André Rieu: El violinista que hizo de la música clásica un fenómeno de masas
Con los seis conciertos del Luna Park agotados, el director holandés promete convertir cada concierto en una fiesta
Siempre se sintió una oveja negra. Y es que a André Rieu no le gustaron nunca la disciplina ni la seriedad que estaba asociada al mundo de la música, esa que tanto disfrutaba tocar y escuchar. Hasta que llegó el día en el que su esposa, la única que comprendía su necesidad de mostrar esa música desde una perspectiva diferente, lo confrontó para decirle que no lo veía feliz siendo miembro de una orquesta. Le dio ánimos para renunciar y perseguir su sueño: una orquesta propia junto a la cual cambiar la actitud de la gente frente a la música clásica. Él sabía que si lograba que quienes asistían a sus presentaciones salieran felices, él también lo estaría.
El éxito llegó, y cómo. considerado hoy en día el artista clásico que más vende en todo el mundo, se da el lujo de hacer conciertos en grandes espacios abiertos, desde parques y plazas hasta estadios de fútbol con escenografías que recrean la fachada de palacios, globos que caen de lo alto y bailarines por los pasillos. Allá donde se presente –Europa, Asia, oceanía y toda América–, agota todas las entradas. Sus giras por el mundo han convocado más público que las de Metallica, Ed Sheeran, Rod Stewart y Beyoncé. Hasta las películas de sus concier- tos rompen récords de taquilla. Esa búsqueda de nuevos públicos en la que vienen trabajando desde hace muchos años las grandes casas de ópera y salas de conciertos alrededor del mundo, a veces no con tan buenos resultados, este director holandés lo logró gracias a un enfoque muy particular, en donde la música se muestra solo para el disfrute y el gozo, algo que no ha estado exento de polémica por aquellos que consideran que su estilo no es lo suficientemente “académico”.
En la vida de André Rieu, la música estuvo siempre presente ya que creció en un hogar lleno de ella. Su padre era director de la orquesta Sinfónica de Maastricht y todos sus hermanos tocaban instrumentos. con apenas cinco años se inició en el estudio del violín y terminó graduándose con honores en el conservatorio de Bruselas. Luego, la orquesta Sinfónica de Limburg lo contrató como violinista, pero afirma que fue durante este tiempo cuando experimentó un punto de quiebre respecto de su profesión. “Mis compañeros solo hablaban de cuánto irían a cobrar y cuándo serían las vacaciones, sentía que tocaban solo por el dinero y yo necesitaba expresarme de otra manera”.
Así fue como nació la orquesta Johann Strauss. Esa que desde hace más de treinta años lo acompaña en todas sus presentaciones. Al principio eran solo 12 músicos, hoy la forman casi 50 y sus apariciones son muy diferentes a las de las orquestas tradicionales. con atriles dorados para las partituras y las mujeres con llamativos trajes de colores que el mismo director diseña, Rieu afirma exigirle a cada uno de sus músicos una sola cosa aparte de tocar muy bien sus instrumentos. “Les pido que toquen desde el corazón y que cada noche estén presentes al ciento por ciento. Le debemos eso a ese público fiel que nos entrega su confianza y compra las entradas sin siquiera saber lo que vamos a tocar. Aquí nadie viene a escuchar una pieza específica o un compositor determinado; acá lo único que esperan es que sea una noche inolvidable”.
El proyecto musical de Rieu, a quien todos llaman el “Rey del Vals”, tiene su origen en el gran amor que siente por este género y por su más reconocido compositor, así que su presencia en cada presentación está asegurada, pero no todo el repertorio está compuesto por compases de ¾. El director afirma seguir siempre en la búsqueda de nuevas piezas ya que le gusta interpretar todo tipo de música. “Aunque nada se compara a ese momento en el cual toco el Danubio Azul y veo a todos los presentes sonriéndose y moviéndose al ritmo. Es maravilloso ver a gente de todas las edades (y esto es una gran diferencia con la cantidad de cabezas blancas que abundan en las salas de concierto), de orígenes y condiciones sociales diversas, disfrutando la música con tanta felicidad.
Excepto una sola persona y esa resulta siempre ser el crítico”.
No tiene reparos en admitir que habrá a quienes no les guste la manera en la que decidió mostrar la música clásica. Aunque si el criterio a tomar en cuenta fuese el del número de personas que asisten a sus conciertos, definitivamente no deben de ser muchos. “El éxito que hemos logrado me lleva a estar de gira constantemente por lo que no tengo mucho tiempo de interactuar con otros directores de orquesta. Pero debo decir que soy afortunado de tener a muchos músicos reconocidos dentro del ambiente académico a quienes les gusta lo que yo hago, así como a mí me gusta lo que ellos hacen y eso me basta para sentirme feliz y honrado”, dice Rieu.
La importancia de la familia
Detrás del diseño y la selección de los programas que se preparan para cada concierto, de los discursos que dice en sus presentaciones, de la escritura de su autobiografía y de absolutamente todo lo que tiene que ver con André Rieu, está su esposa Marjorie. “Sin ella como mi socia todo esto hubiese sido imposible. Mis padres no creían en mí y pensaban que jamás tendría éxito, pero desde el momento en que la conocí sentí que había alguien que me quería por ser como yo era. Ella supo darme la confianza para intentar todas las cosas y hasta esta fecha, después de 43 años, seguimos haciendo todo juntos. Mi hijo Pierre también colabora conmigo desde hace 20 años, aporta nuevas ideas y se encarga de los aspectos relativos a la organización para los cuales no tenemos suficiente tiempo”, explica.
Su “presentación al mundo” y algo que se convirtió en una especie de hito dentro de su carrera fue la aparición que realizó en 1995 durante la final de la Champions ante más de 65.000 personas. Estaban en el entretiempo del partido entre el Ajax de Amsterdam y el Bayern Munich cuando salió al campo e interpretó un vals de Shostakovich. Miles de fanáticos lo acompañaron tarareando e inmediatamente se ganó al público. “Pero en realidad no tengo una presentación más querida que otras, yo me propongo empezar de cero cada vez que salgo a escena,” afirma.
Además de ser gran violinista y director, Rieu es también un empresario muy exitoso. Vive en un hermoso castillo del siglo XVII situado en Maastricht, la misma ciudad en la que nació, el cual según dice la historia fue el lugar donde desayunó por última vez el famoso D’artagnan, el mismo que inspiró a Alejandro Dumas, antes de morir en batalla en el año de 1673. Es también abuelo y pareciera que a estas alturas ya tendría todos los números comprados para retirarse y vivir con toda la tranquilidad. Pero sus planes son otros. “Tengo apenas 68 años y pienso vivir hasta los 140 porque es a través de la música como encuentro las fuerzas para seguir. Yo volví realidad mi sueño y cuando uno vive dentro de su sueño no quiere abandonarlo”.