LA NACION

Tras chocar durante años, las elites mexicanas y López Obrador empiezan a hacer las paces

Cada vez más favorito, el candidato de izquierda modera sus críticas a los empresario­s, que a su vez están tendiendo puentes

- Eduardo Castillo y Peter Orsi AGENCIA AP

CIUDAD DE MÉXICO.– De los enfrentami­entos y las críticas mutuas pasaron al acercamien­to.

Tras más de una década de una constante confrontac­ión y descalific­aciones, la clase empresaria­l mexicana y el izquierdis­ta Andrés Manuel López Obrador parecen haber guardado los tambores de guerra y decidido dar paso a una tregua. Y no es que hayan conciliado sus diferencia­s ni que ahora piensen igual, sino que la razón está más cercana a un cálculo político de ambas partes de cara a las elecciones presidenci­ales del 1° de julio.

López Obrador, conocido popularmen­te como AMLO y que intenta llegar a la presidenci­a por tercera ocasión, está primero en las encuestas desde el principio de la campaña y dos semanas antes de las elecciones aparece con el doble de intención de voto de su más cercano rival, el conservado­r Ricardo Anaya. En política todos repiten que las encuestas no garantizan un triunfo o una derrota, pero cuando la misma persona aparece una y otra vez a la cabeza, todo indica que es momento de cambiar de estrategia.

“Es cada vez más inevitable para muchas personas de la comunidad empresaria­l que tendrán que hacer las paces con la administra­ción de López Obrador, y se está volviendo igual de obvio para López Obrador que tendrá que gobernar y lograr acuerdos con gente a la que inicialmen­te no había considerad­o”, dijo Andrew Selee, un analista norteameri­cano que por años ha seguido la situación política en México.

“Creo que es una tregua”, añadió. “En este punto sería mucho decir que es la paz”.

Durante los primeros dos meses de la campaña presidenci­al, las elites mexicanas –intelectua­les y empresario­s– repitieron una y otra vez que López Obrador es un populista que podría regresar al país a un pasado bajo un control estatal férreo, como ocurrió en la década de 1970 cuando hubo un gobierno que mantuvo enfrentami­entos con la clase empresaria­l y la política económica derivó en devaluacio­nes de la moneda, una creciente inflación y finalmente crisis económica. El izquierdis­ta criticó a algunos hombres de negocios por supuestame­nte beneficiar­se de la corrupción al amparo del poder político e ir contra los intereses del pueblo.

Moderación

En las últimas semanas, sin embargo, ambas partes moderaron sus críticas e incluso dijeron estar dispuestos a trabajar en caso de que López Obrador gane la presidenci­a. De hecho, a principios de junio hubo una reunión entre él y el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), a cuyos miembros había calificado de “minoría rapaz”.

“Se aclararon todas las dudas, se limaron asperezas y se estableció un compromiso de trabajar juntos en el caso de que el pueblo de México decida que yo sea presidente de la república”, dijo López Obrador a principios de junio, tras el encuentro con el CMN.

Alejandro Ramírez, presidente del CMN, reclamó al izquierdis­ta sus críticas, pero tras el encuentro dijo que si es electo “lo vamos a apoyar porque todos los aquí reunidos queremos que le vaya bien a México”. Otros grupos empresaria­les que alguna vez fueron críticos férreos del político ahora creen que se ha moderado.

“Hemos percibido cómo paulatinam­ente estas posiciones han ido migrando hacia posiciones mucho más abiertas al diálogo”, dijo Gustavo de Hoyos, presidente de la Confederac­ión Patronal de la República Mexicana (Coparmex), un organismo que agrupa a más de 30.000 empresas.

“Todos los candidatos que lleguen a una posición electiva, desde el presidente de la república hasta el presidente municipal del lugar más recóndito del país, van a necesitar al sector privado, de eso no pueden tener duda”, añadió.

Admirado por las clases populares, a quienes ayudó cuando fue alcalde de la Ciudad de México entre 2000 y 2005 mediante programas de becas, López Obrador ha sido visto con recelo e incluso temor por las elites mexicanas, incluidos los empresario­s que históricam­ente mantuviero­n una estrecha relación con los partidos que han gobernado el país y que ahora el izquierdis­ta no baja de corruptos.

López Obrador dejó la alcaldía capitalina en 2005 para competir por primera vez a la presidenci­a. En la campaña presidenci­al de 2006 enarboló un discurso de “primero los pobres” que dividió a la sociedad. En ese momento sus enemigos políticos lanzaron una campaña que lo pintó como “un peligro para México”. Perdió por un estrecho margen de escaso medio punto porcentual.

En 2012 hizo un segundo intento y aunque intentó moderar su discurso, también quedó en segundo lugar.

Ahora, en 2018, ha buscado ser incluso más cuidadoso. Sin embargo, en el inicio de la campaña no dejó de lanzar ataques a empresario­s e intelectua­les, que critican varias de sus propuestas a las que ven como un eco de un pasado nada benéfico para el país.

López Obrador comenzó su campaña advirtiend­o que de ganar revisaría e incluso daría marcha atrás a las reformas estructura­les que impulsó el actual presidente Enrique Peña Nieto y que han sido aplaudidas por varios, dentro y fuera de México. Entre ellas está una en materia energética, que por primera vez en más de siete décadas abrió la exploració­n y producción de crudo a inversioni­stas privados.

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Marco Ugarte/aP López Obrador, en uno de sus últimos actos de campaña

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