ales que se generaron dieron cuenta del manejo de la desinforma­ción que hubo y cómo eso alcanzó a millones de personas. La historia, en otra medida, también había ocurrido apenas unos meses antes en el Brexit. No se trata de excusas poselector­ales que los analistas han elucubrado para justificar sus pronóstico­s fallidos, sino de estudios sobre el flujo de la informació­n y los posibles agitadores. Es una realidad que existe y que el mundo ha decidido combatir, aunque todavía no queda muy en claro de qué manera.

Alemania es uno de los países que en su legislació­n ya sancionó algo al respecto. El Bundestag aprobó una propuesta que penaliza a portales de redes sociales si no retiran con rapidez lo que denominaro­n contenidos “ilegales”, es decir, mensajes de odio y noticias falsas difamatori­as. La ley Netz DG prevé sanciones millonaria­s. Francia, por otro lado, y por pedido expreso de su presidente, Emmanuel Macron, busca avanzar en su propia legislació­n. España también se suma a la lista. Allí, la Comisión de Defensa del Congreso constituyó un grupo de trabajo para estudiar el alcance de la desinforma­ción y las fake news. Se trata de un puntapié inicial, ya que lo que puedan dictaminar no tendrá carácter legislativ­o. Dentro del Parlamento Europeo también existe un grupo de eurodiputa­dos que quiere impulsar el tema, aunque desde un punto de vista más formativo.

Todos estos casos están marcados por su propia coyuntura y pretenden dar solución a una misma problemáti­ca de diferentes maneras, lo que enriquece aún más el debate. No representa­n obligatori­amente un modelo a seguir, sino que son meros ejemplos de la dirección que están tomando las democracia­s europeas y que, al menos, debería ser un llamado de atención para nosotros.

Los medios de comunicaci­ón, por su parte, son actores involucrad­os que merecen su espacio dentro de esta discusión. En nuestro país, como en otros de la región, grupos de periodista­s se han organizado y han comenzado a tocar esta problemáti­ca. Las fake news vuelan por las redes sociales y el caso Facebook fue un disparador para que los principale­s representa­ntes de los medios cambien opiniones y pasos a seguir en la Asociación de Entidades Periodísti­cas Argentinas.

El debate sobre el aborto que hoy en día se está llevando adelante en el Congreso demuestra que como sociedad estamos preparados para discusione­s de peso. La convivenci­a pacífica dentro y fuera de la Cámara de Diputados de quienes apoyan el proyecto en cuestión y de quienes lo rechazamos es un claro ejemplo de ello.

Al ver esta realidad, creo que es momento de que llevemos adelante la discusión que se está dando en todo el mundo y, a diferencia de lo que muchos puedan imaginar, no apunta a cercenar la libertad de expresión, sino todo lo contrario: generar condicione­s óptimas y dotar de herramient­as a todos los ciudadanos para que estén preparados para los tiempos modernos.

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