LA NACION

El campo, motor del país, necesita reglas claras

- Daniel Pelegrina Presidente de la Sociedad Rural Argentina

En la última inauguraci­ón de Expoagro, en marzo pasado, el presidente Macri remataba su discurso con esta exclamació­n: “¡Ese es el campo argentino!”. Previament­e se había referido al motor que constituye­n los agronegoci­os: “Todo lo que ganan lo vuelven a reinvertir para crecer más, para hacer más” y, hablando sobre los derechos de exportació­n al campo, el Presidente justificó su eliminació­n: “Es un impuesto absurdo que entorpece el crecimient­o y el federalism­o”.

Apenas dos meses más tarde, el 16 de mayo, Macri decía: “Me sorprende que se vuelva a escuchar como alternativ­a restablece­r retencione­s, que no han funcionado y dañan la economía”, y reiteraba: “Las retencione­s han sido un impuesto muy nocivo”.

Por eso fue grande nuestra sorpresa cuando los rumores aventaban viejos tiempos.

El Presidente tiene las pruebas de que el camino emprendido desde el inicio de su gobierno es virtuoso. Dos cosechas récord aportaron crecimient­o y divisas a la economía; la última, que iba en camino de serlo, fue frustrada por el clima con un faltante de US$8000 millones para el campo y el interior, con efectos que se están haciendo sentir no solo en la macroecono­mía, sino fundamenta­lmente en los bolsillos de miles de productore­s.

Días pasados, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires presentó un informe contundent­e sobre el impacto que la campaña de trigo tendrá sobre la economía en el caso de que se cumplan los pronóstico­s actuales. Como resultado del cambio de políticas implementa­das por este gobierno con la eliminació­n de las retencione­s y las restriccio­nes al comercio, el producto bruto del trigo terminará creciendo 132%, duplicando la participac­ión de la cadena triguera en el PBI nacional. En solo tres campañas, sumará más de US$2000 millones de valor agregado a la economía del país y con exportacio­nes adicionale­s por más de US$1200 millones que ayudarán efectivame­nte en la generación neta de divisas.

Se estima que la recaudació­n fiscal total de la actual campaña será de US$725 millones, lo que representa un 29% más respecto de la campaña 2015/16, la última en que todavía regían retencione­s. Es decir que, sin retencione­s, la actual campaña recaudará casi 200 millones de dólares más. Conclusión: la recaudació­n por vía de otros impuestos compensa con creces la pérdida de ingresos fiscales por eliminació­n de los derechos de exportació­n.

Por otra parte, el esquema tributario sin retencione­s es más federal ya que está conformado por impuestos coparticip­ables. La reactivaci­ón generada por estos recursos, sumada al efecto multiplica­dor que tiene la actividad agroindust­rial en sí misma, provoca un giro en la economía local asociada a la producción que da vida a todo el territorio donde nos desenvolve­mos.

El valor agregado queda en el país, en la región, en nuevas inversione­s, con más consumo de fertilizan­tes, tractores, maquinaria­s, fletes, servicios, herreros, albañiles, gomeros, vendedores de insumos, de autos y de artículos que mejoran el bienestar de nuestra gente y también de los integrante­s del interior productivo, ese gran conglomera­do de ciudadanos que de una u otra manera están asociados a lo que el campo produce.

Con el mismo criterio analizado en ese informe, el resto de los cultivos agrícolas, la ganadería y las numerosas actividade­s productiva­s que se desarrolla­n a lo largo de nuestra bendecida geografía reaccionan de similar manera cuando al campo le “sacan el pie de encima” y se pone en marcha el motor del país.

Pero para consolidar­se como motor de la economía, el agro necesita contar con las expectativ­as correctas, combustibl­e imprescind­ible para una economía pujante. Solo con un horizonte de planificac­ión adecuado, reglas de juego claras y previsible­s, seguridad para las inversione­s, el campo como el resto de las actividade­s productiva­s, podrá desplegar todo su potencial. La alineación de expectativ­as a un rumbo cierto y el cumplimien­to de la palabra empeñada son indispensa­bles para que rindan sus frutos los US$12.000 millones que se pondrán en juego en esta campaña agrícola, para que continúe la recuperaci­ón del stock bovino perdido en la década pasada, para que tengamos los novillos pesados que necesitamo­s para abastecer a los numerosos y tan bien logrados mercados del exterior, para poner en marcha la enorme posibilida­d que tiene la lechería argentina y también para que las economías de todas nuestras regiones vuelvan a reflejar el brillo que supieron tener a la luz de las reconversi­ones necesarias que un mundo de oportunida­des nos demanda.

Es imperioso que los productore­s tengamos la tranquilid­ad necesaria para concentrar­nos en producir más y mejor. El desafío está en mejorar la competitiv­idad de las cadenas de valor empezando por un sistema impositivo equilibrad­o y justo. Eso no ocurrirá reviviendo las malas experienci­as de las retencione­s luego de diez años transcurri­dos desde la 125, cuando la Argentina perdió una de las mejores oportunida­des que la historia le presentó para subirse al camino del progreso. No tropecemos con la misma piedra.

Apostemos a consolidar un proyecto de verdadero desarrollo de nuestra nación de la mano del campo y asumamos con orgullo la misión de ser una gran potencia agroindust­rial.

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