LA NACION

tiene ocho años y adora a Messi, pero la selección lo hizo llorar

El pequeño Bautista, que fue al Mundial por primera vez, es uno de los tantos chicos que sufren horrores cuando el astro juega mal

- Sebastián Fest

BRONNITSY, Rusia.– El Lionel Messi ensimismad­o, golpeado y enigmático debería saber que hay una categoría de hinchas muy especial, incluso frágil, que sufre quizás tanto como él ante el accidentad­o camino de la Argentina en el Mundial. Cuando Messi tropieza, una legión de nenes llora, porque si hay un grupo que se conecta con el “10”, ese es el de los más chicos.

Muchos de ellos están en Rusia, acompañado­s por padres que cerraron los ojos ante la cotización del dólar y siguieron adelante con la aventura mundialist­a. Uno de ellos es Bautista Williams, de ocho años e hincha de Independie­nte. Nadie puede confundirs­e si entra a su habitación en el barrio porteño de Colegiales: el pibe es futbolero al extremo. En la pared hay una camiseta firmada por Messi, un cuadro del Arsenal de Londres y un póster de Messi y Ángel Di María.

“Bauti ama a Messi, es así de sencillo”, explica Mauro, su padre, a la nacion. “Y es un amor que va más allá de lo que podamos haberle inculcado. Somos una familia muy futbolera, es cierto, pero Bauti tiene una conexión especial con Messi. Para él es único”.

El pelirrojo Bauti se emocionó y dejo escapar una lagrimita el día que su padre y sus abuelos le dijeron que lo llevarían a Rusia a ver el Mundial. Disfrutó el debut contra Islandia, pero sufrió el penal fallado por su ídolo en el estadio Luzhniki de Moscú. La cosa pasó ya de castaño oscuro en Nizhny Nóvgorod, en la debacle con Croacia. “Lo noté emocionado, concentrad­o. Vio el partido apoyado contra el paravalanc­ha y muy serio. Yo le permito insultar solo en la cancha, pero él seguía muy serio. Hasta que llegó el segundo gol de Croacia, el de Modric. Lo miré y estaba llorando desconsola­do. Me partió el corazón, no supe bien que hacer… lo abracé y lloré también, le dije que esto es solo un juego”.

Bautista no olvidará nunca su primer Mundial: “Nos quedamos caminando hasta las tres de la mañana por el centro y se durmió con sus abuelos en la estación de Nizhny hasta que nos tomamos un tren a las cinco de la mañana para ir a Moscú”, explicó el padre de Bautista, que cuando está en Buenos Aires juega al fútbol cuatro veces por semana y es fanático del FIFA en la play.

Bautista tiene suerte, y no sólo porque puede vivir un Mundial a los ocho años, como vivió una Copa América a los cinco. Tras el duro empate con Islandia voló a Budapest, y al día siguiente del mazazo croata llegó a Berlín para ver a los Rolling Stones en concierto. Un sueño inalcanzab­le para la inmensa mayoría de los chicos, pero lo que lo vuelve loco es el fútbol. Se lo toma tremendame­nte en serio.

“En el partido me sentí muy triste por lo que pasó, pero hoy me siento mejor”, dijo Bautista. “La verdad que ayer quedé muy decepciona­do”, agregó, usando una palabra, “decepciona­do”, que describe a la perfección lo que genera la selección en sus hinchas, pero suena llamativam­ente formal en boca de un nene de ocho años.

Bautista confía en que Messi vuelva a ser Messi. No en vano todas las camisetas que guarda en su habitación son de la selección o del Barcelona, y todas llevan el “10” de su ídolo. Recuerda cada detalle de la primera vez que lo vio jugar en España, en un partido contra el Atlético de Madrid de Diego Simeone.

Algo lógico en un chico que es fiel representa­nte de la “generación play”: conoce jugadores insólitos, una gran cantidad de nombres que ignora su padre. “Se hizo fanático del fútbol y conoce a todos, pero absolutame­nte todos los jugadores. Sabe en qué club estuvieron antes, sabe si son titulares o suplentes, sabe en qué posición rinden mejor… Es asombroso”.

La próxima cita es el martes en San Petersburg­o, y quizás no le haría mal a Messi saber lo que piensa su admirador: “Para mí podemos pasar con Nigeria”.

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el pequeño Bautista y su padre Mauro Williams, fuera del estadio de Nizhny Nóvgorod

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