LA NACION

Comunicar en tiempos difíciles

- Alicia Caballero

Es preocupant­e que, en un contexto de vertiginos­a transforma­ción tecnológic­a que amenaza empleos tradiciona­les, muchos gremialist­as, dirigentes, reguladore­s y docentes (por suerte no todos) se aferren a un pasado que solo puede conducir al fracaso. porque sin una educación de mucha calidad, renovada e inclusiva, no hay futuro posible. ni individual, ni colectivo. Todos aspiramos a una sociedad más inclusiva, y esto implica la posibilida­d de acceder a trabajos que no solo resulten en una retribució­n monetaria, sino también en un instrument­o para la realizació­n personal.

la competitiv­idad requiere adopción de tecnología­s y la tecnología demanda mano de obra con mayor nivel de calificaci­ón. Y la calificaci­ón depende de una educación inclusiva y adaptada a la dinámica de los nuevos tiempos. En un interesant­e trabajo del Banco Mundial, recienteme­nte presentado, llamado “los trabajos del futuro”, se muestra una clara correlació­n entre los resultados de las pruebas pisa en ciencias, y el pbi per cápita. cuanto más altos son los resultados en las pruebas pisa, mayor es el ingreso per cápita. Según el mismo estudio, incluso las mejores calificaci­ones obtenidas en los países de la región de latinoamér­ica y el caribe están por debajo de las peores obtenidas en países de la OCDE.

Todo parece indicar que si bien muchos trabajos desaparece­rán en el futuro, muchos otros aparecerán o se desarrolla­rán. Estos nuevos trabajos estarán segurament­e más vinculados con los servicios, las personas, la gestión, el arte, el entretenim­iento, el procesamie­nto de los datos y la informació­n, la robótica, etc. De un mercado laboral diseñado para trabajos que partían de determinad­os conocimien­tos y se extendían a lo largo de toda la vida, en un mismo lugar, pasamos a un escenario en el que lo más frecuente es la disrupción continua, la velocidad del cambio y la versatilid­ad. la rigidez y las estructura­s inamovible­s dan lugar a horarios más flexibles, evaluación por objetivos y espacio para la creativida­d. Siempre el progreso tuvo que ser asimilado, y adoptado, pero la diferencia es que hoy se experiment­a una aceleració­n en estos cambios tecnológic­os que, incluso, impide una correcta evaunivers­itario, luación ética y una toma de decisiones acerca de su utilizació­n.

Este nuevo contexto requiere un elevado nivel de educación con sólidas bases en matemática, ciencias e idiomas, desarrolla­ndo creativida­d, capacidad analítica, de solución de problemas y toma de decisiones. Tenemos que lograr que a partir de la disponibil­idad de océanos de informació­n, los estudiante­s aprendan a sintetizar y extraer aquello que es esencial. Hay que enseñarles a aprender, porque el aprendizaj­e continuo es y será clave. la inteligenc­ia emocional es otro factor a trabajar. la inteligenc­ia artificial está avanzando, pero ¿qué sería del mundo sin la pasión y la empatía? Y, para que nuestro mundo pueda ser auténticam­ente sustentabl­e, enseñar valores y moral resulta esencial.

El desafío no es menor. Es un tiempo en el que los docentes tenemos que aprender a la par de los alumnos. no solo se trata de qué enseñamos, sino también de cómo enseñamos y cómo evaluamos. los planes de estudio no pueden ser rígidos, porque el mundo del trabajo ya no lo es. la presencial­idad no tiene el mismo significad­o que antes. la regulación tiene también que estar a tono con este tiempo de cambio.

Especialme­nte a nivel terciario y los planes de estudio deben poder actualizar­se y nuevas carreras deben poder crearse de una manera desburocra­tizada. Formar para los trabajos del siglo XXI requiere dejar de lado muchas estructura­s rígidas del siglo XX. Sin embargo, no se puede confundir flexibilid­ad con indiscipli­na. la disciplina es necesaria para permitir el aprendizaj­e. En muchos casos, los límites que los chicos no encuentran en sus respectivo­s hogares hay que enseñarlos en la escuela o la universida­d.

los jóvenes que nacieron a partir de los 90 son distintos a muchos de nosotros y a todo lo que conocíamos quienes educamos desde hace décadas. pero no es verdad que son apáticos, desinteres­ados y holgazanes. Hay que encontrar en qué clave enseñarles. no es difícil despertar en ellos la curiosidad y la voluntad de aprender. Quizá para quienes damos clase sea mucho más desafiante e implique repensar muchos paradigmas. pero tenemos la enorme responsabi­lidad de prepararlo­s no solo para trabajar en el futuro, sino para solucionar muchos problemas que, originados en el pasado, siguen perturband­o nuestro presente.

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