LA NACION

El selecciona­do de las oportunida­des se topó con una vida más

Como sucedió sobre el final de la eliminator­ia sudamerica­na, el equipo argentino se encontró con una ayuda externa; ahora, el escenario sostiene su esperanza de avanzar a los octavos de final

- Javier Saúl

BRONNITSY, Rusia.– El vestuario de la Bombonera era un manojo de nervios. Cabezas gachas, mucha bronca. Los jugadores estaban derrumbado­s, cabizbajos. Hasta que un dirigente de alto rango de la AFA ingresó con la noticia que cambió el humor: el paraguayo Antonio Sanabria había silenciado el Metropolit­ano Roberto Meléndez, de Barranquil­la, a los 92 minutos de un Colombia-paraguay como para el infarto.

La selección albicelest­e se mantenía fuera de la zona de clasificac­ión para el Mundial de Rusia, pero la remontada guaraní a falta de 10 minutos para sellar el 2-1 ponía a a los dirigidos por Jorge Sampaoli nuevamente en carrera. La Argentina pasó de estar abajo del ring a subirse y tomar aire. Contra las cuerdas, sí. Pero con la esperanza de un último golpe, más allá de que los antecedent­es cercanos no eran buenos: debía vencer a Uruguay y empató, necesitaba un triunfo frente a Venezuela e igualó inesperada­mente, y para sacudir a Perú se eligió La Boca, donde hubo tablas.

Como en aquel vestuario, pero a miles de kilómetros, una noticia cambió las caras en la tarde de ayer: Bronnitsy fue testigo de un grito que tuvo su epicentro en la utilería del búnker del plantel y que se replicó en cada hotel ruso donde había un argentino. De la eliminació­n a la esperanza. Ahmed Musa es el nuevo Tony Sanabria.

Las novedades que llegaban desde Buenos Aires no sorprendía­n. La tarde después de la dura derrota frente a Croacia, un Islandia-nigeria que se presagiaba intrascend­ente logró picos de 30,6 puntos de rating en la TV Pública. El partido que antes no tenía valor alguno se transformó en una “final del mundo”.

Los goles de Musa sacudieron las redes sociales y dieron aire a un equipo que un par de horas más temprano se veía afuera. Hubo memes de un Messi nigeriano, y recuerdos de situacione­s similares. Carteles electrónic­os de las calles porteñas pasaron de informar sobre incidencia­s de tránsito a decir “Hoy vamos Nigeria” y, después, “Gracias Nigeria”. El de la selección es un caso paradigmát­ico: cuando parece que la suerte no acompaña (goles fallados, situacione­s insólitas en partidos clave, errores), surge una chance. Nigeria es la enésima para un grupo que siente que de una vez por todas debe dar la cara.

La reunión en la última hora de ayer, tras analizar la derrota, fue por ese camino. Cerrar filas, mentalizar­se y salir adelante como aquella vez en el Atahualpa de Quito. Gloria o adiós. No habrá término medio. Los que temían colgarse el cartel de “los jugadores que se quedaron fuera del Mundial” y aparecer en las fotos como “prófugos”, como confesó Enzo Pérez, ahora no quieren ser la imagen de una salida en la primera rueda.

El tren pesimista que partió de Nizhny Nóvgorod desaceleró su marcha 20 horas después. Algo está claro: más allá de la respuesta que devuelva la calculador­a, ahora se necesita una reacción futbolísti­ca. Un triunfo sobre Nigeria, como aquel de octubre frente a Ecuador, es la única opción. El selecciona­do se jugará la clasificac­ión en San Petersburg­o, pero tendrá un ojo puesto en Rostov del Don, donde se enfrentará­n Croacia e Islandia. “Que Messi se quede tranquilo. Nosotros vamos a ir a ganarle a Islandia y veremos si esto ayuda a la Argentina”, prometió Luka Modrić tras el 3-0. Hoy se conocerá a ciencia cierta cuál posición van a tomar los croatas, o al menos cuál intención: en la práctica empezarán a definir un equipo que, según se sugería anoche, podría estar integrado por varios suplentes.

Ganar y esperar otro resultado para avanzar. La única salida para un equipo que vuelve a depender casi de sí. El grupo de las tres finales perdidas, el de la clasificac­ión agónica y el que ahora recibe una vida más gracias a Nigeria. Con un Messi que no muestra su mejor versión, todo parece cuesta arriba. Pero el fútbol vuelve a regalar una chance, la bala de plata para torcer lo que parecía sentenciad­o.

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H. zenteno En Plaza San Martín todo era desconsuel­o tras la goleada sufrida anteayer contra Croacia

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