“Nuestras panzas son políticas”
Un coro espontáneo de alumnos secundarios canta “La pinta es lo de menos, vos sos un gordo bueno, alegre y divertido, sos un gordito simpaticón”. La secuencia musical termina cuando todo el alumnado rodea a un celador gordo, lo empuja y le arre bata una caja de tizas. La película es El profesor
patagónico (1970) y la canción, “Balada para un gordo”, un éxito de Juan y Juan, quienes interpretan a dos estudiantes. Dirigida por Fernando Ayala, esa secuencia representa la gordofobia en todo su esplendor como cuadro musical alegre de supuesta rebeldía adolescente, asumiendo la condena, desde la letra, de que una persona gorda no puede tener pinta y ejerciendo el derecho al bullying festivo y coreográfico al gordo.
El contexto amplifica la represiva política corporal: la película y la canción fueron producidas durante la dictadura de onganía, cruenta en perseguir a personas que tuvieran una apariencia fuera de la normativa militar disciplinaria, cuando se detenía a hombres con pelo largo y se los rapaba en las comisarías. Pero toda esa postura frente a la gordura no es algo sepultado en un pasado de cuatro décadas atrás, sino que se sigue multiplicando, con la canción convertida en video de Youtube de perenne reproducción de burla a la gordura. Parece que no pasó el tiempo para la gordofobia, que operó de idéntica manera durante el siglo XX y que las tecnologías de la opresión de los cuerpos se actualizan para seguir relacionando la gordura con la fealdad, la enfermedad, incluso con la inminencia de la muerte.
La violencia institucional de la medicina en relación con personas gordas, que cada activista de la gordura denuncia, cae en saco roto: repetimos mil veces que no hay más que ir a una consulta de salud para que cualquier especialista dictamine, al solo vernos, que nuestro problema es la gordura, sin mediar ningún tipo de análisis, rigor o saber científico. El grupo de activistas feministas y lesbianas Fat Underground demostró, a inicios de los años 70, que la medicina mató a la cantante gorda Mama Cass y no la gordura, causa falsa que la prensa difundió.
Frente a la invasión de publicidades de productos light, es tan obvia la imposición de una industria de la dieta que hablar de “neoliberalismo magro” debería ser una constante, pero sin embargo hay un silencio que solo rompen activistas de la gordura como Laura Contreras y Nicolás Cuello en su libro Cuerpos
sin patrones. No solo no se cumple la ley de talles, sino que la ley se talla en nombre de la delgadez. Nuestras panzas son políticas y se resisten a quedar desdibujadas en políticas de la diversidad que son eslóganes que enuncian un respeto que no se apoya en prácticas, afectos y deseos de otras dimensiones de la experiencia y la disidencia corporal.
Con la invasión light, es muy obvia la imposición de una industria de la dieta