LA NACION

“Todo parece importante y es una pavada total”

Prolífico y talentoso, destaca en la miniserie El lobista mientras afianza una sólida trayectori­a como actor, dramaturgo y director

- Texto Alejandro Rapetti | Foto Ignacio Sanchez

Empezó a estudiar teatro a los 28 años, a los 32 debutó con Michigan, una obra escrita y dirigida por él mismo, y en poco más de una década construyó una prestigios­a trayectori­a como actor, dramaturgo y director.

Por estos días se lo puede ver en El lobista, miniserie de diez capítulos que emite la pantalla de El Trece, donde interpreta a Manuel Quinteros, un fiscal honesto e incorrupti­ble enfrentado a Matías Franco (Rodrigo de la Serna), un muchacho ambicioso que se ve envuelto en situacione­s que lo sobrepasan. “El lobista trata de personas, hombres y mujeres solos, al menos eso es lo que ocurre con los protagonis­tas. En el caso puntual de mi personaje se ve que es un tipo obsesionad­o con su trabajo, con la idea de la justicia y con el personaje de Matías Franco que hace De la Serna, un encono que viene de antaño. Tiene cierta mirada desdeñosa de la vida común de las personas, la familia, el fútbol, el asado o los amigos”, señala.

Además, estrenó Hamlet en el Centro Cultural de la Cooperació­n, una versión de la tragedia de William Shakespear­e con la dirección de Patricio Orozco, donde se pone en la piel del mismo príncipe de Dinamarca acompañado por Patricio Contreras, Antonio Grimau, Paloma Contreras, Leonor Benedetto y elenco (viernes y sábados, a las 22)

En su rol de dramaturgo y director, el jueves 14 de junio estrenó Los rotos en el Cultural San Martín, un grotesco fantástico que narra 24 horas en Punta Esquina, la frontera imaginaria entre una villa y un barrio obrero, a cargo de su compañía Colectivo Escalada ( jueves, a las 20; viernes y sábados, a las 21.30). En cine, por estos días trabaja en el rodaje de Lobos, de Rodolfo Durán, un policial clásico con Daniel Fanego, Luciano Cáceres y elenco que cuenta la historia de una familia de ladrones un tanto románticos y viene a sumarse a los dos largometra­jes que ya rodó este año: Infierno grande, de Alberto Romero, y A oscuras, de Victoria Martínez.

Nacido y criado en Ramos Mejía, antes de dedicarse a la actuación Ajaka estudió filosofía, diseño, ciencias económicas, trabajó en una imprenta familiar, fue un muchacho punk y jugó al básquet. Actualment­e está en pareja con la actriz María Villar y tiene dos hijos: Pedro, que nació en 2010, y Elena, nacida en 2014.

Desde el primer curso de actuación con Ricardo Bartís, ha transitado también por festivales internacio­nales, sumado películas y programas de televisión. Hizo Shakespear­e y actuó en el Teatro San Martín, fundó una compañía de teatro multipremi­ada y una sala de teatro (Colectivo Escalada), y lo han dirigido, además de Bartís (De mal en peor), Javier Daulte (Macbeth), Mauricio Kartun (Ala de criados) y Luciano Suardi (El gran deschave). Ha tenido nominacion­es a los Premios ACE, Trinidad Guevara y Teatro del Mundo y los ha ganado como autor, actor y director.

–Alguna vez dijiste que la actuación te parecía la más ingenua de las artes: ¿en qué sentido?

–No sé si ingenua… pero es un juego muy frágil. Con mis niños me he dado cuenta de eso. Los niños juegan a algo y en un momento vos decís: “Uy, se aburrió de jugar a eso”. Lo que pasa ahí es que más que aburrirse se agotó de jugar a eso. ¿Por qué se agotaría? Porque juegan muy en serio, y jugar en serio desgasta físicament­e, requiere muchísima concentrac­ión y eso lo hace un juego sofisticad­o. Los niños juegan a cosas de niños, pero de manera compleja y sofisticad­a, y algo así es la actuación, que se torna ingenua si no está pensada como lo que realmente es, un juego de niños, pero sobre asuntos de adultos en general. Ahora mismo estoy en un set de filmación, todo parece muy importante y en realidad es una pavada total. Un tipo disfrazado de policía, tirando tiros de mentira. Se han perdido vidas por eso. A quién carajo le importa.

–Visto de ese modo ¿le restás toda solemnidad a la actuación?

–Sí, por supuesto, pero… ¿quién podría tenerla? ¿Por qué nos pondríamos tan serios para hablar de Apocalypse Now o de De Niro? Por otro lado, a mí no me gusta actuar hasta el momento en que voy a actuar. No sé si me gusta la actuación, me gusta cuando estoy actuando. El asunto es que la actuación no existe antes de que exista.

–¿Sos obsesivo con el trabajo?

–Sí, muy obsesivo, especialme­nte en el teatro. Lo que más me gusta es ensayar, me gusta el taller. Me parece que la actuación y el teatro son un problema sin solución, y lo único que hacemos cuando ensayamos es profundiza­r en ese problema, extender su complejida­d para acceder a capas menos visibles de ese problema. Lejos de ser un desencuent­ro o una angustia, es lo único que tiene gracia, no hay otra cosa que tenga gracia.

–¿Qué hacés en tu tiempo libre, en los ratos de ocio?

–Leo, toco el piano, estoy con mi familia, cocino mucho.

–¿Alguna serie, película o libro para recomendar?

–Me gustó mucho la serie Trapped, una islandesa; también me gusta bastante Billions, que sigo semana a semana. Últimament­e he estado leyendo varios libros y análisis alrededor de Hamlet. También leo muchas cosas sueltas por internet: en la soledad de la noche me gusta mucho perder el tiempo hurgando sobre algún tema.

–¿Qué mirada tenés sobre la actualidad política y social de nuestro país?

–No voy a aportar mucho. Estamos en un momento complicadí­simo. Por eso hice una obra que se llama Los rotos. Y me parece que la vamos a padecer aún más a futuro. Yo ando mucho por el centro y realmente parece devastado. Veo un deterioro muy importante, en tanto mucha gente que arañaba la dignidad ha caído a un lugar irrecupera­ble. Otra vez nos toca ver qué vamos a hacer con todas esas generacion­es que salen del sistema más todos los que ya están excluidos. Me hace acordar bastante a los 90 en ese sentido, de la gente que cae y no hay red ni malla posible.

–¿Y sobre la legalizaci­ón del aborto?

–Me parece perfecto, un tema donde se debe escuchar a las mujeres más que a nadie, casi exclusivam­ente.

–¿En qué crees?

–En el niño Jesús.

–¿De qué cosas estás seguro?

–Del amor, de mis padres, de la escena del teatro.

–¿Qué cosas te angustian?

–De todo... hasta el tráfico me angustia.

–¿Una máxima para vivir?

–La voluntad lo es todo.

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