Hora de debatir sobre las fake news
En un mundo donde todo cambia de manera vertiginosa, vivimos un fenómeno que no es nuevo, pero que con el avance y el desarrollo de las grandes plataformas tecnológicas alcanzó una magnitud que ya es imposible de obviar.
Las fake news, o noticias falsas, existieron siempre. Sin embargo, lo que antes apenas se presentaba de manera pasiva ante el lector hoy se da en el proceso inverso. Esa información penetra directamente y sin aviso en los dispositivos móviles de cada persona y nos expone a la circulación de información errónea. En otras palabras, se modificó la infraestructura por donde fluye la información y su direccionalidad.
Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en 2016 fueron el ejemplo perfecto de este fenómeno. Los cientos de reportes poselectorales que se generaron dieron cuenta del manejo de la desinformación que hubo y cómo eso alcanzó a millones de personas. La historia, en otra medida, también había ocurrido apenas unos meses antes en el Brexit. No se trata de excusas poselectorales que los analistas han elucubrado para justificar sus pronósticos fallidos, sino de estudios sobre el flujo de la información y los posibles agitadores. Es una realidad que existe y que el mundo ha decidido combatir, aunque todavía no queda muy en claro de qué manera.
Alemania es uno de los países que en su legislación ya sancionó algo al respecto. El Bundestag aprobó una propuesta que penaliza a portales de redes sociales si no retiran con rapidez lo que denominaron contenidos “ilegales”, es decir, mensajes de odio y noticias falsas difamatorias. La ley Netz DG prevé sanciones millonarias. Francia, por otro lado, y por pedido expreso de su presidente, Emmanuel Macron, busca avanzar en su propia legislación. España también se suma a la lista. Allí, la Comisión de Defensa del Congreso constituyó un grupo de trabajo para estudiar el alcance de la desinformación y las fake news. Se trata de un puntapié inicial, ya que lo que puedan dictaminar no tendrá carácter legislativo. Dentro del Parlamento Europeo también existe un grupo de eurodiputados que quiere impulsar el tema, aunque desde un punto de vista más formativo.
Todos estos casos están marcados por su propia coyuntura y pretenden dar solución a una misma problemática de diferentes maneras, lo que enriquece aún más el debate. No representan obligatoriamente un modelo a seguir, sino que son meros ejemplos de la dirección que están tomando las democracias europeas y que, al menos, debería ser un llamado de atención para nosotros.
Los medios de comunicación, por su parte, son actores involucrados que merecen su espacio dentro de esta discusión. En nuestro país, como en otros de la región, grupos de periodistas se han organizado y han comenzado a tocar esta problemática. Las fake news vuelan por las redes sociales y el caso Facebook fue un disparador para que los principales representantes de los medios cambien opiniones y pasos a seguir en la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas.
El debate sobre el aborto que hoy en día se está llevando adelante en el Congreso demuestra que como sociedad estamos preparados para discusiones de peso. La convivencia pacífica dentro y fuera de la Cámara de Diputados de quienes apoyan el proyecto en cuestión y de quienes lo rechazamos es un claro ejemplo de ello.
Al ver esta realidad, creo que es momento de que llevemos adelante la discusión que se está dando en todo el mundo y, a diferencia de lo que muchos puedan imaginar, no apunta a cercenar la libertad de expresión, sino todo lo contrario: generar condiciones óptimas y dotar de herramientas a todos los ciudadanos para que estén preparados para los tiempos modernos.