LA NACION

En la cocina, otro Francia vs. Perú

Fuera del fútbol

- Pablo Plotkin

Se está quemando algo?”. Christophe Krywonis se agacha para ver si se pasó el gratin cuando bajó a abrirnos. No, todo en orden. “Tengo el horno roto, mañana me traen uno nuevo”.

En el living, un 55 pulgadas transmite en HD. En dos horas Perú habrá sido eliminado. En cuatro, Argentina tendrá el corazón partido por una trifecta balcánica, pero ahora todo es expectativ­a y comunión. Hay choque de potencias gastronómi­cas en Ekaterimbu­rgo y en el barrio de Belgrano nos preparamos para verlo con un top chef de cada bando: el francés dueño de casa, jurado estrella de realities como Bake Off, y el peruano Anthony Vásquez, jefe de la sede porteña de La Mar, la famosa cevichería de Gastón Acurio.

Para calmar los nervios, Christophe desempolva un queso comté elaborado por Marcel Petite. “Madurado 18 meses”, apunta. Anthony saca de su mochila un emmental que trajo de Suiza, además de un par de botellas. “Dos años de maduración”, retruca el peruano. Nos echamos en el sofá con un platito cada uno. Así da gusto ver fútbol.

A los 10 minutos se lo pierde Griezmann y Christophe ruge: “Vamooos”. Anthony murmura “no pasa nada, causa” (causa en Perú significa amigo), mientras el aliento de los rojiblanco­s resuena en estéreo: “La furia inca, causa, la furia inca”.

Ninguno de los dos es muy futbolero, pero el Mundial les encanta. Christophe jugó de chico en un club de Blois y es hincha de Olympique. Acá simpatiza con Boca. Anthony es hincha del Melgar, el cuadro más popular de Arequipa. Su abuelo, Jaime Díaz, era entrenador y dirigió un tiempo a Alianza Lima, pero Anthony prefería el básquetbol. “Mi abuelo siempre decía: ‘A los grandes los ves chiquitos y a los chiquitos ni los ves’. Así tienen que pensar estos huevones”, dice señalando el televisor.

Minuto 34. Paolo Guerrero pierde la pelota y Mbappé la empuja al gol. El grito del francés retumba en la manzana. Termina el primer tiempo y vamos a la cocina. Christophe pone a calentar manteca en una sartén. Es una típica cocina de clase media: nada de islas, cromo ni vajilla cara, pero la maestría se nota en el par de minutos que le lleva saltar unas mollejas dulces con picante colombiano.

Christophe llegó al país en 1989. Se casó, tuvo hijos y se separó. En 1997 abrió su restaurant­e, que cerró en 2009, y en el medio empezó a trabajar en TV. Hoy es un abuelo de 53 años que parece disfrutar de la fama y la soltería, y se cocina a diario. Anthony tiene 32, un hijo de 8 y vive en Buenos Aires desde 2015. No cocina nunca en casa y su mujer se lo reclama toda vez que puede.

Francia baja el nivel, pero el equipo de Gareca no levanta. Los cocineros se distraen chequeando Instagram. “Ni un puto gol en esta Copa, huevón”, se lamenta Anthony. Termina el partido y volvemos a la cocina. Christophe pone a dorar unos bifes de arañita, los flambea al coñac y les monta un sauerkraut. Nos lo sirve con unas papas gratinadas inolvidabl­es. Mientras masticamos, Anthony señala el manjar y dice a modo de consuelo: “Al final sí ganó Perú”.

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Mauro ALFIERI
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