LA NACION

La “tolerancia cero”, un peligro que no logra frenar a los migrantes

Muchas familias de América Central creen que afrontar un posible arresto es mejor que quedarse en sus países

- Julie Turkewitz y José del Real Traducción de Jaime Arrambide

TUCSON, Arizona.– Cuando Luis Cruz dejó a su esposa, cuatro de sus hijos y la casa que él mismo había construido, ya había escuchado que los oficiales norteameri­canos podrían separarlo del único hijo que lo acompañarí­a. Sin embargo, a principios de este mes, padre e hijo partieron juntos de Guatemala.

Esta semana, poco antes de llegar a un refugio de inmigrante­s en Tucson, Cruz señaló que la verdad era que prefería estar apartado de su hijo si eso les evitaba tener que soportar lo que dejaron atrás. “Si nos separan, nos separan”, dijo Cruz, de 41 años. “¿Volver a Guatemala? Es algo que mi hijo no puede hacer”.

En Estados Unidos, hace años que los chicos y los padres atrapados en la frontera sur son puestos en libertad mientras la Justicia procesa sus casos, resultado de un acuerdo legal obtenido con mucho esfuerzo y diseñado para evitar que los chicos pasen largos meses en detención federal. Para los ojos de la administra­cióntrump,estaprácti­casirvecom­o una invitación abierta para personas como Cruz, y juega un papel crucial para atraer a miles de familias a través de la frontera con México.

Las nuevas políticas migratoria­s de Trump –primero, separar a las familias, y ahora el intento de cambiar el acuerdo legal sobre la detención de las familias de inmigrante­s– representa­n un agresivo esfuerzo orientado a rescindir esa invitación y condujo al país a un debate sobre los límites de su generosida­d.

Pero las entrevista­s en los refugios y en los pasos fronterizo­s hechas esta semana, así como el análisis de las cifras recientes de inmigració­n sugieren que incluso con restriccio­nes más intensific­adas sobre las familias, el presidente norteameri­cano tendrá grandes dificultad­es para detener el flujo inmigrator­io.

Aunque todavía es imposible saber si la “tolerancia cero” de Trump tendrá un efecto disuasorio, algo quedó claro esta semana en la frontera de Arizona-méxico: muchas familias –especialme­nte las de países de América Central asolados por sus economías y por la violencia– concluyen que incluso la separación y la detención en Estados Unidos es mejor que la situación en su país.

“¿Por qué hacen un viaje tan peligroso?”, se preguntó Magdalena Escobedo, de 32 años, que trabaja en un refugio en Tucson. “Cuando te apuntan con un arma en la cabeza, cuando amenazan con violar a tu hija, cuando te extorsiona­n en el trabajo y obligan a tu hijo a trabajar para los carteles, ¿qué vas a hacer?”.

René Pérez (40 años), que la semana pasada entró con su hijo a Estados Unidos, dijo que sabía que podrían haberlos separado o puesto bajo custodia. “Si sucede, sucede”.

En Nogales, una ciudad fronteriza mexicana, muchos padres preparados para cruzar la frontera dijeron que la separación temporaria de sus hijos en la frontera sería preferible a enfrentar la violencia que sufren en su país. “Prefiero aceptar eso y saber que mi hijo está a salvo”, señaló Lisbeth de la Rosa, de 24 años, que esperaba en fila con su hijo de 4 para entrar a Estados Unidos.

“Vale la pena”, dijo Lidia Rodríguez-barrientos, de 36 años, acompañada por su hija de 9. “¿Por qué? Porque tenemos miedo de volver.”

En los últimos años, la política de detención en la frontera estuvo guiada por un acuerdo de 1997 en el caso Reno vs. Flores, que le prohibió al gobierno federal detener a los chicos inmigrante­s, excepto por un corto período de tiempo y bajo ciertas condicione­s. Más tarde, el acuerdo fue interpreta­do para incluir a chicos que viajaban con sus familias.

Reticentes a separar a los jóvenes inmigrante­s de los padres que viajaban con ellos, tanto la administra­ción de George W. Bush como la de Barack Obama acordaron liberar a las familias mientras esperaban el proceso judicial de inmigració­n correspond­iente, aunque los funcionari­os demócratas recién procediero­n de esa manera después de haber sido demandados por su política de mantener detenidos todos juntos a los integrante­s de las familias.

Hace mucho tiempo que los críticos, incluido Trump, dicen que concederle­s la libertad a los inmigrante­s de las familias mientras sus casos están pendientes alienta a los padres a entrar al país acompañado­s por sus hijos, lo que efectivame­nte corroboran algunas conversaci­ones.

“Es la razón por la que vengo con un menor”, dijo Guillermo T., de 57 años, un obrero que llegó hace poco a Arizona. Víctima del desempleo en Guatemala, decidió partir hacia el norte. Le habían dicho que ir con su hija de 16 años le aseguraría el paso. Pidió que solo se mencione su nombre de pila para evitar consecuenc­ias negativas en el tratamient­o de su caso judicial. “Ella era mi pasaporte”, afirmó, en referencia a su hija.

El gobierno solicita efectuar cambios en el acuerdo Reno vs. Flores que les permitiría­n a los funcionari­os detener a chicos con sus familias por un tiempo mayor al corto período permitido bajo el actual acuerdo. Ya los abogados de la administra­ción Obama pidieron cambios en ese acuerdo y se los negaron. En cualquier caso, es difícil prever que eso detenga el flujo de migrantes.

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