LA NACION

Alejado de los flashes, Berlusconi parece haber entrado en su definitivo eclipse

La formación del nuevo gobierno terminó de excluirlo de los primeros planos

- Elisabetta Piqué

ROMA.– Al margen de convertir a Italia en el primer gobierno populista de Europa, algo que ya está causando consecuenc­ias de lo más explosivas en las difíciles relaciones entre los socios del bloque, las elecciones del 4 de marzo pasado provocaron otro efecto notable: el eclipse de Silvio Berlusconi.

¿Dónde fue a parar el Cavaliere? La respuesta a una pregunta que se hacen todos para el diario La Repubblica se encuentra en el término estadounid­ense “ghosting”, que significa “desaparece­r sin dejar rastros, hacerse invisible y por ende aún más deseable”.

Aunque hay dudas de si se trata de una estrategia ganadora de Berlusconi, lo cierto es que el exprimer ministro, de 81 años, decidió eclipsarse. Muchos analistas sostienen que, esta vez, ha llegado realmente la muerte política del magnate.

Figura dominante de las últimas dos décadas y para muchos el gran culpable de la decadencia de Italia, la última vez que Berlusconi apareció en público fue a finales de abril, para hacer campaña para elecciones regionales (en Molise y en Friuli Venezia Giulia) en las que triunfó la hoy todopodero­sa Liga, de Matteo Salvini. Hoy ministro del Interior y vicepremie­r de un gobierno de coalición formado junto al antisistem­a Movimiento cinco Estrellas (M5E), Salvini fue socio de Berlusconi antes de las elecciones. Pero luego lo traicionó, al armar un pacto de gobierno bicéfalo con Luigi Di Maio, líder del M5E y personaje odiado por el Cavaliere.

A pesar de todo esto, paradójica­mente Salvini, considerad­o el gran culpable de la debacle de Berlusconi, es uno de los pocos personajes que suele ir a visitarlo a su mansión de Arcore de las afueras de Milán. Una “villa” famosa por las que el también llamado “caimán” siempre definió como “cenas elegantes”, en realidad, los festines “bunga bunga” con modelos en busca de dinero fácil.

La Liga de Salvini logró en los comicios de marzo un “sorpasso” de más de seis puntos sobre Forza Italia, la criatura de Berlusconi. Desde entonces y en los casi tres meses de extenuante­s negociacio­nes para formar gobierno, hábil animal político, con buena retórica visto su pasado de periodista radial y listo a decir lo que muchos italianos quieren escuchar, Salvini fue fagocitand­o a Forza Italia. Según recientes sondeos, quitándole votos a este partido y a los votantes más de izquierda del M5E, la Liga casi duplicó su caudal de votos, al pasar de 17,4% a 29,2%. Y hasta logró superar al M5E, que retrocedió al 29%, convirtién­dose en el primer partido de la península.

¿Por qué, entonces, Berlusconi, que para algunos está sumido en una atroz depresión debida al ocaso político de su partido –de ahí, su virtual desaparici­ón–, recibe a Salvini? Porque teme que el gobierno populista en el poder también le fagocite ahora su imperio mediático, basado en la empresa Mediaset, el principal operador televisivo privado italiano. En el reparto de sillones del nuevo gobierno, pese a que Salvini le había prometido poner a alguien de su partido, la gestión de las telecomuni­caciones quedó en manos de su “enemigo”, Di Maio.

Pesadilla

Por eso, en el entorno del Cavaliere dicen que su gran pesadilla se ha hecho realidad: “Estos quieren sacarme todas mis television­es”, habría clamado. “Llegó el momento de ponerle mano al conflicto de intereses y de decir que un político no puede ser dueño de medios de informació­n”, amenazó varias veces Di Maio. En las reuniones de Salvini con el Cavaliere, desapareci­do del escenario político, se hablaría justamente de eso, el incierto futuro de su coloso televisivo, en este momento en peligro.

Lo cierto es que si Berlusconi ha decidido eclipsarse, opacado por el desbordant­e e irreverent­e Salvini, otro personaje que lentamente está adquiriend­o peso propio es el hasta hace poco desconocid­o Giuseppe conte.

Este jurista sin ninguna experienci­a política se convirtió en primer ministro de un gobierno bicéfalo –porque Salvini y Di Maio nunca lograron ponerse de acuerdo sobre quién de los dos debía sentarse en el sillón del Palazzo chigi–.

con su perfil bajo, de ejecutor y estilo de dandy, comienza a ser bien visto por los italianos. Según un sondeo que publicó el Huffington Post, conte es, con 53%, el político que goza de la mayor confianza de la gente, superior incluso al influyente y verborrági­co Salvini. Algo que confirma el eclipse de Berlusconi, un fantasma del pasado.

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