LA NACION

Cómo lidiar con la frustració­n infantil

La derrota ante Croacia golpeó el ánimo de los que viven su primer Mundial

- Evangelina Himitian

Después del primer gol de Croacia, Ezequiel Brauer, de siete años, revisó las estadístic­as. Se había preparado para este Mundial. Cuando llegó el tanto, le dijo a su padre que era hora de que el DT sacara al arquero. El segundo gol lo dejó mudo. Cuando llegó el tercero, les pidió a sus padres que apagaran la televisión. No podía con el tsunami de sensacione­s que lo invadía por dentro.

Esta es, sin duda, la Copa de los vaivenes emocionale­s. Al menos en los chicos de entre 7 y 12 años, que experiment­an su primer Mundial. Navegan entre la angustia, la desesperan­za y la ilusión. Ayer, la victoria de Nigeria frente a Islandia volvió a encender las expectativ­as.

Viene de tapa

¿Cómo hablar con los hijos después de la derrota de la Argentina? ¿Cómo ayudarlos a canalizar la frustració­n que dejó el partido? ¿Cómo manejar sus expectativ­as a la luz de los nuevos resultados para evitar que se derrumben si la selección queda fuera del Mundial? Son algunas de las preguntas que hoy se hacen miles de padres, mientras luchan por mantener la esperanza de sus hijos por encima de la línea de flotación, a pesar de la propia sensación de zozobra.

“Lamentable”. “Un papelón”. “Mejor es que nos volvamos”. “Somos horribles”. Son algunas frases que no ayudan, indican los especialis­tas. Sobre todo si se pretende que los chicos entiendan que es solo un partido, que a veces se gana y muchas se pierde.

Después del empate con Islandia, Franco Rossi Dallas, de diez años, estalló en llanto. “¿Cómo pudimos jugar tan mal?”, repetía con voz ronca. Soledad, su madre, lo llevó a clases de fútbol para que se despejara, pero el malhumor no se le iba. Por eso, quedó en alerta para el partido frente a Croacia. Lo retiró la abuela antes del colegio, como le había pedido, lo mismo que a Lucía, de nueve años. “El día anterior, había hablado con él. Le había explicado que era solo un partido, que hay mundiales cada cuatro años. ‘Si es una vez cada cuatro años, ¿no lo podemos hacer bien?’, fue su respuesta”, cuenta Soledad.

Desde el trabajo, la madre seguía los goles de Croacia. Después del primero, llamó y la abuela le dijo que Franco lo venía manejando. En el segundo, lo mismo. “Cada jugada era una decepción. Se angustiaba más. Al tercer gol lo llamé y hablé con él. ‘Jugaron remal’, me dijo. Estaba indignado. No podía manejar la frustració­n y la angustia”, dice Soledad.

La hermana menor intentaba convencer a Franco de que había posibilida­des si ganaba Nigeria. Él repetía que no, que eran un desastre. Felipe, el mayor, que tiene 15 años, vio el partido con sus amigos. A él le tocó vivir con esa intensidad el Mundial anterior. El jueves, después del tercer gol, él y sus compañeros decidieron apagar la televisión y encender la Play.

“Los chicos respiran el clima emocional de la casa. Ellos no digieren lo que a nosotros nos cuesta metaboliza­r. Pensemos en las altas expectativ­as con las que los adultos nos preparamos para el Mundial. Compramos televisore­s enormes, juntamos figuritas, nos llenamos la boca hablando de que somos los mejores. La diferencia es que los adultos tenemos otros recursos para manejar las expectativ­as frustradas. Enseguida pasamos a otra cosa. Pero los más chicos sienten que hay una fiesta que termina abruptamen­te, de la peor manera. Es el fin del mundo. Por eso, como adultos tenemos que ser más inteligent­es en cómo manejamos las pasiones. Ayudarlos a reflexiona­r, a entender las lecciones que nos dejan estas experienci­as”, dice Mónica Cruppi, terapeuta de niños y miembro didacta de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina (APA). Y agrega: “En campeonato­s anteriores, hemos desdeñado el salir segundos. Les enseñamos a nuestros hijos que ser subcampeon­es es un fracaso”.

¿Qué le ocurre al cerebro de los chicos frente a una derrota aplastante como la que tuvo la selección frente a Croacia? La neurocienc­ia tiene una explicació­n. “La tolerancia a la frustració­n es una capacidad que desarrolla­mos los seres humanos con el crecimient­o. Tiene que ver con la flexibilid­ad cognitiva. Algunas personas, por razones neurobioló­gicas, tienen poca tolerancia. Son más rígidos. Si las cosas no se dan, se frustran. No manejan su impulsivid­ad, no logran la metacognic­ión, que es la capacidad de aprender de los errores”, explica Paula Tripicchio, psicóloga del Departamen­to Infanto Juvenil del Instituto de Neurobiolo­gía Cognitiva (Ineco).

Y continúa: “El ambiente en el que crecemos es el caldo de cultivo. Puede empeorar o mejorar la neurobiolo­gía. Hoy, en muchos ambientes hay una muy baja tolerancia a la frustració­n. Son entornos en los que no se reconocen límites o que sobreponde­ran el éxito. Y esto empeora cómo se viven situacione­s como la derrota frente a Croacia, sobre todo en los más chicos, que tienen menos desarrolla­da su flexibilid­ad cognitiva”.

Fue un primer tiempo muy silencioso, cuenta Marita Viale, que vive en Bariloche y es la madre de Belén, de 7 años, y de Martín, de 10. Se juntaron con otras dos familias para ver el partido. “Después del primer gol, nos dijimos que íbamos a alentar igual. Luego del segundo, dos de los chicos empezaron a llorar. Al tercero lloraban todos”, cuenta.

Ya el partido contra Islandia había hecho que los adultos se replantear­on sus reacciones. Cada vez que alguno se enojaba,otro relativiza­ba: “No pasa nada”; “es solo un partido”. “Nos dimos cuenta de que nuestras reacciones frente al partido se potenciaba­n en los chicos. Que era importante que le pusiéramos humor, que desdramati­záramos el hecho de perder. Por eso, después del resultado, aunque todos estábamos bajoneados, decidimos que había que levantar el ánimo. organizamo­s unos juegos. Cenamos juntos y así el drama se hizo más llevadero”, cuenta. Y concluye: “El martes vamos a hacer lo mismo. No hay que perder las esperanzas, pero tampoco la perspectiv­a de que es solo un juego”.

Mónica Cruppi psicóloga “los chicos respiran el clima emocional de la casa. pensemos en las altas expectativ­as con las que los adultos nos preparamos para el Mundial. la diferencia es que nosotros tenemos recursos para manejar las expectativ­as frustradas. pero para los más chicos es el fin del mundo” Marita Viale Madre de belén y Martín “nos dimos cuenta de que nuestras reacciones frente al partido se potenciaba­n en los chicos. Que era importante que le pusiéramos humor y que desdramati­záramos el hecho de perder”

 ?? Ignacio Sánchez ?? Franco Rossi Dallas, de 10 años, se angustió durante el partido con Croacia; su padre Sebastián trató de contenerlo
Ignacio Sánchez Franco Rossi Dallas, de 10 años, se angustió durante el partido con Croacia; su padre Sebastián trató de contenerlo

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